
Prestemos atención a hacer siempre un uso correcto de la caída de Pedro. Nunca la convirtamos en excusa para pecar. Aprendamos de su triste experiencia para orar y velar para no caer en tentación. Si caemos, creamos que hay esperanza para nosotros, como la hubo para él. Pero sobre todo recordemos que si caemos como Pedro, debemos arrepentirnos como Pedro, o nunca seremos salvos.