La vida cristiana no se trata solo de asistir a reuniones o cumplir ciertas tareas, sino de entender que cada instante de nuestra existencia está delante de Dios. Coram Deo significa vivir con plena conciencia de su presencia, rendidos a su autoridad y buscando su gloria en todo lo que hacemos. Esto nos recuerda que no somos dueños de nuestra historia: formamos parte del plan eterno de Dios. Él nos coloca en una comunidad para caminar juntos y nos envía con una misión clara. Así, nuestro trabajo, relaciones y decisiones se convierten en verdadera adoración.
Vivimos en un mundo lleno de desafíos, incertidumbres y batallas que muchas veces parecen imposibles de vencer. En esos momentos, surge la gran pregunta: ¿cómo experimentar el poder de Dios en lo cotidiano de nuestra vida? La Biblia nos muestra que el Señor no ha cambiado, sigue siendo el mismo Dios de poder y gloria que abre caminos donde no los hay, que hace maravillas y transforma lo que parecía perdido. Sin embargo, antes de mostrarnos Su grandeza, Él nos invita a preparar nuestro corazón, a purificarnos y consagrarnos a Él. Porque cuando nuestra vida está dispuesta en Sus manos, no hay obstáculo demasiado grande ni situación imposible: el Señor hará grandes maravillas entre nosotros.
Todos tenemos necesidades: físicas, emocionales y espirituales. A veces intentamos saciarlas con personas, logros o cosas que, al final, no llenan el vacío del corazón. En Juan 4, vemos a una mujer con sed física que se encontró con Jesús y descubrió que su verdadera necesidad era espiritual. Él rompió barreras culturales, le habló de agua viva y transformó su historia. Ser un verdadero adorador no se trata solo de un lugar o una forma, sino de una relación genuina con Dios, en espíritu y en verdad. Hoy, Jesús también quiere encontrarse contigo y saciar tu necesidad más profunda.
En nuestra vida no siempre se trata de quedarnos en lugares seguros. Jesús muchas veces nos llama a salir de la barca, de nuestras estructuras, para caminar con Él hacia lo desconocido. Este mensaje nos invita a mirar con fe más allá de la tormenta, a no retroceder cuando hay viento en contra, y a confiar en la Palabra del Señor incluso cuando el suelo bajo nuestros pies parezca inestable. Es un llamado a dejar la comodidad y caminar sobre las aguas, creyendo que donde termina nuestra seguridad… comienza nuestra fe. ¿Estás listo para salir de la barca?
Que bendición tener amigos que te acepten como sos, te demuestren amor y sean fieles en el tiempo.
Una vez que Dios termino la creación y al hombre dijo que todo era bueno en gran manera. Luego vio que no era bueno que el hombre estuviera solo. Así que Dios puso en la humanidad la necesidad de relacionarnos con otros pares. ¡Tenemos la necesidad de relacionarnos! Debemos de una manera intencional buscar buenos amigos.
Para tener buenos amigos, debemos ser buenos amigos. El único que puede ser un buen amigo que nunca falla es Jesús, y el que se hace amigo de él, es transformado. Un encuentro verdadero con Jesús te cambia, te transforma.
Vivimos en tiempos donde los valores se diluyen y muchas familias están perdiendo su rumbo. Esta prédica es un llamado urgente a despertar como padres, madres, abuelos, líderes y discípulos de Jesús. Dios nos ha confiado la vida de nuestros hijos y generaciones futuras, no solo para criarlos, sino para guiarlos en el camino de la fe. El mayor legado que podemos dejar no es económico ni profesional, sino espiritual. Hoy es el tiempo de recuperar el diseño de Dios para nuestras familias y tomar posición: ¡No entregaremos nuestras generaciones al enemigo!
Vivimos en un tiempo donde muchos sienten que su mejor etapa ya pasó. Pero cuando miramos la historia de Elías, descubrimos que Dios no había terminado con él… solo estaba cambiando la estrategia. En medio del cansancio, la cueva y el silencio, Dios le habló de legado, de nuevas generaciones y de una misión que trascendía su propia vida. Esta prédica es un llamado a despertar, salir del encierro y creer que aún hay mucho camino por recorrer. ¡Con Dios, lo mejor no quedó atrás… lo mejor está por venir!
Jesús vino a revelarnos al Padre. A través de Él, conocemos a un Dios que no es lejano, sino cercano, amoroso y presente. El mensaje de hoy nos invita a vivir como hijos amados, disfrutar la comunión con nuestro Papá celestial y reproducir esa paternidad en otros: en nuestros hijos biológicos, pero también espirituales. Dios se complace en nosotros, y desea que su carácter se refleje en cada generación. Ser padre es mucho más que una etapa biológica: es un llamado eterno a formar vidas para la gloria de Dios. Todo comienza con conocer al Padre a través del Hijo.
Vivimos en un mundo lleno de promesas rotas, pero la Palabra de Dios nos revela algo diferente: promesas seguras, eternas, que llegan justo a tiempo y se convierten en fuente de esperanza. “Una Promesa sin Límites” nos recuerda que Dios no falla y que su Espíritu nos capacita para vivir más allá de nuestras limitaciones. Como a la tribu de Aser, Dios quiere ungir nuestros pasos con propósito, restaurar nuestras heridas y hacernos portadores de bendición. Su promesa no tiene fecha de vencimiento: sigue vigente, sigue activa, y hoy puede transformar tu vida por completo.
Así como la Revolución de Mayo transformó el destino de una nación, el Espíritu Santo inició en Pentecostés una revolución mucho mayor: la del corazón humano. No fue un cambio político, sino espiritual. Fue una revolución interior que dio nacimiento a la Iglesia y sigue transformando vidas hasta hoy. El Espíritu Santo no vino solo a dar poder, sino a provocar una transformación profunda. Hoy, esa revolución continúa… ¿estás dispuesto a ser parte activa de ella?
El Bautismo del Espíritu Santo no es una experiencia espiritual, sino una vida llena de poder, oración profunda y comunión con Dios. En Pentecostés, los discípulos fueron transformados por el Espíritu, y ese mismo poder está disponible hoy. Ser llenos del Espíritu Santo es vivir conectados con el cielo, hablar con Dios, edificarnos en la fe y orar según su voluntad. ¿Querés vivir bajo cielos abiertos? ¡Entonces pedí, buscá y recibí el Espíritu con fe!
En Argentina vivimos un tiempo de cielos abiertos: Dios está obrando, el Evangelio avanza y muchas vidas están siendo transformadas. Pero esta realidad no se sostiene sola. El libro de Hechos nos muestra que, cuando el enemigo intenta oprimir a la Iglesia, el poder de Dios se manifiesta aún más fuerte a través de una Iglesia despierta, que ora, predica y no se rinde. Los cielos abiertos no son automáticos ni permanentes. Se cultivan con una fe activa, con oración constante y con una Iglesia que no se duerme.
En un mundo que constantemente enfría la fe y apaga la pasión por Dios, estamos llamados a mantener vivo el fuego que Él encendió en nuestros corazones. Esta prédica es una invitación a despertar del letargo espiritual, a revisar nuestras prioridades, y a volver a una relación vibrante con el Espíritu Santo. No se trata de emociones pasajeras, sino de una entrega diaria y profunda que transforma. Si sentís que tu fuego se apagó o que solo quedan brasas, este mensaje puede ser el soplo que necesitás para volver a arder con propósito, poder y amor.
Toda gran historia de amor tiene un final feliz. Y el Evangelio nos revela que la historia entre Cristo y su Iglesia culminará con una boda gloriosa: Las Bodas del Cordero. En esta serie vimos cómo Jesús dejó su hogar celestial para rescatarnos, cómo estableció un pacto en una cena inolvidable, y cómo su muerte y resurrección nos abrió el camino a la vida eterna. Pero esta historia no termina ahí. La Biblia nos anticipa que Jesús volverá por su Iglesia, y juntos celebraremos la victoria del amor eterno de Dios.
La historia de amor más poderosa jamás contada tuvo su momento más oscuro en la cruz, cuando Jesús murió. Sus discípulos estaban devastados, confundidos y temerosos. Parecía el final… pero no lo era. Al tercer día, sucedió lo impensable: ¡Jesús resucitó! Y esa resurrección no fue como las anteriores. Fue única, gloriosa, inigualable. Sin ella, nuestra fe sería inútil. Pero gracias a ese milagro, hoy tenemos una esperanza firme y viva.
¿Qué es lo que realmente nos atrajo hacia Jesús la primera vez? ¿Su amor? ¿Su perdón? ¿Su paz? Cada historia de amor comienza con un momento de atracción. Esta lección nos invita a recordar el momento en que fuimos cautivados por Cristo. A diferencia de cualquier otro amor humano, Jesús nos amó primero y se entregó por nosotros. Su muerte en la cruz no fue una derrota, sino la mayor expresión de amor: un acto poderoso y profundamente atractivo. Ese sacrificio sigue siendo hoy el imán más fuerte que tira de nuestro corazón.
Hay comidas que se vuelven inolvidables por lo que representan: una celebración, una despedida, o un momento especial. ¿Alguna vez fuiste parte de una comida que recordás para siempre? Jesús quiso que sus discípulos participaran de una cena muy especial, no sólo para recordar, sino para entender lo que estaba por suceder: Su entrega total por amor a nosotros.
Comenzamos una nueva serie de mensajes titulada “Una Historia de Amor”. A lo largo de estas semanas, descubriremos a los protagonistas de esta historia y el desarrollo de una relación que, aunque anhelamos que tengamos un final feliz, comienza en un escenario sombrío: la esclavitud.
Vivir privado de libertad es una realidad desgarradora. Imagina toda generación sin conocer lo que significa ser libre. En ese contexto, el amor parece inalcanzable, porque cuando eres esclavo, tu único anhelo es la libertad. Pero, ¿qué sucede cuando no puedes alcanzarla por tus propios medios? Se necesita un Libertador, alguien dispuesto a pagar el precio. Porque la verdadera libertad no es gratuita: siempre tiene un costo. Y en esta historia, descubriremos quién lo pagó por nosotros.
Desde el principio, Dios ha guiado a Su pueblo por medio de Su Espíritu. No estamos llamados a vivir según nuestra propia sabiduría, sino a seguir Su dirección en cada paso. Jesús mismo dependió del Espíritu Santo en Su ministerio (Lucas 4:1), y nosotros también necesitamos Su guía para tomar decisiones, crecer espiritualmente y cumplir nuestra misión. Pero, ¿Cómo reconocer su voz y responder con obediencia? En esta lección, descubriremos principios claves para ser dirigidos por el Espíritu, aprendiendo a caminar en fe y confianza en Aquel que nos conduce a la verdad ya la voluntad de Dios.
Dios nos llama a expandirnos en fe, servicio y obediencia, pero este crecimiento no es fácil. Requiere una fe inquebrantable, capaz de resistir las pruebas y confiar en Dios, aun en la adversidad. Jesús nos advirtió sobre las aflicciones del mundo, pero nos aseguró que Él ha vencido (Juan 16:33). La historia de Sadrac, Mesac y Abed-Nego nos muestra cómo confiar en Dios incluso ante el peligro. Ellos no se inclinaron ante la presión del rey, sino que decidieron obedecer a Dios, sin importar las consecuencias. Su fe firme nos desafía a depender de Dios, sabiendo que Él está con nosotros en cada prueba. Que esta enseñanza nos impulse a vivir con valentía, confiando en la fidelidad de Dios en todo momento. ¡Él nunca falla!