
Hay el peligro dentro de la iglesia de que la religión también traiga ceguera, frialdad y apatía. Que nos desviemos del llamamiento santo por el cual Jesús nos ha salvado. Hay peligro de caer en el estado de religiosidad. Si esa fue la condición de los principales sacerdotes, de los dirigentes de la nación, entonces nosotros no estamos exentos.