
Cuando leemos las profecías y luego vemos su cumplimiento en los evangelios, nos damos cuenta de que cada detalle del sufrimiento de Cristo tenía un propósito divino.
Hoy, cuando enfrentamos dificultades o nos preguntamos si Dios realmente se preocupa por nosotros, podemos recordar que Él ya había planeado la solución a nuestro mayor problema antes de que siquiera existiéramos. Su amor es intencional, profundo y eterno.