SOPHIS — (entra a escena desorientada, buscando a sus amigos) Abraxas, An-Ki. BEL AN-KI — (solo se escucha la voz grave, profunda y serena) Estoy aquí su alteza Sophís... Abraxas. ABRAXAS — (entra a escena desde el otro extremo) Gracias por venir, amigos míos.
— Señor… lo hemos encontrado —dijo un soldado infernal a Bóreas, quien, preocupado, se levanta como resorte de la silla. — ¿Dónde lo hallaron? — El cuerpo fue encontrado por la princesa Innana… en los montes Urales — ¿Ajá? Continua.
La historia del diluvio es una de las más populares, impresionan[1]tes y comunes entre culturas, pero nadie sabe la pesadilla que vivieron pueblos enteros sin comida, sin agua para beber, en ocasiones a la inclemencia del frio o de las terribles olas, incomunicados.
Tormentas eléctricas azotaron los mares.
Veinticinco navíos nórdicos anclaron en el norte de Europa; en el norte de América, cerca de Arizona, un barco de fina madera, con enormes serpientes talladas a los costados de la nave también tocaba la playa.
Cada ser, llámese humano, humanoide o reptil, tiene su misión y su objetivo en este vasto universo.
Aquí, donde estamos parados, el pasado y el presente no existen. El espacio no tiene dimensión y el universo nos grita que somos parte de él de una manera que quizá no podamos asimilar.
Tú, no eres solamente rigeliana. Eres un aspecto de la Gran Fuente con personalidad, carácter…
— Con cuidado. Pueden verte los oscuros. — No te preocupes An-Ki, cuida mi espalda. No demoraremos más de lo necesario. —… — ¿Aurora? ¡Aurora! … — ¿Sí? ¿Tú eres…? — Amhi. Arm Amhi.
Por tu mirada, asumo que no me reconoces. No importa. —¡Oh! No. Nada de eso. Por el contrario. Se muy bien quién eres.Eres el maldito que permitió que mi pueblo muriera. — Vaya. La misma boca de tu padre…
Cada líder de las doce familias envió mensajeros para avisar a sus pueblos la noticia de la inundación. Les dieron indicaciones precisas para sobrevivir y rescatar flora y fauna.
Un solo evento universal, doce diferentes pueblos… No todas las familias tuvieron éxito: muchas ciudades quedaron bajo agua.
Elyón fue condenado y encerrado en un calabozo con paredes de hierro. Enki y Hécate llegaron a la Perla Azul. Tlal-Aloch estaba inconsciente en el piso. Tezcatl había retirado su espejo de obsidiana del pecho. Con ambas manos realizaba símbolos en el aire.
—Te Amo —susurró muy quedo, como si hablara consigo mis[1]ma— te amo y no quiero dejar de amarte, lo hagas. Yo también te amo —respondió al susurro el se[1]rafín enamorado, mientras pasaba su brazo bajo la cabeza de la joven, en un tierno abrazo.
En el planeta Sede, Morgana seguía peleando con Elyón. Tropas de lobos, osos, cuervos y ánimas con sed de venganza entrega[1]ron todo por el todo.
Elyón había asesinado a la mayoría de los concejales. En un descuido de Morgana, rescatando a los concejales sobrevivien[1]tes, Elyón le aventó con fuerza su hacha. Morgana volteó, miro con grandes ojos el hacha volando hacia ella y cuando pensaron todos que se incrustaría en su cabeza, el hacha fue detenida por un escudo de acero con el sigilo de Mika-Él.
Ad akaba, tol menarek sek. Ad akaba at lim menak. Trotem at kabera filin ek. Kubarem ek atravinek at tam. Kebara menak Aba[1]re Kebara.” La Semilla emerja como fuerte roble, la Semilla se transforme en fruto y flor. Abrase y transforme la realidad cual se conoce. Que el cubo y yo seamos uno mismo. Dame el poder de hacer y deshacer”— Utuabzu conjuró desde la Perla Azul.
Sin más preámbulo, Adonaios, con propia mano desenvainó su espada y la levantó para cercenar la cabeza de Enki.
Un disparo en la distancia se escuchó y el brazo del concejal se desprendió del cuerpo. Niebla gris entró desde el exterior, rom[1]piendo vidrios de las ventanas, aventando las puertas y quitando obstáculos a su paso. Gemidos, lamentos y frío helado acompa[1]ñó la niebla que se proponía cubrir en su totalidad a Enki, desa[1]pareciendo entre la bruma. En su lugar, lobos feroces aparecieron.
Enki llegó al sistema Alcyone. Llamó su atención la ausencia de guardias en todo el trayecto. Ningún guardia. Ningún arconte. No podía ser tan sencillo y, sin embargo, el acceso estaba libre. Caminaron durante varios días a través de los bosques, reali[1]zando inspecciones de zona, lo que les permitió reconocer el terreno.
Después de veinte días llegaron a la entrada de la ciudad. Unos mercaderes fueron los primeros seres con que se cruza[1]ron. A ellos les compraron vestimentas para los cuarenta y cua[1]tro caminantes, mismas que pagaron con piedras preciosas, oro y plata.
La fuerza arconte entró al sistema opacando el brillo solar en tanto avanzaron a Salvath.
—Chicos… han llegado los invitados —aseveró Sophis desde el cinturón de rocas, protegiendo el radio que comprende desde el sol hasta Artreo.
La muerte ingresó a velocidad del sonido. Los aliados activaron los escudos desde la franja de meteoritos con dispositivos cada doscientos kilómetros
Durante este tiempo, Utuabzu y Elegarias trabajaron poniendo en marcha los dispositivos que se requerían para devolver a los arcontes al Tartarus. Fueron meses de preparación antes de terminar la plataforma de Cholula. Debía estar exactamente en alineación con Artreo, mientras en Egipto restauraron con mucho cuidado las construcciones megalíticas, agregando en la punta de la pirámide mayor un dispositivo metálico esférico
Un lamento largo, un gemido seco. Del charco en el piso, a unos metros de Kamprupaigne, líder orco, un brazo cadavérico salió, buscando donde apoyarse. Segundos más tarde, el otro brazo hizo lo mismo. Ambos se impulsaron para que del charco de agua sucia emergiera un cuerpo sin vida, un cadáver ocupado por energía necro.
Veo que has llevado tu lectura hasta este capítulo. Me gustaría decirte que, con la muerte de los dos traidores, la recuperación de Bóreas y la nueva alianza entre Samael y Enki, nuestra historia se perfila con un final feliz. Una mezcla de amor, terror, misterio, encontró su final después de tantas páginas
Miedo tienen que estemos juntos tú a mi lado, yo al tuyo. Miedo sienten por lo que somos cada uno por su cuenta, ambos en el centro, cual estrella, ambos rodando como locos.
Piensan que nuestro esplendor, estando unidos, los va a irradiar. ¡Se equivocan! No los vamos a iluminar. A este mundo ¡Lo vamos a incendiar!
¿Estás de acuerdo? —cerró la conversación Abraxas. —Si, su majestad. Así lo haré —respondió Sophis, mientras re cibía de manos del poderoso, un dije de oro con un trisquel en trelazado a un círculo. El dije contenía inscritas runas nórdicas, sigilos mágicos de procedencia arconte y sellos abraxianos
En la isla de Itaca, escondido de los sabuesos arcontes, en me dio de la salvaje fauna, Bóreas se había recuperado física y emocionalmente. Utu, con ayuda del soldado nórdico, logró bajar a Bóreas del ár bol en que se había atorado. Con la sangre en la cabeza durante nueve días, fue un milagro que aun tuviera pulso.
En la cordillera de los andes, pese el extremo frío, un ser de piel dorada descendió cubierto sólo con una túnica. Sus pasos se hundieron en el hielo. El hombre miró sus piernas cubiertas has ta la rodilla y se elevó un poco, hasta ajustar el nivel de la nieve y caminó sobre ella. Caminó unos días hasta encontrar el valle de nazca. Cuando se encontró en medio de las figuras talladas en la tierra, de sus ropas sacó una bolsita de piel que contenía huesos de arconte. Encendió una fogata, trazó su sigil y aventó a la fogata una mezcla de pirul, artemisa y amapola. Tomó unos hongos y los machacó lo suficiente para hacer una pasta con ceniza y sangre. Con esa pasta dibujó unos símbolos en su cara.