
«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién podría tener miedo? El Señor es quien defiende mi vida, ¿a quién habría de temer?» (Salmo 27,1).
En ocasiones, el temor nos abruma, nos nubla la vista, nos impide ver las cosas tal y como son. Cuando el temor nos embarga, los problemas se ven más grandes, las situaciones se ven insuperables, las desgracias parecen no cesar.
Ante este temor, el Señor nos afirma que está a nuestro lado: es luz en la oscuridad, salvación en la pérdida, defensor ante la muerte.
Señor, contigo, a nada puedo temerle, porque Tú me haces sentir confiado.