El sacrificio de Cristo no solo nos salvó del pecado, sino que también estableció su derecho a ser Señor de nuestras vidas.
No fuimos salvados por un Dios reluctante que tuvo que ser convencido de amarnos. Al contrario, fuimos salvados por un Dios que nos amó tanto que voluntariamente se hizo hombre, vivió una vida perfecta, y murió la muerte que nosotrosmerecíamos.
"Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados." Isaías 53:5
Tienes un Salvador que no solo entiende tu dolor, sino que lo experimentó primero para poder acompañarte en el tuyo.
Cuando leemos las profecías y luego vemos su cumplimiento en los evangelios, nos damos cuenta de que cada detalle del sufrimiento de Cristo tenía un propósito divino.
Hoy, cuando enfrentamos dificultades o nos preguntamos si Dios realmente se preocupa por nosotros, podemos recordar que Él ya había planeado la solución a nuestro mayor problema antes de que siquiera existiéramos. Su amor es intencional, profundo y eterno.
Cada cristiano tiene un papel en las misiones. No todos iremos a tierras lejanas, pero todos podemos participar.
Hay personas que nacen, viven y mueren sin jamás escuchar que Dios los ama y que Cristo murió por ellos. Esta realidad debería romper nuestros corazones. Pero aquí está la esperanza: gracias a la obra misionera, los no alcanzados pueden ser alcanzados.
Cuando participamos en la obra misionera - ya sea orando, dando o yendo - estamos invirtiendo en una cuenta celestial que produce frutos eternos. No se trata de una inversión que se deprecia con el tiempo, sino de una que genera dividendos por toda la eternidad.
La mies es abundante - hay millones de personas que necesitan escuchar el evangelio - pero los obreros son pocos. No se trata de una situación cómoda que podemos manejar a nuestro ritmo; es una emergencia espiritual.
La verdadera compasión siempre lleva a la acción.
Tu participación en misiones puede tomar muchas formas: oración constante por los misioneros, apoyo financiero regular, participación en viajes misioneros, enseñanza sobre misiones en tu iglesia, o estar dispuesto a enviar a tus propios hijos al campo misionero. Cada inversión que haces en misiones es una inversión en la eternidad, fruto que abunda en tu cuenta celestial.
¿Qué te resulta más fácil: hablar de temas mundanos o compartir sobre Cristo, y qué cambios necesitas hacer para priorizar las conversaciones eternas?
Jesús nos dio un plan estratégico claro para el testimonio: comenzar en Jerusalén, luego Judea, después Samaria, y finalmente hasta lo último de la tierra. Este no es solo un plan geográfico, sino un principio de cómo expandir nuestro impacto para Cristo.
Cada creyente es un misionero. No importa tu edad, tu educación, tu trasfondo o tu personalidad. Si has sido salvado por Cristo, automáticamente has sido comisionado para ser su testigo.
Muchos creyentes experimentamos esa sensación de debilidad cuando consideramos hablar de Cristo a otros. La buena noticia es que Dios no nos ha dejado solos en esta tarea.
De todas las piezas de la armadura de Dios, solo una es explícitamente ofensiva: la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Mientras que las otras piezas nos protegen de los ataques del enemigo, la espada nos permite contraatacar y avanzar en territorio enemigo.
En la batalla espiritual, la primera línea de defensa es la verdad.¿Qué mentiras específicas ha estado usando el enemigo para atacarte, y qué verdades de la Palabra de Dios puedes usar para contrarrestarlas?
Como cristianos, no podemos permitirnos el lujo de vestirnos parcialmente con la armadura de Dios.¿Qué pieza de la armadura de Dios has estado descuidando, y cómo puedes comenzar a fortalecerla en tu vida diaria?
La fuente de nuestra fuerza debe ser el Señor mismo.¿En qué áreas de tu vida has estado confiando en tus propias fuerzas en lugar de fortalecerte en el Señor?
La batalla espiritual es una realidad constante en la vida cristiana, aunque muchas veces no la reconocemos.¿De qué manera has experimentado la batalla espiritual en tu vida recientemente, y cómo has respondido a ella?