Como todo en la vida, el yoga no es una excepción, la constancia es la clave.
Hoy te cuento por qué y cómo tener una práctica constante que te ayude a tener los resultados que quieres.
Con este título tan raro, quiero contarte las reflexiones que he hecho últimamente sobre el uso de la tecnología, sobretodo del smartphone, sobre dharana (la concentración) en el día a día.
Y quiero invitarte a hacer tus propia reflexión como ejercicio de toma de conciencia de algo que nos acompaña casi cada momento de nuestro día.
Practicar en grupo es una experiencia valiosa. Compartes energía, motivación y conexión. Pero cuando creas una práctica personal, algo más profundo ocurre: dejas de mirar hacia fuera y comienzas a mirar hacia dentro.
Y en ese momento, el yoga deja de ser algo que haces… y se convierte en algo que vives, porque te acompaña en cada momento.
Y saber conectar así con tu Ser esencial, en un mundo que nos arrastra constantemente hacia fuera, es un acto radical de libertad.
¿Cómo te sientes después de comer? ¿Ligera y con energía? ¿O más bien pesada, lenta, con ganas de sofá?
Aunque muchas veces lo olvidamos, la alimentación influye profundamente en cómo nos sentimos, no solo a nivel físico, sino también mental y emocional. Y, por supuesto, impacta directamente en tu práctica de yoga, en tu capacidad de concentración, en tu nivel de energía y hasta en tu estado anímico.
Hoy vamos a explorar esa conexión invisible pero poderosa entre lo que comes y cómo vives. Porque el yoga no termina en la esterilla: también se practica en la mesa.
Vivimos corriendo. Saltando de una obligación a otra, sin parar. A veces ni siquiera nos damos cuenta de lo cansadas que estamos… hasta que el cuerpo nos frena en seco.
En el episodio de hoy vamos a hablar de eso que muchas personas sienten pero pocas saben cómo gestionar: la fatiga física. Y cómo el yoga puede ayudarte a aliviarla y prevenirla, no solo desde el movimiento, sino también desde lo que no ves: tu energía.