Hoy cerramos la tercera bienaventuranza: “Bienaventurados los mansos”. La mansedumbre no es debilidad, es poder bajo control, fruto de un corazón rendido a Dios. Aprendemos cómo vivir con un espíritu apacible, capaz de reflejar la humildad de Cristo.
En este devocional aprendemos cómo la mansedumbre no es debilidad, sino la respuesta correcta ante un Dios santo. Jesús nos muestra que el reino pertenece a los humildes, no a los autosuficientes.
Hoy reflexionamos sobre la mansedumbre de Cristo y cómo sus caminos, tan diferentes a los del mundo, nos enseñan a confiar en el plan perfecto de Dios. Acompáñanos en este devocional y deja que su Palabra transforme tu vida.
Hoy hacemos una pausa en nuestra serie sobre las bienaventuranzas para meditar en un versículo poderoso: Génesis 1:1 — “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Reflexionamos sobre las tres primeras palabras de la Biblia: principio, creó y Dios, descubriendo verdades profundas sobre el origen eterno de todo. “Principio” no se refiere a un punto en el tiempo, sino a un comienzo eterno más allá de lo comprensible. El verbo “creó” (bará, en hebreo) nos revela que Dios creó todo desde la nada, solo con su palabra. Y el nombre “Dios” (Elohim) nos muestra la presencia misteriosa de la Trinidad desde el inicio. Estas verdades nos afirman que no somos fruto del azar, sino de un diseño divino lleno de propósito. Escucha este devocional y maravíllate con la grandeza del Creador. Que esta reflexión fortalezca tu fe y te recuerde que Dios tiene el control desde el principio… y hasta el fin.
En este devocional del viernes 25 de julio, día de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica, reflexionamos sobre la tercera bienaventuranza: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5). Se nos recuerda que la mansedumbre no es debilidad, sino una virtud profundamente ligada a la humildad y al carácter de Cristo. A través de un recorrido histórico, desde la dominación romana hasta las expectativas mesiánicas del pueblo judío, entendemos cómo el Reino de Dios contrasta radicalmente con las estructuras políticas y militares. Jesús, el verdadero Rey, no vino a establecer un dominio terrenal, sino un Reino espiritual basado en la justicia, la paz y la mansedumbre. El llamado de hoy es a rechazar la arrogancia del mundo y vivir como verdaderos ciudadanos del Reino de los Cielos, siguiendo el ejemplo de Cristo, manso y humilde de corazón.
Este miércoles 23 de julio reflexionamos profundamente sobre la segunda bienaventuranza de Mateo 5:4: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.” No se trata de un llanto cualquiera, sino del quebranto por el pecado y la desobediencia. A través de las historias contrastantes de Judas y Pedro, comprendemos la diferencia entre remordimiento y arrepentimiento genuino. Judas sintió pesar, pero no se volvió a Dios; Pedro, en cambio, lloró amargamente y fue restaurado. Dios no sugiere el arrepentimiento, lo exige. El verdadero cristiano no se justifica, se quebranta ante la santidad divina. También exploramos Romanos 7, donde Pablo describe la lucha constante con el pecado, y cómo la victoria solo llega por medio de Jesucristo. Este devocional nos llama a no confiar en nuestras fuerzas, sino a depender completamente de la gracia redentora de Dios. Que hoy podamos llorar con propósito… y hallar consuelo eterno.
Este martes 22 de julio, continuamos reflexionando en la segunda bienaventuranza de Mateo 5:4: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.” Pero no se trata de cualquier llanto, sino del dolor sincero por el pecado propio, una tristeza santa que nos lleva al arrepentimiento y a la misericordia de Dios. El pastor nos alerta sobre cómo la iglesia moderna ha perdido el verdadero sentido del pecado, minimizándolo o silenciándolo, cuando la Escritura lo llama por su nombre. En este mensaje se nos llama a rechazar la frivolidad y el humor que se burla de lo sagrado, y a volver como el hijo pródigo, reconociendo nuestra necesidad de Dios. El consuelo no es una promesa vacía, es la respuesta divina al corazón que se quebranta por su condición espiritual. Lloremos por lo correcto… y recibamos la paz verdadera que solo Cristo puede dar.
En este devocional de lunes 21 de julio, reflexionamos sobre el paso acelerado del tiempo y la importancia de vivir cada día con conciencia y gratitud. El pastor nos recuerda que cada uno dará cuenta a Dios por su propia vida, y nos invita a meditar en la segunda bienaventuranza: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.” Con el ejemplo del rey David y su arrepentimiento genuino en el Salmo 51, entendemos que hay un llanto aprobado por Dios, un sufrimiento que purifica y transforma. El mundo evita llorar y prefiere aparentar alegría, pero la verdadera bendición está en reconocer nuestro pecado y buscar el consuelo divino. No hay gozo más profundo que el de ser perdonado. Hoy, Dios te llama a humillarte, a llorar si es necesario, y a recibir su consuelo. Que esta semana inicie con un corazón sincero delante de Él.
En este devocional, seguimos explorando la segunda bienaventuranza: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4). A través de ejemplos bíblicos como David y Job, el pastor nos guía a comprender que este llanto no es cualquiera, sino uno profundo, sincero, fruto de reconocer nuestra bancarrota espiritual. Este tipo de llanto —que el griego define como el más intenso y desgarrador— refleja un corazón quebrantado ante Dios. El mundo no entiende cómo alguien que llora puede ser feliz, pero el reino de Dios opera en lógica celestial: los que se reconocen como mendigos espirituales son los que son verdaderamente consolados. También se nos exhorta a evitar las pausas espirituales que enfrían nuestra fe y abrir nuestro corazón a una transformación real. Solo quienes se lamentan por su pecado son restaurados por la gracia divina. ¿Tienes ese llanto hoy?
En el devocional de hoy reflexionamos sobre la segunda bienaventuranza: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4). A través del ejemplo del rey David y su hijo Absalón, exploramos la diferencia entre el llanto humano impulsado por la culpa, el dolor emocional y la pérdida, y el llanto sagrado que nace del arrepentimiento verdadero. Solo el sufrimiento que proviene de reconocer nuestro pecado y volvernos a Dios produce vida, consuelo y restauración. La tristeza según Dios —como enseña 2 Corintios 7:10— produce un arrepentimiento que lleva a la salvación. ¿Qué clase de llanto hay en tu vida hoy? Que el Espíritu Santo nos ayude a llorar por lo que realmente importa: nuestro pecado y nuestra necesidad de su gracia. ¡Dios te bendiga ricamente!
En este conmovedor mensaje, reflexionamos sobre la bienaventuranza “Bienaventurados los que lloran” y exploramos dos tipos de sufrimiento: uno que Dios permite para formar nuestro carácter y acercarnos a Él, y otro que nace de la codicia, el apego enfermizo o la falta de fe. A través de ejemplos bíblicos —como Abraham, Jeremías, Pablo, Timoteo, y la mujer que lavó los pies de Jesús con lágrimas— se revela cómo el llanto puede ser una válvula espiritual de sanidad y consuelo. Pero también se nos advierte del peligro del sufrimiento insensato que envenena el alma y detiene nuestro caminar. Un mensaje claro, pastoral y profundo que nos llama a soltar el pasado y permitir que nuestras lágrimas nos lleven de vuelta al corazón de Dios.
En este devocional, el pastor Martín Castillo nos introduce a la segunda bienaventuranza de Mateo 5:4: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.” Pero ¿a qué llanto se refiere Jesús? No se trata de cualquier tristeza, sino del llanto por el pecado, del quebrantamiento genuino que nace del arrepentimiento. A través de ejemplos claros y citas como 2 Corintios 7:10 e Isaías 40:1-2, se revela que sólo este tipo de dolor produce vida, consuelo y restauración. También nos recuerda que el mundo huye del dolor y busca placer, pero Jesús promete consuelo a quienes lloran con humildad ante Dios. En un mundo que glorifica la risa superficial, Cristo exalta la tristeza santa que lleva a la salvación. ¡Escucha este mensaje profundo y encuentra consuelo verdadero en tu relación con Dios!
En este poderoso devocional, el pastor Martín Castillo concluye su reflexión sobre Mateo 5:3: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” Se nos revela que esta promesa no es futura únicamente, sino también presente. El Reino de Dios es una realidad para quienes dependen totalmente del Señor. A través de una enseñanza clara y bíblica, el pastor nos advierte sobre errores históricos como el monasticismo y la falsa espiritualidad, y nos entrega tres principios para vivir en pobreza de espíritu: mirar solo a Dios, matar de hambre nuestra carne y pedir humildemente como el publicano. Solo así podemos disfrutar del Reino hoy y por la eternidad. Un mensaje de humildad, gracia y verdadera dependencia espiritual que transforma el corazón y eleva nuestra mirada hacia Cristo. ¡Escúchalo y compártelo con otros!
En el devocional de hoy, el pastor Martín Castillo profundiza en la enseñanza de Mateo 5:3 y cómo la verdadera pobreza espiritual nos lleva a depender completamente de Dios. A través de la contraposición entre la Ley de Dios (la Torá) y la Ley talmúdica (reducida a conveniencia), se nos advierte contra el peligro de adaptar la Palabra para nuestro beneficio. Jesús no vino a simplificar la ley, sino a cumplirla, y nos llama a ser “perfectos como nuestro Padre celestial” (Mateo 5:48), algo humanamente inalcanzable, pero posible gracias a la obra de Cristo. El mensaje resalta que no es por obras ni por religiosidad exterior que alcanzamos justicia, sino por gracia, humildad y dependencia del Espíritu Santo. Este poderoso devocional nos recuerda que solo los pobres en espíritu pueden disfrutar del Reino de Dios. Una enseñanza directa, profunda y relevante para este tiempo. ¡No te lo pierdas!
En este conmovedor devocional, el Pastor Martín Castillo continúa explorando el profundo significado de ser “pobre en espíritu” (Mateo 5:3). A través de ejemplos bíblicos como Gedeón, Moisés, David, Pedro y Pablo, nos muestra cómo Dios elige y utiliza a aquellos que reconocen su incapacidad, debilidad y necesidad de Su gracia. Lejos del orgullo, esta pobreza espiritual es una actitud de total dependencia de Dios. También se nos recuerda cómo figuras históricas como San Agustín y Martín Lutero no conocieron a Dios hasta vaciarse de su autosuficiencia. Ser pobre en espíritu no es resignarse, es el principio del verdadero poder: cuando nos rendimos, Dios nos llena. Este mensaje desafía el pensamiento moderno de autosuficiencia, y nos llama a vivir en humildad para ser verdaderamente bendecidos y útiles en las manos del Señor. Una enseñanza urgente, poderosa y transformadora para todos los creyentes.
En este poderoso devocional, el Pastor Martín Castillo continúa profundizando en Mateo 5:3: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” Nos recuerda que esta pobreza no es material, sino una condición del alma, una total dependencia de Dios, un clamor del corazón que reconoce su miseria espiritual. Con ejemplos bíblicos como el publicano y el fariseo en Lucas 18, se nos muestra el contraste entre la arrogancia y la verdadera humildad que toca el corazón de Dios. También se citan textos clave como Salmo 138:6, Isaías 6 y Génesis 32, ilustrando cómo Dios usa a los humildes: a Jacob, a Isaías, al publicano arrepentido. En un mundo que celebra la autosuficiencia, este mensaje nos llama a inclinarnos en humildad y reconocer nuestra necesidad del Señor. La verdadera felicidad, dice el pastor, no es para los fuertes ni famosos, sino para los que tiemblan ante Su palabra.
En este devocional, el Pastor Martín Castillo profundiza en la primera bienaventuranza de Mateo 5:3: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” A través de una explicación rica en contenido bíblico y etimológico, se nos enseña que “pobre en espíritu” no significa pobreza material, sino una profunda humildad interior, el reconocimiento de nuestra miseria espiritual y la total dependencia de Dios. Se expone el contraste entre las palabras griegas penés (quien trabaja para vivir) y ptojós (el mendigo que no tiene nada), para enfatizar que Jesús se refiere al que está completamente vacío de sí mismo. Se citan Isaías 66:2, Salmos 34:18 y 51:17, y se ilustra con la parábola del fariseo y el publicano en Lucas 18. El mensaje es claro: solo quien se humilla será enaltecido. Un llamado a vivir con un corazón contrito, reconociendo nuestra necesidad absoluta de Dios.
En esta mañana de miércoles, el Pastor Martín Castillo nos anima a comenzar el día agradeciendo a Dios por un nuevo amanecer y por Su fiel cuidado. El devocional se centra en Mateo capítulo 5, donde Jesús nos muestra el verdadero camino a la felicidad a través de las bienaventuranzas. A lo largo de este pasaje, el Señor utiliza la palabra “bienaventurado” —que significa feliz o dichoso— para describir a quienes viven conforme a los principios del Reino de Dios. A diferencia de la felicidad que el mundo ofrece, basada en lo material o temporal, Jesús nos presenta una dicha profunda, interna y duradera. El Pastor nos recuerda que esta felicidad no depende de las circunstancias, sino de una relación genuina con Dios. Es un llamado a reenfocar nuestra vida espiritual y buscar esa alegría que solo el Señor puede dar.
En este devocional, el Pastor Martín Castillo nos guía al comienzo del poderoso Sermón del Monte, enfocándose en Mateo 5:3: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” Esta es la primera de las nueve bienaventuranzas, y Jesús la establece como la base de una vida espiritual auténtica. Ser pobre en espíritu no significa pobreza material, sino reconocer nuestra profunda necesidad de Dios, nuestra bancarrota espiritual sin Él. Este mensaje nos recuerda que el Reino de los Cielos pertenece a los que se humillan ante el Señor, a los que dependen completamente de su gracia y misericordia. El Pastor Martín nos anima a comenzar cada día reconociendo nuestra necesidad de Dios, buscando Su presencia con humildad y gratitud. Es un llamado a volver a la base del Evangelio: solo los humildes heredan el Reino.