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unaVidaReformada
samuel hernández clemente
474 episodes
1 day ago
mirando la vida desde la perspectiva de Dios
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Christianity
Religion & Spirituality
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mirando la vida desde la perspectiva de Dios
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Christianity
Religion & Spirituality
Episodes (20/474)
unaVidaReformada
Constancia HASTA EL FIN

La vida cristiana no es un paseo espiritual ni un tour de emociones santas. Es una marcha militar hacia la gloria, una carrera de resistencia y una peregrinación a contracorriente del mundo, la carne y el diablo. En un tiempo donde muchos confunden la gracia con la flojera espiritual, y la fe con un simple sentimiento religioso, la Escritura nos llama a constancia hasta el fin. Perseverar no es opcional; es el sello de los verdaderos redimidos, la evidencia de que la gracia de Dios obra eficazmente en nosotros.

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2 weeks ago
26 minutes 51 seconds

unaVidaReformada
¿Vestida y alborotada? NO; santa y preparada

El Apocalipsis no retrata a la Iglesia como una novia caprichosa que corre de un lado a otro alborotada, buscando la aprobación del mundo o la moda del momento. No. La muestra como una esposa “santa y preparada”, vestida de lino fino, limpio y resplandeciente, que son “las acciones justas de los santos” (Ap. 19:8).

Mientras el mundo se adorna para su propia perdición, la Iglesia se adorna para su encuentro con el Amado. Y su preparación no consiste en fuegos artificiales emocionales ni en programas religiosos frenéticos, sino en devoción, proclamación, esperanza y entusiasmo santo.

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2 weeks ago
30 minutes 12 seconds

unaVidaReformada
EscatoFOBIA, escatoMANÍA y escatoFICCIÓN

Muchos piensan que la Biblia es una especie de esfera de cristal para predecir eventos futuros encriptados con códigos secretos; otros, en el extremo opuesto, evitan hablar del fin del mundo porque la sola idea de un “día final” les causa temor o les roba su aparente paz. Y por otro lado, no faltan los que, ante cada terremoto, guerra o pandemia, comienzan a publicar sus pronósticos sobre el inminente final de los tiempos. Pero, de acuerdo con la Palabra de Dios, todas esas perspectivas —y las que se les parezcan— no son señales de madurez espiritual, sino anomalías escatológicas, desvíos mentales y emocionales respecto a la verdadera esperanza cristiana.

El apóstol Pablo nos recuerda que “nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13). Esperamos, sí, pero no como quienes especulan, tiemblan o fabulan, sino como quienes anhelan y trabajan con los ojos fijos en Cristo, “el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2).

El estudio del fin no es para los curiosos ni para los cobardes, sino para los fieles. El Señor no nos llamó a temer el futuro ni a adivinarlo, sino a esperarlo trabajando. La verdadera escatología se traduce en diligencia presente: en vivir, servir, sufrir y gozar a la luz del “día de Cristo”.

No temamos el fin, ni lo usemos para entretener nuestra mente, ni lo distorsionemos para calmar nuestra carne. Más bien, digamos como la Iglesia primitiva: “Amén. Ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).

Porque el fin del mundo para el creyente no es una catástrofe, sino una coronación; no es el cierre del tiempo, sino la apertura de la eternidad.

Veamos entonces tres deformaciones comunes del pensamiento escatológico contemporáneo: la escatofobia, la escatomanía y la escatoficción; tres males que zarandean la fe o desvían la mirada de la verdadera esperanza bienaventurada.


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3 weeks ago
32 minutes 56 seconds

unaVidaReformada
Cuenta regresiva para un FINAL FELIZ

La Escritura no deja espacio para el suspenso: los “últimos tiempos” no son una era futura de robots, guerras nucleares o microchips diabólicos. No. La cuenta regresiva comenzó con el nacimiento, la muerte y la resurrección de Cristo. Desde la encarnación del Verbo eterno, el reloj del fin empezó a marcar sus compases.

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” Hebreos 1:1–2

El autor de Hebreos, con admirable claridad, dice que “en estos postreros días” —no en un futuro apocalíptico distante, sino en su presente— Dios habló “por el Hijo”. En otras palabras, la venida de Cristo fue el inicio del fin, el amanecer del día que pondrá fin a las tinieblas. Lo que muchos llaman “época de la Iglesia” o “era de la gracia” no es un paréntesis improvisado, sino la etapa culminante del plan redentor. Vivimos en la cuenta regresiva, pero no hacia el desastre, sino hacia la consumación de todas las cosas en Cristo (Efesios 1:10).


EL SERMÓN QUE JESÚS NO TERMINÓ

En la sinagoga de Nazaret, Jesús se levantó a leer el rollo del profeta Isaías. Eligió el pasaje que nosotros conocemos como Isaías 61:1–2: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová… a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro” - Pero el evangelio de Lucas nos presenta una pausa intencional. Jesús cerró el libro antes de leer la frase “y el día de venganza del Dios nuestro” (Lucas 4:19–20). No fue descuido, sino con toda intención - Cristo marcó así una división entre el “año agradable” y el “día de venganza”. El primero comenzó con su ministerio terrenal y aún sigue vigente; el segundo espera su regreso glorioso. Entre ambos se extiende el largo año de la gracia, el jubileo espiritual que anuncia libertad, perdón y reconciliación con Dios.

La interrupción de la lectura fue una proclamación profética: todavía es tiempo de arrepentirse. La guillotina del juicio no ha caído porque la paciencia del Señor “es para salvación” (2 Pedro 3:15). Pero ese silencio tiene fecha de caducidad.


EL AÑO AGRADABLE DEL SEÑOR

Llamamos “año agradable del Señor” a este tiempo en que la puerta de la misericordia sigue abierta. Es la era del evangelio, el tiempo de la misión, la hora de las buenas nuevas. El Hijo reina desde su trono celestial y extiende su cetro de gracia sobre las naciones, llamando a los hombres a reconciliarse con Dios.

El apóstol Pablo lo expresó con urgencia: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.” (2 Corintios 6:2) - Cristo no retarda su venida por negligencia, sino por compasión. Aún hay ovejas perdidas que deben ser traídas al redil. Este es el año prolongado de misericordia y perdón, cuando los cautivos son libertados y los ciegos ven. Pero llegará el punto final. El “día de la venganza” no fue cancelado, solo pospuesto.


EL DÍA DE VENGANZA: EL JUICIO FINAL

Cuando el Señor regrese —no como Cordero manso, sino como León supremo, la era de la gracia dará paso al día de la justicia. Lo que hoy parece impunidad, entonces será juicio. Las lágrimas de los santos serán secadas, y las risas burlonas de los impíos, silenciadas - “Porque vendrá el día de Jehová de los ejércitos sobre todo soberbio y altivo, y sobre todo el que se ensalce, y será abatido.” (Isaías 2:12) - No habrá escapatoria ni apelación. El tribunal estará presidido por Aquel que fue crucificado. Y los que hoy menosprecian su cruz enfrentarán su corona. Sin embargo, para el creyente, ese mismo día será la aurora de la alegría eterna. Lo que para unos será el fin de toda esperanza, para otros será el principio de toda dicha.

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4 weeks ago
29 minutes 58 seconds

unaVidaReformada
Bienaventurados los PASTORES

A lo largo de los siglos, la Iglesia ha enfrentado dos tipos de enemigos: los que la oprimen desde fuera y los que la corrompen desde dentro. Los primeros —reyes, imperios y sistemas hostiles— han intentado apagar la fe con fuego, espada y cárcel, pero siempre han fracasado. Cada mártir ha sido semilla de nuevas congregaciones, y cada hoguera encendida ha alumbrado aún más la gloria del Evangelio.

Pero los enemigos interiores, los que hablan en nombre de Cristo sin conocerle, han hecho un daño más profundo. No usan espadas, sino palabras. No atacan los muros de la iglesia, sino los cimientos del púlpito. Predican “otro Cristo”, más cómodo, más digerible, más comercial; un evangelio sin arrepentimiento, sin santidad y sin cruz. Han aprendido a endulzar el veneno, a vestir la mentira con versos bíblicos y a reemplazar la gracia por autoayuda.

La Escritura ya los había anunciado: “habrá falsos maestros entre vosotros”. No se oponen a la iglesia, pero la vuelven superficial, tibia, vacía. Su estrategia no es el ataque frontal, sino el susurro del error. El tirano persigue; el falso pastor confunde. El primero hiere el cuerpo, el segundo enferma el alma.

Y así, mientras la persecución refina la fe, la falsedad la erosiona. Los falsos pastores son como termitas espirituales: destruyen en silencio, hasta que un día el templo de la verdad colapsa por dentro. En nombre del amor, toleran el pecado; en nombre de la inclusión, sacrifican la verdad; en nombre de la libertad, desprecian la santidad.

De ellos debemos llorar, no sólo por el daño que causan, sino porque se han convertido en caricaturas del ministerio que un día juraron servir. Son pastores sin Biblia, predicadores sin cruz, Sus rebaños son numerosos, pero no santos; sus sermones son populares, pero no fieles.

Sin embargo, no todo es lamento. Bienaventurados los pastores que siguen abriendo la Biblia cuando muchos abren tendencias. Bienaventurados los que se atreven a decir “así dice el Señor” cuando el mundo grita “así siento yo”. Bienaventurados los que prefieren perder una multitud antes que traicionar una verdad. Estos hombres son los centinelas de la iglesia. Guardan la doctrina con celo, predican con convicción y enseñan con fundamento bíblico. No predican lo que agrada al oído, sino lo que sana al corazón. Su mensaje no siempre llena templos, pero cumple con el deber; predicar la Palabra. Quien ha sido llamado al ministerio sabe que no es dueño del rebaño, sino siervo del Pastor eterno. Su labor no consiste en producir resultados, sino en permanecer fiel. No predica para gustar al hombre, sino para agradar a Dios.

Dichosos los que entienden que el púlpito no es una pasarela, sino un altar donde Cristo debe ser honrado en cada predicación y la audiencia consolada, confrontada e instruida con la Palabra de Dios sin diluirla ni adulterarla.

Sí, hay lobos. Muchos. Pero también hay pastores fieles, pastores que aún aman a Cristo más que al aplauso, y que siguen alimentando al rebaño con la sana doctrina, sin importar el precio. Ellos son los bienaventurados del Reino: Los que no se venden al mejor postor,

los que no negocian la cruz, los que no cambian la verdad por popularidad. Dichosos los pastores que aún creen que la Palabra basta, que Cristo reina y que el Espíritu obra.

Dichosos los que resisten la tentación del espectáculo, y prefieren la aprobación del Redentor.

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4 weeks ago
14 minutes 38 seconds

unaVidaReformada
El varo nuestro de cada día

El dinero es un buen siervo pero un pésimo amo. Administrar el billete sin idolatrarlo requiere cultivar contentamiento, practicar previsión, ejercitar la caridad y vivir en consagración. Así, el cristiano usa los recursos sin que los recursos lo usen a él.

O, en palabras de Agustín: “Las cosas deben ser usadas, no amadas; solo Dios debe ser amado, y en Él todas las cosas usadas.”

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4 weeks ago
26 minutes 46 seconds

unaVidaReformada
Nosotros los RICOS

Vivimos en un mundo que constantemente nos dice que somos pobres, que sólo una élite de privilegiados disfruta de riqueza mientras el resto sobrevive en miseria. Pero esa es una mentira peligrosa y paralizante. La riqueza no es un club exclusivo ni una categoría cerrada: la riqueza es relativa, y cada uno de nosotros es rico en la medida en que posee bienes, dones y oportunidades dadas por Dios.

Lo que tienes en tu mesa, tu techo, tu familia, tus recuerdos, tu salud, tu salario, tus talentos, tu fe: todo eso es tu haber. Es tu riqueza. Puede que no tengas un yate en Mónaco, pero tienes pan caliente en la mesa y un lugar donde recostar la cabeza. Eso, en la lógica del Reino, es riqueza. "El hombre fiel abundará en bendiciones" (Proverbios 28:20). La verdadera pobreza no es tener poco, sino ser ingrato y ciego ante lo que ya posees.

Desde esa perspectiva, consideremos algunos principios de mayordomía que nos enseñan a vivir como lo que somos: ricos en Cristo.


EL REINO DE CRISTO INCLUYE NUESTRA BILLETERA

Nuestras finanzas no son un asunto neutral: son un reflejo de nuestra devoción. Jesús lo declaró sin ambigüedades: "Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mateo 6:21). Si tus cuentas están desordenadas, es probable que tu alma también lo esté.

La mayordomía no se trata de cuánto tienes, sino de a quién reconoces como Dueño. Si tus bienes son una excusa para la idolatría, serás esclavo. Si tus bienes son herramientas para glorificar a Cristo, serás verdaderamente libre.

Nosotros, los ricos en Cristo, sabemos que nada nos pertenece en realidad: todo es de Él, todo proviene de Él, y todo vuelve a Él. Por eso, nuestra riqueza, grande o pequeña, se convierte en altar, en semilla, en testimonio.

El dinero habla. La pregunta es: ¿qué dice de ti y de tu Dios?


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1 month ago
1 hour 41 seconds

unaVidaReformada
Oveja de verdad, o puro DISFRAZ

Nuestro Señor Jesucristo no se anduvo con rodeos cuando advirtió: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt. 7:15). Generalmente, cuando escuchamos esta advertencia pensamos en líderes carismáticos, predicadores engañosos, o movimientos sectarios que desde el púlpito esparcen veneno disfrazado de miel. Y no nos equivocamos: esa es, sin duda, una de las aplicaciones principales.

Pero Cristo no limitó la advertencia a los líderes. La prueba del fruto —“Por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:16)— no es solo un criterio para desenmascarar a un predicador mentiroso, sino también un espejo para evaluar si nuestra fe es genuina o un simple disfraz. El que dice seguir a Cristo y no produce frutos de obediencia, amor y santidad, no solo se engaña a sí mismo: se convierte en una especie de falso profeta ambulante. Su vida grita un mensaje: “Se puede seguir a Cristo sin renunciar al pecado”. Eso, hermano, es herejía práctica.

El cristiano de mentira se viste de oveja el domingo, canta los himnos con los labios, pero el lunes vuelve a ser lobo en sus negocios turbios, en sus conversaciones obscenas o en su trato áspero hacia los demás. Y al hacerlo, predica con sus hechos un evangelio falso, aunque nunca se suba a un púlpito. Su testimonio contradice a Cristo. Su incoherencia es un sermón en contra del Reino.

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1 month ago
46 minutes 15 seconds

unaVidaReformada
Se busca: COHERENCIA

SE BUSCA COHERENCIA

Vivimos en un tiempo en que las palabras han perdido peso. Hoy cualquiera puede proclamarse “cristiano” con la boca, mientras su vida grita lo contrario con los hechos. Cristo, en el Sermón del Monte, desenmascara esa peligrosa incongruencia con una frase que corta como espada: “Por sus frutos los conoceréis” (Mat. 7:20).

El problema no es nuevo. Los fariseos del tiempo de Jesús eran expertos en hablar de santidad y en citar la Ley, pero sus vidas eran un teatro. Decían mucho y obedecían poco. Cristo mismo los denunció como sepulcros blanqueados: bellos por fuera, pero podridos por dentro. Y a nosotros, sus discípulos, nos recuerda que no basta con decirle: “Señor, Señor”, sino hacer su voluntad (Mat. 7:21). Es decir: no basta con el título de cristiano; necesitamos la sustancia del cristianismo: obediencia y fruto.

En otras palabras, el llamado es a la coherencia: que lo que confesamos con la boca se vea respaldado por lo que practicamos con las manos, los pies y el corazón.

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1 month ago
43 minutes 4 seconds

unaVidaReformada
Glorioso INTERCAMBIO

GLORIOSO INTERCAMBIO.

El pecado, en su raíz, es un asunto de obras: pecamos en pensamiento, palabra, acción y omisión. Y el veredicto divino es claro: “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gál. 5:21). No heredarán, no entrarán, no pasarán. Punto.


1. SÍ, SEREMOS JUZGADOS POR LAS OBRAS

El libro de Apocalipsis afirma con precisión quirúrgica: “y los muertos fueron juzgados por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Ap. 20:12). Es decir: lo que hacemos importa, y mucho.

Vivimos en una época en que la religión sentimental ha reemplazado a la fe bíblica. Se repite como mantra barato: “Dios no mira las obras, sino el corazón”. El problema es que se olvida que el corazón, según Jeremías, es “engañoso más que todas las cosas, y perverso” (Jer. 17:9). Apelar al corazón humano como fuente de bondad es como confiar en un pozo contaminado para saciar la sed: no solo no quita la sed, sino que envenena.

El apóstol Pablo lo reconoció sin maquillajes: “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien” (Rom. 7:18). Y Cristo mismo dejó en claro que el problema del hombre no es solo interior, sino que se manifiesta en actos concretos: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt. 7:21).


2. CRISTO INTERCAMBIÓ LUGAR CON NOSOTROS

Ahora bien, ¿podemos ser salvos por obras? Sí… pero no por las nuestras. Esa es la ironía y la sorpresa del evangelio. Si alguien quiere entrar en el cielo por obras, necesita un historial perfecto, intachable, puro. Y no basta con portarse bien a partir de hoy, porque el pasado ya clama justicia, y Dios no es un anciano distraído que hace la vista gorda: “de ningún modo tendrá por inocente al malvado” (Ex. 34:7).

La buena noticia es que Cristo vino no solo a morir, sino también a vivir en nuestro lugar. Su obra redentora es doble: primero, vivió una vida de perfecta obediencia a la ley de Dios, cumpliendo en cada detalle lo que nosotros nunca pudimos cumplir. Segundo, cargó sobre sí el castigo de nuestro pecado, bebiendo hasta la última gota la copa de la ira de Dios en la cruz.

Ese es el glorioso intercambio: él tomó nuestras ropas manchadas de pecado, y nos vistió con su manto blanco de justicia. Él recibió el castigo que merecíamos, y nosotros la recompensa que nunca podríamos alcanzar. Este es aquel glorioso intercambio, en el cual Cristo, el rico, toma sobre sí la miseria de la humanidad, y el hombre, el miserable, recibe la riqueza de Cristo.


3. LA GRACIA RESCATA Y SANTIFICA

Ahora bien, algunos ingenuos —o peor aún, malintencionados— podrían decir: “Entonces no importan las obras, ya que Cristo pagó todo”. ¡Cuidado! Esa conclusión es un insulto a la gracia. La misma gracia que nos salva, también nos transforma. El evangelio no es licencia para pecar, sino poder para obedecer.

Dios no solo nos rescata de la condena, sino que nos saca de la esclavitud del pecado. El Espíritu Santo trabaja en nosotros, moldeando nuestro carácter, corrigiendo nuestra conducta, y produciendo frutos visibles. Jesús lo dijo sin rodeos: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:16).

No somos salvos por las obras, pero somos salvos para las obras (Ef. 2:10). La fe verdadera siempre desemboca en una vida de obediencia. Un cristiano sin obras de santidad es como un árbol sin hojas: seco, inútil, muerto.


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1 month ago
30 minutes 35 seconds

unaVidaReformada
NO te hagas SORDO

Los profetas de Dios nunca fueron artistas del aplauso ni bufones de la multitud. Eran trompetas del cielo, mensajeros celestiales con una sola tarea: hablar lo que Dios decía, aunque ello les costara la vida. Su oficio no era dar discursos motivacionales, sino arrancar la venda del pecado y señalar con dedo firme la necesidad de arrepentimiento. Eran voces que reprendían, confrontaban y corregían a un pueblo terco, a menudo más interesado en altares idólatras que en obedecer al Dios vivo. Por eso no fueron valorados ni celebrados, sino rechazados, despreciados, encarcelados y asesinados (cf. 2 Cr. 36:16; Mt. 23:37). Sin embargo, en sus labios ardía siempre la misma llama: el llamado inmutable de Dios a vivir en santidad y en sometimiento a su pacto.


En el cumplimiento de los tiempos se levantó Cristo, el Profeta por excelencia, en quien se sintetiza y supera toda voz anterior. Él no vino con palabras prestadas, sino como la Palabra encarnada (Jn. 1:14). Su mensaje, como el de los profetas, no fue cómodo ni suave. A los que aman las tinieblas les resultó intolerable: su luz desenmascaró su hipocresía, su autoridad quebró sus tradiciones humanas, su pureza escandalizó su corrupción. El resultado fue el mismo: lo rechazaron y lo crucificaron. Sin embargo, en esa aparente derrota brilló la victoria. A quienes creen, su voz es vida, su verdad es libertad y su luz es salvación eterna.


Por eso, no te hagas sordo. No tapes tus oídos con el ruido del mundo ni con las excusas del corazón. La voz de Cristo sigue sonando en la Escritura, cortante como espada, pero también tierna como bálsamo. A los rebeldes, es amenaza; a los arrepentidos, es consuelo. No hay neutralidad - O te rindes a Cristo o pereces en tu extravío.


Los profetas fueron la voz de Dios reprendiendo al pueblo por su hipocresía y llamándolos al arrepentimiento. Ellos denunciaron sacrificios sin corazón, culto sin obediencia, religiosidad sin frutos (Is. 1:11-17; Jer. 7:4-11; Am. 5:21-24).


El sermón del monte retumba con ese mismo eco profético: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt. 7:21). Jesús, el Profeta por excelencia, no suaviza la exigencia: la gracia no anula la obediencia; la reprensión divina es medicina amarga pero necesaria.



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1 month ago
43 minutes 39 seconds

unaVidaReformada
En el FRUTO está el detalle

EN EL FRUTO ESTÁ EL DETALLE

El cristianismo no es un discurso elegante, ni un accesorio colgado al cuello, ni una pasadía religiosa de domingo por la mañana. No es un maquillaje espiritual para esconder un corazón sin vida, ni una tarjeta de membresía para presumir en círculos eclesiásticos. El cristianismo verdadero es un estilo de vida; es respiración, es obediencia, es raíz y fruto. Cristo mismo lo dijo sin rodeos: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20). Dicho en palabras sencillas: sin fruto, no te creo.

“Por sus frutos los conoceréis”. No por sus discursos, no por sus publicaciones en redes sociales, no por sus credenciales ministeriales. Sino por sus frutos. La fe verdadera se ve, se palpa, se huele. Si no hay fruto, el discurso es mentira. El cristianismo auténtico es mente renovada, conducta santa, lavamiento real, entrenamiento constante, teoría vivida, práctica evidente, madurez creciente y, sobre todo, Cristo encarnado en nuestra carne frágil.

El cristiano puede fallar, pero no puede vivir estéril. Puede tropezar, pero no puede permanecer sin fruto. Porque donde Cristo planta su semilla, allí brota vida.

Así que la pregunta es directa: ¿hay fruto en ti? Porque si no, hermano, con todo respeto: sin fruto, no te creo.

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1 month ago
35 minutes 17 seconds

unaVidaReformada
Actívate

El Sermón del Monte, esa magna carta del Reino, no fue pronunciado por Cristo para deleitar a oídos perezosos ni para adormecer a almas indolentes. Fue predicado para convocar a un pueblo que, habiendo sido reconciliado con Dios por gracia, viva activamente en obediencia al Rey. La gracia no produce vagos espirituales, sino siervos diligentes.

Basta detenerse en los verbos que Jesús emplea: “Pedid… buscad… llamad… entrad… guardaos…” (Mt. 7:7,13; 6:1). Cada uno de ellos describe acción, movimiento, esfuerzo. No hay aquí contemplación pasiva ni religiosidad estática, sino una vida en constante tensión hacia la piedad.

El apóstol Santiago es contundente: “La fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Stg. 2:17). Con otras palabras: la oración sin obediencia no es fe, sino autoengaño. Si alguien ora por santidad, pero acaricia su pecado, no está buscando a Dios; está usando a Dios como excusa. Si alguien ora por provisión, pero rehúsa trabajar con honradez, su oración es una burla. Como bien ironizaba Lutero: “Ora como si todo dependiera de Dios, y trabaja como si todo dependiera de ti”.

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1 month ago
41 minutes 56 seconds

unaVidaReformada
Nuestra LUCHA comienza en CASA

Vivimos en tiempos convulsos. La cultura que nos rodea se ha vuelto un campo de batalla donde se enfrentan dos cosmovisiones irreconciliables: la del Reino de Dios y la del mundo caído bajo el maligno. “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). Las ideologías anticristianas intentan redefinir lo que significa ser humano, matrimonio, familia, identidad, moralidad y hasta verdad. Pero el creyente debe recordar que el Señor no ha puesto la victoria de Su Reino en las manos de parlamentos o de modas sociales, sino en la fidelidad de Su pueblo, comenzando desde la célula más íntima: el hogar.


La Escritura nos recuerda que la batalla espiritual no se libra con armas carnales, sino con armas poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2 Co. 10:4). Y esas armas se forjan y se blanden primero en el contexto del pacto familiar. El futuro de la iglesia, de las naciones y de la cultura misma se decidirá en los altares familiares, en los matrimonios santos y en la crianza fiel de los hijos. El hogar es la primera trinchera, y Cristo es el General que dirige a Su pueblo en esta guerra.

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1 month ago
42 minutes 46 seconds

unaVidaReformada
Una didáctica del PACTO

La doctrina del pacto no es una simple categoría teológica, sino un marco integral para comprender toda la revelación bíblica, el obrar redentor de Dios, y la vida del creyente en relación con su Señor. El pacto revela no solo la fidelidad inquebrantable de Dios, sino también la forma en que Él se relaciona con su pueblo, lo forma, lo exhorta, lo disciplina y lo consuela. Por tanto, todo pasaje de la Escritura puede y debe abordarse a la luz del pacto, ya que en cada uno encontramos huellas de la relación pactual que Dios ha establecido con la humanidad, desde Adán hasta Cristo, y de Cristo hasta la Iglesia hoy.


Esta es la tercera parte de la conferencia "HERMENÉUTICA DEL PACTO PARA UNA DIDÁCTICA REFORMADA" que tuve el privilegio de compartir en el congreso educativo de la UNIÓN NACIONAL DE MAESTROS DE IGLESIA celebrado en agosto/2025


Las otras dos partes de esta conferencia son:

1) Pactomicina, qué buena medicina

2) La bendición de Habitar con Dios

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2 months ago
32 minutes 18 seconds

unaVidaReformada
La bendición de HABITAR con Dios

La Escritura revela un misterio glorioso: el Dios eterno, santo e infinito, no es un ser lejano ni indiferente, sino que se digna a hacer morada con su pueblo. Desde el principio, el pacto de gracia no solo promete redención, sino también comunión: “Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo” (Lev. 26:12). Esta es la esencia del pacto: no solo recibir beneficios espirituales, sino recibir a Dios mismo.

A diferencia de los ídolos paganos, que siempre permanecen mudos, ausentes y confinados a templos de piedra, el Dios verdadero se acerca a su pueblo, camina en medio de él y habita en sus corazones. Los dioses de las naciones necesitan que se les cargue, se les alimente o se les defienda; el Dios del pacto, en cambio, sostiene, alimenta y defiende a los suyos.

La historia de la redención es la historia de la presencia de Dios con su pueblo: en el Edén, el Señor caminaba con Adán; en el desierto, su gloria llenaba el tabernáculo; en Jerusalén, habitó en el templo; en la plenitud de los tiempos, “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn. 1:14). Y ahora, bajo el nuevo pacto, Cristo asegura: “Yo estoy con vosotros todos los días” (Mt. 28:20). Esta cercanía no es un símbolo, sino una realidad pactual que se consuma en la promesa final: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres… y Él morará con ellos” (Ap. 21:3).

Este habitar de Dios no es solo una metáfora piadosa; es la verdad que sostiene nuestra fe. Somos templo vivo del Espíritu, señal de que el Señor no alquila espacio en nuestras vidas, sino que toma posesión de ellas.

¡Qué contraste con las religiones de este mundo, cuyos dioses son tan distantes como fríos, tan exigentes como incapaces de amar! El Dios del pacto no se queda en el cielo mirando con indiferencia: Él desciende, se involucra y se une a nosotros en Cristo.

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2 months ago
48 minutes 47 seconds

unaVidaReformada
PACTOMICINA, ah qué buena medicina

En un mundo saturado de placebos espirituales y “remedios alternativos” que la industria del cristianismo superficial vende a granel, la iglesia necesita un tratamiento radical y divinamente recetado: la Pactomicina. No, no la encontrará en farmacias naturistas ni en conferencias de autoayuda; esta medicina se administra en las Escrituras, bajo la dirección del Espíritu, y tiene como principio activo la doctrina del pacto de gracia, el hilo rojo que recorre toda la Biblia y que sana las dolencias crónicas de un pueblo olvidadizo, tibio y muchas veces confundido.


La doctrina del pacto no es una pomadita que se unta de vez en cuando para calmar el ardor de la conciencia, ni un ungüento cosmético que mejora la apariencia externa de la iglesia. No es un accesorio teológico ni un lujo de eruditos; es la quimioterapia radical del alma, que penetra hasta lo más profundo de nuestra devoción, sana nuestra doxología, dirige nuestra predicación y moldea nuestro estilo de vida. El pacto no se roza por fuera, se inyecta en las venas de la fe. Solo así la iglesia se mantiene viva, porque lo que está en juego no es un tratamiento opcional, sino la diferencia entre languidecer en la religiosidad o vivir fortalecidos en Cristo, el Mediador del pacto eterno.


No busquemos jarabes de moda ni inyecciones de autoayuda. El remedio está en Cristo, Mediador del nuevo pacto. “Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (Jer. 31:33).


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2 months ago
27 minutes 42 seconds

unaVidaReformada
Tu única GLORIA será JESUCRISTO

El libro de Hebreos es, quizá, uno de los himnos más majestuosos a la supremacía de Cristo. En sus páginas, el Espíritu Santo eleva nuestros ojos al único en quien se concentra toda esperanza, gozo y gloria del creyente. Allí no hay espacio para jactancias humanas, ni para glorias prestadas; solo Cristo permanece como centro, como Rey, como Sumo Sacerdote eterno.

El autor de Hebreos insiste en que “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo… en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Heb. 1:1-2). Este Hijo no es un mensajero cualquiera, no es un profeta más: es el resplandor de la gloria de Dios y la imagen misma de su sustancia. Nuestra gloria no puede ser otra que la suya, porque Él es la gloria encarnada del Padre.

La dignidad de Cristo supera la de los ángeles, de Moisés, de Aarón y de todo el sistema levítico. Mientras los antiguos sacerdotes ofrecían sacrificios repetidos e ineficaces, Cristo “se ofreció una vez para siempre, habiendo obtenido eterna redención” (Heb. 9:12). En este acto único se concentra todo el honor y la esperanza del pueblo de Dios. La gloria del creyente no consiste en su piedad personal, en sus obras o en sus méritos, sino en la sangre derramada de Cristo que abre camino al trono de la gracia.

El llamado de Hebreos es claro: “mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es el que prometió” (Heb. 10:23). La gloria del cristiano no se mide en riquezas, títulos o reconocimientos, sino en la firmeza con que se aferra al Hijo de Dios. Todo lo demás es hojarasca que el viento lleva; solo Cristo es roca inconmovible.

Hebreos nos recuerda que nuestra carrera no es hacia la fama terrenal, sino hacia el reposo eterno: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Heb. 12:2). Él es el gozo que sostiene nuestra peregrinación, el motivo de nuestra alabanza, y la corona que un día recibiremos no por haber vencido con nuestra fuerza, sino porque “Él venció”.

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2 months ago
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unaVidaReformada
Aprende a vivir CONTRACORRIENTE

Cuando el Señor plantó a Israel en la tierra prometida, no solo le dio límites geográficos, sino fronteras espirituales y culturales. Les dijo con claridad: “No haréis alianza con ellos ni con sus dioses” (Éx. 23:31-33). La advertencia era clara: el peligro no estaba solo en los ejércitos de los pueblos vecinos, sino en sus dioses falsos, sus costumbres corruptas y su cultura idólatra. El pueblo de Dios debía ser diferente, un pueblo santo, consagrado, separado para Él.


Detrás de este mandato estaba el celo santo de Dios. Un celo que no tolera rivales, pues la idolatría es adulterio espiritual: quebrantar el pacto y escoger la infidelidad en lugar de la consagración al Señor (Éx. 34:12-16). Este celo no es capricho, sino amor protector: Dios sabía que si su pueblo se mezclaba con las prácticas de las naciones, terminaría esclavizado por ellas, intercambiando la gloria del Dios vivo por baratijas paganas.


Y lo que Dios exigió a Israel sigue siendo su demanda para nosotros hoy. Los cristianos no somos llamados a mimetizarnos con el mundo, ni a copiar sus hábitos de frivolidad, mundanalidad y carnalidad. Somos llamados a una vida contracultural, a caminar a contracorriente, a ser “pueblo santo, adquirido por Dios” (1 P. 2:9).


El autor de Hebreos nos recuerda que esta santidad a contracorriente se enmarca en el Nuevo Pacto, y nos presenta tres dimensiones de la obra de Dios en su pueblo: rescatar, educar y separar.


Los mandatos del Señor no son una carga que lamentar, sino una luz que guía y protege. Son como las barandas en un puente estrecho: no limitan, sino preservan la vida. Y si bien el camino de la santidad es estrecho y cuesta arriba, es el único que conduce a la vida.


No hay lugar para neutralidades ni medias tintas: “El que es amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Stg. 4:4). Ser amigo de Dios es declararse adversario del pecado, del engaño y de la corriente de este mundo.


Así que, hermano en Cristo, recuerda: la santidad no es un lujo opcional, sino la identidad misma del pueblo de Dios. Ser santo es caminar contra la corriente, pero no lo hacemos solos: caminamos con Cristo, el Capitán de nuestra salvación, quien ya venció al mundo.

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2 months ago
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unaVidaReformada
Mantente fiel al PACTO

"Y guardaré mi pacto contigo, y tú sabrás que yo soy Jehová" (Ezequiel 16:62)


La vida cristiana no es un acuerdo entre iguales, sino la respuesta humilde y gozosa a la iniciativa de un Dios que, desde la eternidad, determinó salvar a un pueblo para la gloria de Su Nombre. Este compromiso se llama Pacto de Gracia, y su Mediador es Jesucristo, el Esposo fiel que vino a rescatar, purificar y preservar a Su Iglesia hasta el día de la consumación. Guardar el pacto es vivir en dependencia, gratitud y obediencia a Él.


1. Dios tomó la iniciativa.

No fuimos nosotros quienes buscamos el pacto; fue Dios quien, en soberanía, nos buscó y nos amó primero (1 Jn. 4:19). La gracia no es una puerta que nosotros abrimos, es un brazo que nos levanta de entre los muertos y nos lleva al hogar del Padre. “Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo” (Lev. 26:12) no es un contrato negociado, sino un decreto firmado con sangre en la cruz. Nuestra fidelidad es siempre respuesta a Su fidelidad primera.


2. Dios no es polígamo.

En todo el plan de redención, Dios no ha tenido “muchos pueblos” separados, cada uno con su camino de salvación. Desde Abraham hasta la Iglesia glorificada, hay un solo rebaño y un solo Pastor (Jn. 10:16). La historia de la redención es la historia de un Esposo fiel que no divide Su amor entre rivales; Él unió a judíos y gentiles en un solo cuerpo bajo Cristo (Ef. 2:14-16). Guardar el pacto es vivir conscientes de nuestra unidad en Él.


3. El amor de Dios NO es incondicional.

Es cierto: no podemos ganarnos el amor de Dios. Pero también es cierto: Su amor demanda santidad. El Pacto de Gracia no es licencia para pecar, sino poder para obedecer (Tit. 2:11-12). Cristo no murió para que fuéramos neutrales, sino para que caminemos en “nueva vida” (Rom. 6:4). Un pacto sin obediencia es traición; una gracia que no transforma es una falsificación.


4. El patriarcado DIVINO bendice, no oprime.

En un mundo que sataniza la autoridad, el señorío de Cristo se presenta como refugio y no como yugo opresor. El Pacto de Gracia nos recuerda que Dios es Padre y Esposo, proveedor y protector. Su autoridad es la de un Pastor que pone Su vida por las ovejas (Jn. 10:11). Vivir bajo Su gobierno no aplasta, sino que eleva; no esclaviza, sino que libera.


5. Cristo vino por una esposa, no por una meretriz.

El pacto no es un noviazgo informal; es un matrimonio eterno. Cristo no busca una esposa adúltera que coquetee con el mundo, sino una Iglesia “gloriosa, sin mancha ni arruga” (Ef. 5:27). Guardar el pacto implica rechazar toda infidelidad doctrinal, moral y espiritual. Él pagó con Su sangre por una novia santa, y no la compartirá con ídolos.


Una boda en preparación.

El Cordero volverá pronto por su esposa, la Iglesia: santa y bendita. Guardar el pacto no es cargar una cadena, sino portar un anillo de compromiso con el Rey de reyes. Significa vivir cada día recordando que Él es nuestro Dios y nosotros somos Su pueblo. Y como esposa amada, la Iglesia responde con devoción, pureza y gratitud, porque su Esposo es fiel y digno.

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2 months ago
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unaVidaReformada
mirando la vida desde la perspectiva de Dios