Bárbara estaba estudiando abogacía y no imaginó que el casamiento de su mejor amiga, terminaría siendo el comienzo de una historia de amor, que la llevaría al sur de otro país. Instalada en la ciudad hace ya ocho años, confiesa que ama los paisajes rocosos, los cerros y la enorme variedad de playas. Reconoce que al inicio le costó acostumbrarse a que en esta ciudad todos se saludan con un beso, aunque recien se conozcan.
Carmen nació en República Dominicana, y la amistad con una familia argentina que vacacionaba en Punta Cana la trajo a nuestro país, pero tuvo que dejar a su bebé allá. Un par de años después, cuando surgió la posibilidad de venir a Comodoro en 2011 ya lo hizo con hija, y aquí se quedó. Reconoce que al principio la gente por la calle la miraba porque quizás no era común ver a una "chica de color" como ella explica, y señala que luego la ciudad le abrió sus puertas y ahora "ya es parte del folclore".
Adriana es médica y llegó en otoño de 2021 a la ciudad. En su primer día la sorprendió que al levantarse aun no había salido el sol, ya que la diferencia entre las horas de luz y oscuridad en las distintas estaciones se acentúa cuando uno se aleja del ecuador pero en su Venezuela natal casi es imperceptible. Y el amanecer la encontró caminando por Comodoro y la deslumbró. Asegura que "tuvo que vivir" el viento para entender lo que le contaban, pero dice que eso es lo que hace a esta ciudad "particular y diferente".
Humberto es de Espirito Santo y vivió casi toda su vida en Río de Janeiro. Llegó a Comodoro el 1 de enero del 2021, luego de estar 3 años en Rosario, donde nació su hijo. Allí le propusieron trasladarse por trabajo al sur, y reconoce que cuando gogleó la ciudad enseguida aparecieron dos palabras: viento y frío. Pero las imágenes de la naturaleza patagónica lo cautivaron y decidió vivir ese desafío. "Acá es muy tranquilo para estar, para vivir con la familia", remarca, y valora el tiempo que los comodorenses le dedican a disfrutar de los encuentros con amigos. "Allá nos juntamos también, pero es 'comemos, charlamos, ya está'", mientras que en la ciudad del viento los encuentros tienen hora de inicio, pero nunca se sabe cuando terminan.
Liz nació en Asunción y estuvo viviendo nueve meses en Formosa antes de decidir viajar a Comodoro, hace 14 años. "Cuando llegué me subieron al Chenque y me dijeron 'de acá no te vas más", y así fue, recuerda, aunque reconoce que quedó maravillada cuando vio el mar y fue en ese momento cuando supo que éste sería su lugar. Aunque extraña el olor a lluvia y el calorcito de su ciudad natal -y confiesa que si pudiera se traería un árbol de lapacho en flor- remarca que acá "uno tiene el potencial de seguir creciendo cada día", y que "la estabilidad económica es una de las cosas que no cambiaría"
Leonarda llegó de Paraguay hace casi 50 años, y le impactó el mar, el cerro, y -por supuesto- el viento. "Y también la nieve, ese año la nevada fue tremenda", recuerda. A pesar de que sigue extrañando el calor de su terruño, asegura que nunca se iría porque "adoptó a Comodoro" y la ciudad se lo retribuyó abriéndole las puertas. "Acá conocí a muchas personas y no sentí la necesidad de decir ‘cómo extraño mi gente’", valora.
Juliana vive en Comodoro hace unos 15 años. Llegó con su esposo, que es formoseño, cuando él vino al sur por trabajo. Se instalaron en el Barrio Sismográfica y de allí no se movieron más. Siempre motivada por el afán de ayudar, comenzó a repartir viandas a sus vecinos durante el temporal de lluvias que afectó a Comodoro en 2017 y durante en el 2020 -cuando la pandemia golpeó económicamente a todos-, abrió un merendero donde sirve 120 platos, con donaciones y colaboración de la comunidad. "Acá la gente es comprensiva, solidaria, eso me gusta", expresa y asegura que "le debo todo a Comodoro y le agradezco a mi merendero por el don que me da para ayudar a la gente, que lo hago de corazón"
Aura Castillo es profesora y vivía en Maracaibo hasta que con su esposo Ricardo, que es pediatra, decidieron dejar Venezuela buscando una mejor calidad de vida. Llegaron a Buenos Aires a principio de 2019 y antes de que ese año termine estaban instalándose en Comodoro, ya que Ricardo había sido convocado por una clínica local. Entre otras cosas, Aura se dedica a la venta de "dulces venezolanos", una variedad de postres que -asegura- son una delicia. Aunque extraña las altas temperaturas, cuenta que le encanta vivir de cara al mar comodorense.
Javier nació en Uruguay y vivió casi toda su vida en Montevideo. Una propuesta laboral lo trajo a Buenos Aires, donde conoció a su esposa, una comodorense con la que decidió formar su familia en esta ciudad. Instalado en la capital petrolera hace 10 años, reconoce que la silueta de los balancines al constado de la ruta fue una de las cosas que le llamó la atención al llegar. Encantado con el cerro, el mar y la hospitalidad de la gente, confiesa que "es más comodorense que argentino". "Esta ciudad me dio todo", agradece, y remarca: "Comodoro es mía".
Fanmy tiene 23 años y nació en Caracas, Venezuela. A los 17 años se fue a Colombia, donde conoció a un argentino del que se enamoró. Tras recorrer ese país por algunos meses volvió a La Plata con él, y así -tras una propuesta laboral- llegó a Comodoro a finales de 2018. "Los primeros inviernos fueron terribles", reconoce, que asegura que" los lugares que hay en la ciudad me encantan". "A veces acá la gente no se da cuenta de todas las cosas hermosas que tienen", lamenta, y confiesa que aunque " al principio me amargaba mucho por el viento, pero si sigo haciéndolo cada vez que salga a la calle voy a perder mi paz, entonces o me amigo con el viento o me frustro, y elegí la mejor opción para mi"
Karina tiene 45 y hace 3 que vive en Comodoro, donde llego buscando la posibilidad de crecimiento junto a su marido. Es comunicadora social pero señala que aún lo busco trabajo en ese área porque el “español” que se habla en ambos países no es el mismo y no le parece apropiado, hasta que tenga un mejor manejo del idioma. Hoy se dedica trabajar en manicura y podología, junto con su marido emprendieron un creciente negocio de comida típica venezolana.
Desde muy chico su vida siempre estuvo ligada a la música. Su mamá cantaba en un coro y lo llevaba cuando él era solo un bebé. Allí comenzó a cantar a los 5 años y dirigió su primer coro a los 17. Hoy dirige en Comodoro la Orquesta Sinfónica de la Universidad desde hace casi 4 años, pero su recorrido por tierras argentinas comenzó mucho antes. “Comodoro es una ciudad con muchas posibilidades, hay un potencial artístico extraordinario”, remarca.
Cuando Shawn conoció a Mirtha no anticipó que la vida lo iba a alejar de su Manitoba natal para terminar formando su familia en el sur de Argentina. Pero hubo algunos indicios durante sus primeras visitas a Comodoro que le permitieron anticipar que éste sería el lugar elegido. Tras una estadía con su esposa en Corea del Sur, volvieron para que su hijo, ya en camino, naciera en esta ciudad.
Wildo Villar nació en Paraguay pero en 2007 se instaló en Comodoro por una
cuestión laboral. Sin embargo, poco tiempo en esta ciudad alcanzó para que descubriera la
belleza del mar, los paisajes y el clima y considere que éste es su lugar en el mundo.
Apasionado por la fotografía, asegura que el mar y los amaneceres fue lo que más le gustó
de este lugar, y eso se refleja en sus imágenes. “Yo siento que el único lugar en el que elegí
estar es Comodoro, ni se me cruza por la cabeza irme”, asegura.