
La llegada de San Pablo a Éfeso marcó uno de los momentos más significativos de su labor misionera. Éfeso, una de las principales ciudades del Imperio Romano en Asia Menor, era un importante centro comercial, cultural y religioso, conocido por el majestuoso Templo de Artemisa, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Al llegar a la ciudad, San Pablo se encontraba con una mezcla de determinación y humildad, consciente de los desafíos que enfrentaría en su misión evangelizadora, pero confiado en la guía del Espíritu Santo. Pablo ya había intentado predicar en Éfeso anteriormente, pero fue hasta su tercer viaje misionero cuando su llegada fue más fructífera.