Una película que la presencia de Anthony Hopkins puede llevar a sobrevalorar y que, más allá de sus virtudes, desnuda la procedencia teatral de su director, Florian Zeller.
Puede que se diga que ante esta película deben cerrarse los ojos para escuchar... pero no. Vale por sí misma, por Gary Oldman y por la trama. Y teniendo en cuenta que el peso del genio pesa mucho y condiciona, el film aporta lo suyo, subrayando la paradoja de un genio que, al cabo de su trágica vida, nos regala La Oda a la Alegría.
El cine recién salía de su período silente, cuando diciembre, en dos continentes, aportó dos de sus directores más talentosos.
Allen partido de la humorada para llegar a ser el principal fisgón de las clases medias del mundo. Godard, el revoltoso de la Nouvelle Vague, fue de la rebeldía de sus primeros films al ensayo filosófico que nutre sus últimas obras.
Nos despedimos hasta el 2021, cuando volvamos con la Temporada 2.
1891 se presenta como un año de desprendimientos en la vida de Paul Gauguin, célebre pintor del impresionismo. La película de Edouard Deluc pinta correctamente, refugiado en los paisajes de Tahití y en las pinturas, la rebelión del pintor contra los convencionalismos culturales, que incluyen país, colegas y familia. Estupendo Vincent Cassel.
En un nuevo episodio de VISTO Y OIDO, presentado por Cine con Alevosía, ponemos nuestra atención en una película que reinventa el concepto del musical, ALL THAT JAZZ, excelentísima obra del talentoso director de Cabaret. En un film casi autobiográfico, la música comparte protagonismo con la coreografía y la danza y confirma a Bob Fosse como un artista integral.
Sin duda la pintura es la expresión artística que antecede al cine en la representación de la realidad. Y, dentro de ella, el Impresionismo es el movimiento que no sólo se halla más cerca de la imagen de cine, si no que le ha brindado el argumento de sus primeras imágenes. Hacer una película sobre el Impresionismo, le otorga a su creador un escenario inmejorable y la obligación de usarlo con dignidad.
David Cronenberg lee la novela de John Kerr, que lleva el mismo título, y le encarga a Christopher Hampton convertirla en el guión de su película; que narra una serie de descubrimientos científicos, sexuales e intelectuales a inicios del siglo XX. Mordaz interpretación de Vincent Cassel y tercera colaboración de Vigo Mortensen con Cronenberg.
Imposible dejar de lado al adjetivo "kafkiano", como no señalar que pocas veces la obra de un genio literario, fue encarada por un director del talento de Orson Welles. Montado sobre dos siglos, el escritor da cuenta del laberinto que el mismo hombre crea para controlar su conducta.
La protagonista es una revolucionaria del siglo XIX, en una obra que renovó la narrativa y le otorgó, justamente a la mujer, el rol de cambiar la historia y constituirse en un ser del aire; esa es la libertad que respira la Emma de Flaubert. No es casual que la protagonista sea una proletaria del afecto, mientras Marx escribía El Capital.
Ah!, estupenda versión del talentoso Claude Chabrol, con una Isabelle Huppert maravillosa.
Seguramente la contemporaneidad del libro con el film, debe tenerse en cuenta, pues se dirigen al mismo público. Claro que la novela se limita a asustar incautos, mientras Kubrick crea, cámara mediante, interpretaciones y música, una obra original.
Tanto Las babas del diablo como Blow Up, pertenecen a la década del 60, un tiempo casi único en el siglo y, particularmente en Europa para el arte. Creo que la voz de Julio Cortázar, habla con más fidelidad que nadie, sobre la naturaleza del relato, de su magia y de su sin razón.
La película de Antonioni se topa con un gigante y sólo da la talla en algunas secuencias: la reb/velación/, el júbilo satírico y el partido de tenis sin pelota.
De entre los muertos, resulta una novela regular, Hitchcock inspiradísimo, construye a partir de ella, una de las mejores películas de la historia. Resulta casi imposible que una gran obra literaria dé lugar a una gran película. Aquí eso se confirma: sobre una obra débil, el cineasta es más libre y vuela, pese a su precaria relación freudiana. Sólo algo más, el título de la novela le iría mejor a la película, el vértigo, Síndrome Ménière, responde a un mareo interior, no al vacío.
Nos toca hoy, un texto poético, dentro de un movimiento literario que convulsionó la década del 50 en Estados Unidos: la Generación beat. Uno de sus protagonistas, Allen Ginsberg hace lectura de su poema Howl (aullido), en una recordada sesión de 1955 en la renombrada Six Gallery.
Supongo un placer especial para mi compañera de micrófono, ya que ella considera la poesía como la mas excelsa expresión literaria. Mas allá de sus cualidades, el poema apunta a las convenciones de la acartonada burguesía norteamericana y al american dream en particular.
La película, dirigida en 2009 por Rob Epstein, alcanzó un relativo éxito, pero tiene innegables virtudes narrativas, en sus ritmos y en los flashbacks, que relatan momentos álgidos de la vida del poeta, sus amigos, Jack Kerouac, entre ellos, y su país. Y pone especial empeño en el juicio por obscenidad que se le inicio al poeta, dejando claro, sin proponérselo, las posibilidades del cine en función de la divulgación cultural. La lectura del poema por Ginsberg, que se añade en YouTube, resulta antológica.
En una nueva entrega de VISTO Y LEIDO, nos encontramos ante la versión cinematográfica que François Truffaut, un clásico de la Nouvelle vague de los años 60, realiza sobre la obra de un autor literario encolumnado en el género ciencia-ficción. La novela es excelente y Ray Bradbury aduce haberla escrito, en 1953, ante las amenazas del macarthismo anticomunista.
Sabemos que el título refiere a la temperatura en que el papel comienza a arder; al lado nos queda la censura y las míticas quemas de libros en la historia. Se requiere de un héroe: el bombero que se harta de la nefasta inversión de su trabajo y junto a una vecina -las mujeres son imprescindibles- intenta poner a salvo, a través de la memoria el saber. Lamentablemente el tema no es de ciencia ficción; y la película comporta una excepción en el cine de Truffaut, más inclinado a la volatilidad del amor que al realismo que testifica junto a Bradbury quien a su vez, se aparta de lo ficcional.
Ya en el ágora la juventud era un tema, la representación de la belleza es joven. Se le puede preguntar por ello a Visconti, a Miguel Ángel, a Thomas Mann y a Vivaldi, entre otros; a la tan nombrada fuente de la juventud. Aquí, en el análisis de la novela de Nabokov y sus versiones cinematográficas, se trata de la melancolía, de la imposibilidad de apresar el tiempo, de detenerlo. Porque como decía uno de los inefables Les Luthiers, todo tiempo pasado fue anterior.
La novela pertenece a un escritor ruso exiliado, una huida a Estados Unidos; él describe la fascinación de un hombre mayor por una adolescente (¿se referiría a su relación con USA?, tal vez ...). La novela es buena y/o
escandalizante, según cuando se la haya leído. Por supuesto la niña es caprichosa y tiene los pies sucios; y él es un profesor atildado y serio. La joven quiere soñar y él no se anima -en principio.
Nos encontramos con una versión correcta del gran Stanley Kubrick y una pasable del mediocre Adrian Lyne. El tema sigue siendo el tiempo: no son lo mismo los pacatos 60 que los desaforados 90; la actitud de lolitas y señores, va cambiando, siendo mas notorio en ellas. Baby Doll, del genial Elia Kazan es un ejemplo. La moral decanta en moralina. La imagen del profesor derritiéndose ante el maravilloso Tadzio nos recuerda que lo bello es una promesa de felicidad.
Pocas relaciones para VISTO Y LEIDO, como la que surge entre Mary Shelley y James Whale. Fundacional en muchos aspectos: la imaginación de la muchacha, corría 1815, orillaba los 17 años, en compañía de Percy Shelley, su enamorado, visitaba en el mes de julio la casa de Lord Byron. En la reunión, de la que participaba John Polidori, ante las inclemencias del tiempo - se dice que fue el año sin verano- surgió la idea de escribir cada uno una historia de fantasmas. De la imaginación precursora de la niña surgió el monstruo. En cuanto a la película, hay varias versiones, la clásica es la que Whale filmó en 1932 con estupenda interpretación de Boris Karloff y que recrea el ambiente gótico de la narración.