El rey Dasarath, que estaba ocupado en las preparaciones finales
para la coronación de Rama, encomendó a Sumantra realizar otros
mandados. Como había decidido coronar a Rama con un solo día
de anticipación, el tiempo apremiaba. Apenas tuvo la oportunidad,
buscó a la reina Kaikeyi para darle las buenas noticias.
De sólo imaginar el posible exilio de su hijo Bharat, y las desgra-
cias anunciadas por la intrigante Manthara, la dulzura de Kaikeyi,
gradualmente, se fue transformando en ira6, un sentimiento que
raudamente se apoderó de su mente. Envenenada por tan mala
influencia, Kaikeyi se perturbó tanto, que terminó cediendo ante
las insinuaciones de Manthara, por lo que concluyó: “Siguiendo tu consejo, de
una u otra manera, despacharé a Rama al bosque hoy mismo y apenas Bharat sea
coronado Rey, todos mis temores se disiparán”.
Mientras el gozo inundaba el corazón de los ciudadanos que se pre-
paraban para la coronación de Rama, desde la terraza del palacio,
una mujer jorobada, observaba disimuladamente todo lo que su-
cedía. Era Manthara, una sirvienta que Kaikeyi había recibido de
su padre4
.
Camino de regreso al palacio del Rey, Vasishtha apenas pudo recorrer la
distancia, pues una multitud atestaba las calles, hombres y mujeres conversaban
alegremente, se transmitían la noticia, reían a carcajadas y trataban de ver los
preparativos organizados desde el palacio, el bullicio de la muchedumbre se ase-
mejaba a las olas del océano. Grandes banderas se habían izado en las cimas de
las edificaciones. Llegando con dificultad al palacio, que se erigía majestuoso
como los Himalayas, Vasishtha reportó al Rey el éxito de su encargo. Rodeado
de sus ministros, el monarca se enteró con beneplácito que Sita y Rama se pre-
paraban para la ceremonia. Dasarath se retiró al gynaeceum, el aposento de las
damas, donde éstas elegantes brillaban como estrellas alrededor del Rey, que se
veía como una luna de dicha.
Ante la pregunta de Dasarath, la asamblea de reyes y príncipes rom-
pió en aplausos y lo hicieron con gran júbilo; los principales bra-
hmanes y los reyes conversaron animados sobre la propuesta y,
enunciando las múltiples cualidades de Rama, concluyeron: “Que-
rido Rey, has gobernado la Tierra sabiamente durante muchísimos
años, ahora que la ancianidad ha llegado a tu vida, consideramos apropiada y
dichosa tu sugerencia de coronar a Rama como rey, nosotros anhelamos ver a este
divino príncipe de poderosos brazos sentado en el trono imperial”.
El heroico Yuddhajit, hermano de Kaikeyi y tío de Bharat, visitó en
una ocasión Ayodhya. Yuddhajit era tan afectuoso con su hermana
Kaikeyi y su sobrino Bharat, que pidió al rey Dasarath permiso
para pasar una temporada con los inseparables Bharat y Satrugh-
na, en el reino de Kekaya; deseo que le fuera concedido.
Habiendo partido Parashuram, Sri Rama de mente tranquila, entre-
gó el arco a Varuna, el semidiós de las aguas. Su padre Dasarath
lo abrazó sintiendo la fragancia de la cabeza de su querido hijo y
aliviado con la partida del que fuera temible Parashuram. El ejér-
cito fue despachado por delante, apresurando el retorno.
La mañana siguiente, el rey Dasarath y su séquito partieron hacia
Ayodhya. Todos estaban muy alegres y se desplazaban ágilmente,
cuando se empezaron a percibir algunas señales no propicias: se
escuchó el chillido de mal agüero de aves de rapiña; no obstante,
se vio a venados huir despavoridos por el lado izquierdo, lo que
es más bien propicio. El Rey preguntó sobre estos presagios contradictorios y el
sabio Vasishtha le dijo: “Algo grave va a acontecer, aunque el resultado final será
favorable”.
Lleno de emoción, Janak exclamó: “He sido testigo de la proeza de
Sri Rama, hijo del emperador Dasarath. Este acto inconcebible,
maravilloso, nunca imaginado, se ha cumplido. Mi hija Sita traerá
mayor renombre a la raza de los Janaks teniendo a Rama por es-
poso
Antes de que pasara mucho tiempo, por temor a los poderes de Vi-
shvamitra, Indra llamó a Rambha, una ninfa celestial, para pedirle
que Vishvamitra sea nuevamente tentado. Rambha, sin embargo,
protestó explicando: “Este eminente sabio de temperamento ex-
plosivo me maldecirá. Por favor, no me des esta misión.” Por su
parte Indra le aseguró: “Simplemente sigue mis instrucciones y todo saldrá bien.
Acompañado por el semidiós del amor, yo permaneceré
Con los sentidos aplacados, Vishvamitra, en compañía de su reina,
se dirigió al Sur para practicar las más severas austeridades con el
objeto de convertirse en un brahmán.
Sonriendo, Vasishtha presentó a una hermosa vaca kamadhenu101, que originalmente vive en los planetas celestiales y tiene la virtud de complacer todos los deseos. Ella fue artífice en la aparición de toda esa maravilla. “Por favor, escucha mi único pedido -dijo el rey-. Esta kamadhenu de nombre Sabala es una vaca llena de
genuina plenitud. Yo te daré cien mil vacas a cambio de ella. Después de todo, siendo Rey y propietario de esta Tierra, kamadhenu me pertenece por derecho, y es tu deber entregármela.”
Vishvamitra continuó con su relato: “Desconsolada por la muerte de sus hijos, Diti, con el propósito de ser bendecida con un pode- roso hijo capaz de matar a Indra, inició una serie de penitencias y austeridades con permiso de su esposo Kasyapa, quien la bendijo para alcanzar el fruto de sus austeridades, siempre y cuando se
mantuviera pura durante todo el largo período de su penitencia.”
Habiendo escuchado atentamente esa maravillosa narración, Sri Rama y Lakshman glorificaron a Vishvamitra: “Esta noche sagra- da ha transcurrido como si hubiera sido apenas un breve instan- te, ¡Oh, atormentador de los enemigos internos!89” Unos rishis al enterarse de su llegada, los recibieron afectuosamente y les pro-
veyeron de un bote para cruzar el río Ganges. Desde allí, se pudo observar a la distancia, la esplendorosa ciudad de Vishala, donde se dirigieron a continuación y acerca de cuyos gobernantes, respetuosamente, inquirió Sri Rama.
El sabio comenzó a narrar el relato anunciado: “Sagar era un anti- guo rey de Ayodhya que no podía engendrar hijos, por lo que se di- rigió con sus dos esposas, Keshini y Sumati, a realizar penitencias a la montaña Brighu-prashravana, en los Himalayas. El sabio Bri- ghu, complacido con esas penitencias, lo bendijo para que una de
las esposas de Sagar tuviera un hijo capaz de enriquecer y perpetuar el linaje, y que la otra tuviera 60 mil hijos, renombrados llenos de gran valor, osadía y ener- gía. Como las reinas pudieron elegir, Keshini, la mayor, escogió ser la madre del heredero; y Sumati (hermana de Garuda) optó por la numerosa descendencia.”
Aquella noche Rama y Lakshman, habiendo cumplido su misión, re- gocijados en su corazón, se sintieron felices.
A la mañana siguiente, Rama y Lakshman, despertaron tem- prano para ejecutar sus deberes matutinos: tomar un baño antes del amanecer, aplicar los signos sagrados tilak, vestir ropas limpias y sencillas, y recitar sus meditaciones cotidianas.
Al día siguiente, después de realizar sus purificaciones matutinas,67 Vishvamitra exclamó: “¡Oh Rama!, ogros interrumpen nuestras observaciones espirituales, en este mismo ashram y merecen ser matados por ti.” Luego, hizo votos sagrados, como parte de sus prácticas de control de sus sentidos, comenzando a observar un
voto de silencio.
Después de pasar la noche en el bosque, a la mañana siguiente, el ilustre Vishvamitra, recordando la hazaña del día anterior, soltó una carcajada y, lleno de afecto, impartió bendiciones a sus des- lumbrantes discípulos; inspirado por su obediencia y su discipli- na, sintió el deseo de instruirles y otorgarles el conocimiento de
las armas místicas, poderosos misiles múltiples, los cuales no tenían igual.
Dedicado a la memoria de SS Gopal Krishna Goswami en su reciente desaparición, millones de reverencias a sus pies de loto. Y en su encuentro con su divino maestro espiritual
y la pareja divina.
Al arribar a la orilla sur, llegaron a un denso bosque el cual estaba infestado de aves de rapiña, bestias de presa, jabalíes, tigres y leones. Los buitres y las feroces bestias salvajes, chillaban fiera- mente, razón por la que Sri Rama preguntó: “¿Por qué este bosque es tan temible?”
Habiendo el Señor preparado su aparición entre los humanos, Bra- hma, el semidiós principal, habló a los semidioses: ‘A fin de asis- tir al Señor Vishnu, el bienqueriente de todos, hemos de confiar- le compañeros íntegros y valientes. Compañeros que distingan la realidad de la ilusión, que sean ligeros como el viento; hábiles,
inteligentes y capaces de hazañas iguales a las del Señor, por tanto invencibles en la ciencia de las armas, tal fueran semidioses nutridos con néctar.’