Después de años de ministerio, de sembrar iglesia en más de veinte ciudades, y de acercar tanta gente a Cristo, Pablo de nuevo percibe un cambio de dirección. Hemos visto que en distintos momentos, el viento del Espíritu cambia, y Pablo responde caminando por donde Cristo lo guíe. Ahora su camino se dirige hacia Jerusalén, donde ya no tiene certezas ni seguridades. Esto es la vida de un apóstol, siempre en camino, guiado por el Espíritu; consciente de que este camino pasa por las fauces de las instituciones religiosas y las autoridades políticas.
Volvemos a la comunidad de Filipo después de varios años y bajo circunstancias distintas: Pablo escribe desde una cárcel en Éfeso. Pablo empieza a llamarse un prisionero por el evangelio, porque dentro y fuera de una cárcel, ha entregado su libertad totalmente a la obediencia del evangelio. Por eso se siente tan libre, porque sabe que esa libertad para amar que adquirió en Cristo no puede ser atrapado por ninguna estructura o esquema humano. Pablo es el esclavo de quien se hizo esclavo para liberar a los que no se sabían esclavos de la ley y del pecado.
Mucha de la teología cristiana pasa a través de la pluma de Pablo. Es innegable que este apóstol misionero nos tradujo su experiencia de Jesús en su predicación en las ciudades que visitaba y en las cartas que mandaba. Vemos en Éfeso un deseo creciente para la unidad, tanto de mente como corazón. Pablo hace eco de la oración de Jesús, “que sean unos, como tu y yo somos unos.” Mientras se iba difundiendo el evangelio por muchas partes, Pablo entendió que el cuerpo místico, más que nunca, necesitaba unidad de cara a las divisiones internas y amenazas externas.
En esta carta, Pablo expone su vulnerabilidad y sufrimiento, no como una señal de debilidad, sino como una prueba de la gracia y misericordia de Dios en su vida. El apóstol explica que su ministerio no está basado en su fuerza personal o en la elocuencia, sino en el poder de Dios que se manifiesta en su debilidad. Nos ofrece un vistazo íntimo al alma de Pablo como pastor. Con amor paternal, corrige a la comunidad, los exhorta a la reconciliación y les pide que mantengan su fe firme en medio de las dificultades. A través de sus palabras, Pablo no solo defiende su ministerio, sino que también revela el inmenso amor y sacrificio que caracteriza a un verdadero pastor comprometido con el bienestar espiritual de su rebaño.
Los efesios prefieren echar a Pablo de su ciudad en vez de escuchar el mensaje. De hecho, con sus gritos, quieren ahogar la pequeña voz de Dios. Los gritos en este libro de los Hechos de los Apóstoles (y en toda la Biblia) son importantes. En fin de cuentas, la humanidad grita, como en esta escena, todos a una y por un tiempo extendido. Aunque claman por su idolo, en el fondo, claman por un padre, un salvador, una figura, que les dará seguridad, amor, y confianza. Este es Dios, y pacientemente escucha nuestros gritos, y a su tiempo y cuando nosotros estamos listos, con su pequeña voz nos anuncia su amor con la unica palabra que nos salva: Jesús.
La llegada de San Pablo a Éfeso marcó uno de los momentos más significativos de su labor misionera. Éfeso, una de las principales ciudades del Imperio Romano en Asia Menor, era un importante centro comercial, cultural y religioso, conocido por el majestuoso Templo de Artemisa, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Al llegar a la ciudad, San Pablo se encontraba con una mezcla de determinación y humildad, consciente de los desafíos que enfrentaría en su misión evangelizadora, pero confiado en la guía del Espíritu Santo. Pablo ya había intentado predicar en Éfeso anteriormente, pero fue hasta su tercer viaje misionero cuando su llegada fue más fructífera.
Primera Carta a los Corintios
Como hemos visto, la relación de Pablo con esta comunidad de Corinto. Se percibe una relación difícil y Pablo no entró con el mismo fuego, y quizás por eso duró más tiempo en aquella ciudad. Pablo dice, “Es más, me presenté ante ustedes con tanta debilidad que temblaba de miedo.” (1 Corintios 2:3) Hoy contemplamos una carta compleja, llena de regaños, cariños, y expresiones teológicas, donde el carácter complejo del apóstol Pablo se deja ver. En fin de cuentas, el apóstol lleva su humanidad con él, y eso conlleva sus limitaciones. Pero para alguien que tiene su fe en Cristo, el amor supera toda limitación.
Pablo en Corinto
Después de un discurso épico delante de los atenienses, Pablo se mueve de nuevo. Quizás Pablo entiende que Atenas no es el lugar donde el Espíritu Santo le está guiando. Por primera vez, no lo corren de una ciudad, pero la falta de rechazo no es motivo para quedarse en Atenas. Cerca de Atenas está la gran metrópolis de Corinto. Pablo solo quería visitar esa ciudad brevemente para poder regresar a Tesalónica, a su comunidad que tanto quería. En vez de irse rápido, Pablo echó raíces, y allí inició una iglesia que iba a marcar la historia del cristianismo para siempre.
Pablo predica en Atenas
Pablo ahora se enfrenta a un nuevo reto en el corazón de la cultura griega. Movidos por curiosidad pero al mismo tiempo sospecha, el pueblo de Atenas no sabe qué pensar de este predicador apasionado, agudo, y alegre. En esta meditación el retrato de Pablo se enfoca un poco más y nosotros podemos aprender que nuestra historia personal siempre cabe y se suma a la gran historia de Dios.
Cartas a los Tessalonicenses
Pablo y Silas han encontrado acogida y rechazo en tantos lugares. Pero el corazón del apóstol se ancla en ciertas comunidades con un espíritu de cariño y amor. Movido por su solicitud paterna, Pablo escribe una carta a su joven comunidad que tuvo que abandonar contra su voluntad. Se alegra al ver que el sufrimiento los ha hecho crecer y descubrir el corazón del cristianismo. En esta carta sobre todo vemos el orgullo de un padre que ve que sus hijos avanzan y crecen cada día más en la libertad de la cruz y resurrección de Cristo.
Problemas en Tessalonica
Este pasaje bíblico describe las experiencias de Pablo y Silas en su misión evangelizadora por Macedonia, específicamente en Tesalónica y Berea. En Tesalónica, Pablo sigue su costumbre de comenzar la predicación en las sinagogas, donde explica que Jesús es el Mesías prometido en las Escrituras, demostrando que era necesario que padeciera y resucitara. Algunos judíos y muchos gentiles, incluyendo mujeres prominentes, aceptan su mensaje y se convierten al cristianismo. Sin embargo, esta predicación también provoca envidia entre algunos judíos de la ciudad, quienes incitan a una turba y acusan a Pablo y Silas de subversión ante las autoridades romanas.
Encarcelados en Filipos
Este pasaje bíblico narra un acontecimiento significativo en el ministerio de San Pablo durante su estancia en Filipos. En él se nos presenta un episodio de liberación y transformación espiritual: Pablo, al liberar a una joven esclava poseída por un espíritu de adivinación, desencadena una cadena de eventos que lo llevan, junto con Silas, a ser encarcelados injustamente. A pesar de su encarcelamiento y sufrimiento, ambos apóstoles se mantienen firmes en su fe, orando y cantando a Dios en medio de la adversidad. Este acto de fe culmina en un milagro: un terremoto que abre las puertas de la prisión y suelta las cadenas de los prisioneros. El evento provoca la conversión del carcelero y de toda su familia, quienes, impactados por el testimonio de Pablo y Silas, se entregan al Señor y reciben el bautismo.
La Conversión de Lidia
Tradicionalmente dividimos los viajes de Pablo en tres. La iglesia está tratando de asimilar todavía las decisiones del concilio de Jerusalén. Esa decisión fue monumental en muchos sentidos, pero sobre todo porque fue una clara ruptura con el judaísmo. Pero Pablo no estaba hecho para Jerusalén y la administración de la iglesia allí. Pedro por lo tanto, lanza a Pablo de nuevo al campo para seguir con su misión. El Espíritu Santo, a través de obstáculos e inspiraciones, va moviendo el equipo apostolico hacia horizontes más grandes, terrenos nuevos, y retos más difíciles.
Carta de San Pablo a las Galatas
Pablo enriqueció la teología cristiana como ningún otro con sus cartas. En esa primera carta a los Gálatas, Pablo traza las líneas grandes de su pensamiento sobre este nuevo movimiento de cristianos. En las siguientes cartas seguirá desarrollando esas ideas, pero Pablo con amor por su pequeña comunidad escribe para ayudarlos a entender los puntos centrales de esta nueva vida en Cristo.
La Carta del Consejo
El asunto que tanto confundía los corazones de varias comunidades ahora se ve resuelto. La comunidad aprendió tanto en el proceso y en el camino. Aquí vamos a meditar una escena que concluye con la decisión definitiva de Jerusalén, pero lo importante no es una decisión sobre el tema de circuncisión, sino como la comunidad creció cuando todos tenían la posibilidad de contribuir hacia el proyecto común. En vez de encerrarse cada uno en su ideología, cada quien se dejó conformar una vez más la mente al corazón de Cristo, donde todos caben.
El Consejo en Jerusalén
Por más que queremos meter debajo de la alfombra ciertos problemas, solo siguen creciendo hasta explotar. La joven comunidad cristiana no pudo ahorrarse esta dinámica humana, sobre todo porque el momento de ruptura con el pasado, con las formas antiguas de la religión judaica, llegó a su culmen. Cristo había traído una nueva forma de pensar, pero los apóstoles tardaron en integrar esa nueva visión. Era hora de pasar de las imposiciones arcaicas de la alianza antigua a la plenitud de la Nueva Alianza.
Pablo y Bernabé en Listra
En el camino del apóstol, vemos cómo Dios va moldeando detalladamente y purificando pacientemente el corazón. Pablo ahora ha entrado en territorio nuevo para él, la ciudad de Listra. Pablo va aprendiendo cómo predicar el evangelio a audiencias distintas. Dios va sembrando en su corazón la lección compleja de todo apóstol cristiano; el ciclo de morir a sí mismo e inclusive morir por lo demás para que tengan vida, “En verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo; pero si muere, produce mucho fruto.” (Juan 12:24)
Pablo en Iconio
Después de un aparente fracaso en Pisidia de Antioquía, Pablo y Bernabé pasan a la siguiente ciudad: Iconio. Encontramos la misma esperanza en sus corazones que vemos en otras escenas de la Biblia: la esperanza en la providencia de Dios. Este par de apóstoles van entendiendo que la eficacia de su misión depende del Padre, y a ellos les toca esparcir la semilla. Pablo luego va a escribir, “Yo sembré, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Así que no cuenta ni el que siembra ni el que riega, sino sólo Dios porque es quien hace crecer.” (1 Corintios 3:6-7)
Pablo en Pisidia de Antioquía
Pablo y Bernabé dejan Chipre con mucha alegría y esperanza y entran en territorio desconocido. Aunque los Romanos habían mejorado mucho las calles y sistemas de transporte, viajar hace dos mil años siempre era un riesgo. Pero para los apóstoles, estos viajes eran en sí mismos proféticos; el reino de Dios ha llegado. Cualquier riesgo en el viaje era pequeño en comparación al riesgo que implicaba renunciar a las estructuras antiguas y volver a ser como niño. Dejar lo que conocemos para abrazar lo desconocido; Cristo invitaba a sus fieles a entrar en el reino de los Cielos, y esto implica salir de tantos otros pequeños reinos.
Hemos visto momentos esporádicos cuando el evangelio trasciende las fronteras de Israel. No podemos hacernos ilusiones, Pablo no era un hombre perfecto, e iba a ser rechazado en muchos lugares. Pero nada le podía quitar la convicción de que si Jesús se había manifestado en su vida, nada impedía que Pablo pudiera convertirse en esa manifestación del poder de la resurrección en la vida de muchas personas. Roto y débil sí, pero a través de las grietas de este equipo apostolico iba a deslumbrar la luz del evangelio.