
Leonarda llegó de Paraguay hace casi 50 años, y le impactó el mar, el cerro, y -por supuesto- el viento. "Y también la nieve, ese año la nevada fue tremenda", recuerda. A pesar de que sigue extrañando el calor de su terruño, asegura que nunca se iría porque "adoptó a Comodoro" y la ciudad se lo retribuyó abriéndole las puertas. "Acá conocí a muchas personas y no sentí la necesidad de decir ‘cómo extraño mi gente’", valora.