
Este martes 22 de julio, continuamos reflexionando en la segunda bienaventuranza de Mateo 5:4: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.” Pero no se trata de cualquier llanto, sino del dolor sincero por el pecado propio, una tristeza santa que nos lleva al arrepentimiento y a la misericordia de Dios. El pastor nos alerta sobre cómo la iglesia moderna ha perdido el verdadero sentido del pecado, minimizándolo o silenciándolo, cuando la Escritura lo llama por su nombre. En este mensaje se nos llama a rechazar la frivolidad y el humor que se burla de lo sagrado, y a volver como el hijo pródigo, reconociendo nuestra necesidad de Dios. El consuelo no es una promesa vacía, es la respuesta divina al corazón que se quebranta por su condición espiritual. Lloremos por lo correcto… y recibamos la paz verdadera que solo Cristo puede dar.