
Después de años de ministerio, de sembrar iglesia en más de veinte ciudades, y de acercar tanta gente a Cristo, Pablo de nuevo percibe un cambio de dirección. Hemos visto que en distintos momentos, el viento del Espíritu cambia, y Pablo responde caminando por donde Cristo lo guíe. Ahora su camino se dirige hacia Jerusalén, donde ya no tiene certezas ni seguridades. Esto es la vida de un apóstol, siempre en camino, guiado por el Espíritu; consciente de que este camino pasa por las fauces de las instituciones religiosas y las autoridades políticas.