El creyente verdadero persevera hasta el fin, no por su propio mérito, sino porque Dios lo preserva, Cristo lo guarda y el Espíritu Santo lo sella para la eternidad.
¿Él salvará a quién? A su pueblo de sus pecados. Eso es redención particular. Dios desde antes de la fundación del mundo, escogió a un pueblo para sí mismo, y se lo entregó a su Hijo para que Él muriera por esos que eligió, y les asegurara la salvación y les asegurara la vida eterna.
Sin la elección soberana, en la masa de la humanidad muerta en pecado, nadie vendría a la salvación. Ni una sola persona en el mundo entero hubiese sido salvo.
Como el hombre está radicalmente depravado, solamente la gracia soberana de Dios en Cristo puede darle vida, luz y salvación.
La Escritura nos da varias parábolas para identificar lo que ocurre realmente cuando un hombre es salvo. Ha encontrado un tesoro, y ese tesoro está ubicado en un terreno. Y él vende todo lo que tiene en búsqueda de adquirir ese terreno, por el tesoro. O está la parábola de la perla de gran precio, donde el valor y la admiración por esa perla es tal, que se vende, se deja atrás todo lo que uno tiene para seguir a Cristo.
El cristiano debe contender o luchar por la fe reconociendo el tesoro del Evangelio. Es un patrimonio espiritual glorioso que se nos ha regalado, y debemos contender por la fe reconociendo el tesoro del evangelio, resistiendo las corrupciones de los falsos maestros, y finalmente confiando solamente en el Dios que nos preserva.
El evangelio de nuestro Señor Jesucristo no solo nos reconcilia con Dios y nos declara justos (justificación) delante de Él sino que también ese mismo evangelio también transforma nuestras relaciones horizontales llamándonos a vivirlas a través de la gracia.
Al llegar al final de la serie sobre el Evangelio según Lucas, aprenderemos que como discípulos del Señor somos afirmados y bendecidos con su paz a través de creer en Su resurrección corporal, abriéndose nuestro entendimiento a las Escrituras para ser testigos de Él.
La ley, Moisés, los profetas, los libros históricos, los poéticos, todos, nos mostraban a nosotros nuestra condición y nuestra gran necesidad de un Salvador. La ley muestra mi necesidad, los profetas anunciaron Su venida, pero el evangelio ha revelado su gracia y nos ha dado vida eterna.
Juan Calvino dijo: La Escritura debe ser interpretada siempre con referencia a Cristo, porque en Él encuentra su centro y su cumplimiento.
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras. Fue sepultado y resucitó al tercer día. Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación.
En la cruz se encuentran la santidad de Dios y su amor infinito para abrirnos el camino hacia la vida eterna. Miremos la cruz no solo como espectadores lejanos, sino como pecadores que hemos sido alcanzados por esa obra perfecta. En este mensaje la idea central es que Jesús es el Mesías y Rey verdadero, que con su muerte en la cruz del calvario perdona a los pecadores, otorga salvación a los culpables y con su obediencia perfecta al Padre abre el camino hacia la vida eterna.
Cuando nuestro Señor Jesucristo fue cuestionado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y luego cuando fue llevado ante Pilato y a Herodes, siendo acusado, nada de eso sucedió porque las cosas se le salieron de control. No pasó porque una turba de personas llegó, lo arrestó y lo sometió injustamente. Todo lo que sucedió, desde cuando habló, hasta cuando decidió no hablar, fue cumpliendo la palabra que habían profetizado los profetas acerca Él.
Prestemos atención a hacer siempre un uso correcto de la caída de Pedro. Nunca la convirtamos en excusa para pecar. Aprendamos de su triste experiencia para orar y velar para no caer en tentación. Si caemos, creamos que hay esperanza para nosotros, como la hubo para él. Pero sobre todo recordemos que si caemos como Pedro, debemos arrepentirnos como Pedro, o nunca seremos salvos.
La oración ferviente de Cristo ante el sufrimiento, ante el getsemaní, revela su obediencia perfecta a la voluntad del Padre y expone el fracaso del hombre ante la tentación o en circunstancias similares.
A pesar de que Jesús conoce las limitaciones y los pecados de sus discípulos, las áreas con las que tenemos que trabrajar, Él muestra gracia y misericordia hacia nosotros, porque lo que Él quiere es restaurarnos. A pesar de los pecados y de las faltas que tenemos nosotros los seguidores de Jesús, Él nos los muestra y quiere que trabajemos con ellos, pero su voluntad es restaurarnos y luego prepararnos para enviarnos.
Cristo es nuestro cordero pascual y su muerte inauguró el nuevo pacto, el pacto eterno con su pueblo. Dios, quien es fiel, ha provisto en su Hijo Jesucristo el cordero pascual perfecto, y nos invita a sentarnos con Él en su mesa, para recibir perdón, comunión y esperanza.
La idea central de este mensaje es presentar la persona del Espíritu Santo, a quien Cristo llama el otro Consolador, o el Ayudador, y mirar qué significa esto para nuestra vida hoy; el hecho de ser habitado por el Espíritu Santo como Cristo prometió.
Hay el peligro dentro de la iglesia de que la religión también traiga ceguera, frialdad y apatía. Que nos desviemos del llamamiento santo por el cual Jesús nos ha salvado. Hay peligro de caer en el estado de religiosidad. Si esa fue la condición de los principales sacerdotes, de los dirigentes de la nación, entonces nosotros no estamos exentos.
La profecía de Jesús en Lucas 21 lo que revela es que Dios es soberano sobre toda la historia de la humanidad, tanto para bendecir como para hacer juicio sobre las naciones; y que llama a su pueblo al discernimiento en la tribulación y demanda fidelidad en cualquier era y época en que vivamos.