«Que nada te angustie. Al contrario, en cualquier situación presenta tu deseo a Dios orando, suplicando y dando gracias; y la paz De Dios que supera cualquier razonamiento protegerá tu corazón y tus pensamientos por medio de Cristo Jesús.» (Filipenses 4,6-7).
Llegamos al final de esta serie "Alma en Calma" trayendo a nuestra mente aquello que nos quita la calma, aceptándolo, y soltándolo en las manos de Aquel que nos ama, dándole gracias por el propósito que esto tiene en nuestra vida.
Esta situación, aunque duele y cuestiona, nos forja el carácter, nos da fortaleza, es cuna de dones. El Señor, que está siempre dispuesto para nosotros, nos cuidará y animará a seguir caminando a pesar de la adversidad.
Señor, dejo esto en tus manos, y dame tu paz.
«Camina con fe, incluso si la noche es oscura. La fe ve más allá.» — Beata Chiara Badano
A veces, el camino de la vida se torna oscuro, escabroso, complicado, y nos nublamos. En esas ocasiones puede que el temor, la ansiedad, la angustia se apoderen de nosotros y nos hagan cuestionar nuestros pasos. Para esos momentos, Dios nos ha regalado la fe, que logra ver la luz después de la oscuridad, el llano tras la montaña, lo limpio luego de lo pedregoso.
Señor, danos fe para ver más allá, y acompáñanos a caminar en medio de la noche oscura.
«Él es el Padre que nos tiene compasión y el Dios que siempre nos consuela. Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos para que nosotros podamos consolar a todos los que sufren dándoles el mismo consuelo que Él nos ha dado a nosotros.» (2 Corintios 1,3-4).
Dios es un Padre de amor que solo tiene para nosotros bondad infinita. Siempre camina a nuestro lado, en todo momento y en todo lugar, nos comprende, nos levanta y nos anima a seguir caminando y a ser testimonio para la vida de otros.
Señor, consuélanos y que podamos ser consuelo para otros.
«Ten paciencia con todas las cosas, pero principalmente contigo mismo.» — San Francisco de Sales
En ocasiones, somos pacientes con todo y con todos, excepto con nosotros mismos. A veces olvidamos que nuestra primera responsabilidad es cuidar de nosotros mismos, amarnos, comprendernos. La paciencia, virtud de los sabios, suele verse hacia afuera, pero puede que haya momentos donde no entendamos que nuestra vida tiene instantes que requieren de un poco más de calma, de un poco de paciencia.
Cuidarnos y ser pacientes con nosotros mismos es aceptar que Dios, como dueño del tiempo y Padre nuestro, no solo tiene planes para con nosotros, sino que los tiene a su tiempo y con nuestros procesos y capacidades.
¡Señor, danos paciencia!
«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién podría tener miedo? El Señor es quien defiende mi vida, ¿a quién habría de temer?» (Salmo 27,1).
En ocasiones, el temor nos abruma, nos nubla la vista, nos impide ver las cosas tal y como son. Cuando el temor nos embarga, los problemas se ven más grandes, las situaciones se ven insuperables, las desgracias parecen no cesar.
Ante este temor, el Señor nos afirma que está a nuestro lado: es luz en la oscuridad, salvación en la pérdida, defensor ante la muerte.
Señor, contigo, a nada puedo temerle, porque Tú me haces sentir confiado.
«Haz lo que haces, ponte en paz, y no te preocupes por el futuro.» — Santa Teresa de Jesús
Muchas veces nos dejamos robar la paz, sobre todo por aquello que no podemos controlar: el futuro. Este tiempo que a veces queremos tener previsto, solo pertenece a Dios, por eso Teresa sabiamente dice que hay que "hacer lo que se hace".
El hoy nos pone frente a un mundo de posibilidades donde se forja el mañana. Ni el mañana ni el ayer nos pertenecen, solo en el hoy, en el tiempo De Dios ,es donde podemos hacer su voluntad.
Señor, ayúdanos a seguir haciendo en el hoy, para tener paz frente al mañana.
«Haz lo que puedas y pide por lo que no puedas, y Dios te dará para que puedas.» — San Agustín.
A veces nos cuesta reconocernos invencibles. Como humanos, nuestras capacidades son limitadas, como seres finitos que necesitan ayuda. Agustín, de manera muy sabia, nos dice que hay que hacer hasta donde nuestros límites lo permitan, porque hasta ahí nos corresponde, y el resto le corresponde a Dios.
Dios no actúa como esperamos, sino como lo necesitamos, y, aunque a veces cueste encontrar sus respuestas, Él está actuando, no para solucionar nuestros problemas, sino para tener herramientas para superarlos.
Señor, ayúdanos.
«La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha dado.» (Romanos 5,5).
Dios es aquel que no defrauda, y así nos lo ha demostrado aunque en momentos como este quizá nos cueste reconocerlo. Él ha puesto dentro de nosotros su amor, que es el mismo Espíritu, para animarnos a seguir caminando en un futuro que, aunque lleno de incertidumbres, sabemos que Él va a estar.
Señor, no defraudes mi esperanza en ti.
«No se preocupen por el día de mañana, porque mañana ya habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene sus propios problemas.» (Mateo 6,34).
Jesús, el más adelantado de todos los tiempos, ya sabía que en este momento algo te iba a estar robando la paz. Esa ansiedad que hoy te domina no es más que la angustia por algo que simplemente no está en este momento, y que no te corresponde sentir aún.
Cada día con su afán, dice el Señor, y nos anima a vivir el momento presente, con sus sentimientos y luchas, y evitar preocuparnos por el mañana, que es incierto, no está bajo nuestro control, y le pertenece solo a Dios.
Señor, enséñanos a vivir en el presente.
«Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré.» (Mateo 11,28)
La vida vertiginosa y sin pausas muchas veces nos consume en medio de su ajetreo.El estrés, el cansancio y la ausencia de motivación real comienza a apoderarse de nuestros pensamientos. Jesús, como buen amigo, nos recomienda una cura: vengan a mí.
Acercarse a Él en un auténtico deseo por encontrarlo supone en nosotros un cambio real: Jesús quiere ser Dios y Señor de nuestras vidas, y eso incluye también ser Señor de nuestros problemas, cansancios y fatigas.
¡Señor, alívianos!
«Señor, no me dejes solo ni un instante.» — San Pío de Pietrelcina
En ocasiones, cuando las cosas no salen tan bien, la soledad nos embarga y, al mirar quien camina con nosotros, no hallamos huella que anden a la par. El Padre Pío hoy nos recuerda que Dios camina a nuestro lado, y hay que ser conscientes de ello.
Qué fortuna poder pedirle hoy al Señor que camine con nosotros, que nos deje descubrir su presencia que pone pasos junto a los nuestro.
¡Camina con nosotros, Señor!
«Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo.» (Salmo 23,4)
En múltiples ocasiones atravesamos cañadas oscuras, momentos de profunda soledad y angustia que nos quitan completamente la paz. El salmista, que atravesó también estas situaciones, supo sentir la presencia de Dios.
El Señor es como aquel Pastor que lleva a sus corderos. Él es quien nos conduce por aguas frescas, preciosos pastos y que nos sostiene con su cayado. No importa cuántas veces nos perdamos o nos sintamos abandonados, Él siempre saldrá a nuestro encuentro y nos llevará en sus brazos.
¡Dejemos que el Buen Pastor nos cargue sobre sus hombros!
"Les dejo la paz, mi paz les doy. Una paz que el mundo no les puede dar. No se inquieten ni tengan miedo". Juan 14, 27.
A veces, la ansiedad y frustración aparecen luego de intentar controlar todo aquello que parece que en nuestra vida no está bien. Permitimos que nuestra paz se escape intentando tomar las riendas de aquello que sale de nuestras manos.
Hoy recibimos un regalo de Jesús: su paz. Una paz que sabe dejar en manos De Dios lo que no le corresponde, que sabe que en el Padre hay alguien que nunca defrauda ni abandona; y nos invita a seguir su ejemplo, que no nos inquietemos ni nos dejemos atormentar por aquello que le pertenece a Dios.
¡Señor, danos tu paz!
"Señor, Tú conoces todos mis deseos. Mis suspiros no son un secreto para Ti. Mi corazón late de prisa, las fuerzas me abandonan, aún la vista se me nubla." (Salmo 38).
Cuando la ansiedad empieza a invadirnos, cuando el temor comienza a apoderarse de nuestras decisiones, nuestro cuerpo siente cambios: el palpitar del corazón se hace más evidente, el desánimo nos llena y no vemos un horizonte claro.
Aún los grandes han sentido eso, y al poner esta situación en manos de Dios han encontrado calma para su alma. A ejemplo de David, dejemos todo esto que sentimos en manos del Señor, que sabe qué es lo mejor para nosotros porque es Aquel que nos creó.
"Que no se angustie tu coraznó. Cree en Dios y cree también en Mí". (Juan 14,1)
Sabemos que a veces es complicado creer, sobre todo cuando vemos el horizonte nublado y nuestra barca comienza a temblar. Tal como los discípulos, comenzamos a tener miedo aunque Jesús va con nosotros en la misma barca.
¿No tenemos acaso un Dios que todo lo puede? ¿No tenemos acaso un Dios que todo lo hace por amor? Creamos en su plan que, aunque no lo entendemos, tiene siempre un propósito en nuestra vida.
Si alguna vez has sentido que tu mente no para, que las ideas y temores se apoderan de ti y te impiden seguir aquello que te hace feliz, esta serie es para ti.
Alma en Calma será un espacio donde, a través del encuentro con Dios, hallaremos paz a nuestras preocupaciones y consuelo para nuestros pensamientos.
¡Nos encontramos pronto!
Aún en el fin de todos los tiempos, cuando el juicio se acerca para separar lo justo de lo injusto, Dios nos promete darnos una nueva oportunidad. En Apocalipsis 21, 5, Él nos muestra que su deseo no es que nos alejemos de Él, sino que nos abramos a dejarnos transformar en su amor, que Él tiene la voluntad y desea hacernos de nuevo, mejores, tal como nos soñó desde el Principio. Contemplemos juntos la misericordia de nuestro Padre.
¿Cuánto vale la vida? ¿Vale por lo que tenemos o por el valor que le hemos dado? En el Salmo 36, 8-10, Él nos dice que aún más grande que la vida es su amor. El salmista reconoce que el Señor es la fuente de la vida y que su amor vale más que todo. Oremos para que Dios nos permita reconocer el valor de nuestra vida, que todo nace de Él y sentir el paso de su amor en cada día.
A veces parecemos hijos tercos con Dios, nos alejamos y volvemos, nos llenamos de temores, todo lo cuestionamos, pero en 2 Pedro 3, 9, Él nos dice que es un padre paciente, que nos conoce y nos ama tal cual somos. También nos pide que aguardemos y confiemos, que lo que nos ha prometido no tarda, porque si Dios nos lo dice, Dios nos lo cumple. Oremos juntos en este día.
Qué precioso es que Dios sea Todoamoroso y Todomisericordioso. El libro de Lamentaciones 3, 21-23 nos recuerda que ese amor con el que somos inmerecidamente amados no se acaba, y que su misericordia que todo lo hace nuevo se renueva cada día. A pesar de los momentos oscuros o de los grandes dolores, sabemos que Tú, Señor, caminas con nosotros como guardián y Padre.