
La Escritura no deja espacio para el suspenso: los “últimos tiempos” no son una era futura de robots, guerras nucleares o microchips diabólicos. No. La cuenta regresiva comenzó con el nacimiento, la muerte y la resurrección de Cristo. Desde la encarnación del Verbo eterno, el reloj del fin empezó a marcar sus compases.
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” Hebreos 1:1–2
El autor de Hebreos, con admirable claridad, dice que “en estos postreros días” —no en un futuro apocalíptico distante, sino en su presente— Dios habló “por el Hijo”. En otras palabras, la venida de Cristo fue el inicio del fin, el amanecer del día que pondrá fin a las tinieblas. Lo que muchos llaman “época de la Iglesia” o “era de la gracia” no es un paréntesis improvisado, sino la etapa culminante del plan redentor. Vivimos en la cuenta regresiva, pero no hacia el desastre, sino hacia la consumación de todas las cosas en Cristo (Efesios 1:10).
EL SERMÓN QUE JESÚS NO TERMINÓ
En la sinagoga de Nazaret, Jesús se levantó a leer el rollo del profeta Isaías. Eligió el pasaje que nosotros conocemos como Isaías 61:1–2: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová… a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro” - Pero el evangelio de Lucas nos presenta una pausa intencional. Jesús cerró el libro antes de leer la frase “y el día de venganza del Dios nuestro” (Lucas 4:19–20). No fue descuido, sino con toda intención - Cristo marcó así una división entre el “año agradable” y el “día de venganza”. El primero comenzó con su ministerio terrenal y aún sigue vigente; el segundo espera su regreso glorioso. Entre ambos se extiende el largo año de la gracia, el jubileo espiritual que anuncia libertad, perdón y reconciliación con Dios.
La interrupción de la lectura fue una proclamación profética: todavía es tiempo de arrepentirse. La guillotina del juicio no ha caído porque la paciencia del Señor “es para salvación” (2 Pedro 3:15). Pero ese silencio tiene fecha de caducidad.
EL AÑO AGRADABLE DEL SEÑOR
Llamamos “año agradable del Señor” a este tiempo en que la puerta de la misericordia sigue abierta. Es la era del evangelio, el tiempo de la misión, la hora de las buenas nuevas. El Hijo reina desde su trono celestial y extiende su cetro de gracia sobre las naciones, llamando a los hombres a reconciliarse con Dios.
El apóstol Pablo lo expresó con urgencia: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.” (2 Corintios 6:2) - Cristo no retarda su venida por negligencia, sino por compasión. Aún hay ovejas perdidas que deben ser traídas al redil. Este es el año prolongado de misericordia y perdón, cuando los cautivos son libertados y los ciegos ven. Pero llegará el punto final. El “día de la venganza” no fue cancelado, solo pospuesto.
EL DÍA DE VENGANZA: EL JUICIO FINAL
Cuando el Señor regrese —no como Cordero manso, sino como León supremo, la era de la gracia dará paso al día de la justicia. Lo que hoy parece impunidad, entonces será juicio. Las lágrimas de los santos serán secadas, y las risas burlonas de los impíos, silenciadas - “Porque vendrá el día de Jehová de los ejércitos sobre todo soberbio y altivo, y sobre todo el que se ensalce, y será abatido.” (Isaías 2:12) - No habrá escapatoria ni apelación. El tribunal estará presidido por Aquel que fue crucificado. Y los que hoy menosprecian su cruz enfrentarán su corona. Sin embargo, para el creyente, ese mismo día será la aurora de la alegría eterna. Lo que para unos será el fin de toda esperanza, para otros será el principio de toda dicha.