La vida es un delicado equilibrio entre la amistad y el instinto, la lealtad y las decisiones que forjan el destino. Este breve relato captura el ciclo inevitable de la vida y la muerte a través de los ojos de un ratón, un perro y un gato cuyos caminos se entrelazan, dejando huellas imborrables en su pequeño pero trascendental universo.
Música de Purple Planet Music https://www.purple-planet.com/
El autor de La invasión de los ladrones de cuerpos (1955) escribió en 1962 El tiempo no tiene límites para el Saturday Evening Post, donde nos presenta a un hombre que ha perfeccionado una máquina que permite a ciertas persona de interés desaparecer sin riesgo de ser detectados. ¿Pero qué sucederá cuando un testarudo representante de la ley finalmente descubra su método?
Un reconocido ladrón es visitado por una extraña mujer que porta un brazalete cuyas capacidades rebasan toda imaginación, y quien ha llegado a ofrecerle el trabajo de su vida.
Relato escrito en 1952 y publicado en la recopilación de historias de viajes en el tiempo titulada Timescapes (Cronopaisajes) de 1997, por Peter Haining y Miquel Barceló.
Texto de opinión publicado en el periódico El País el 17 de septiembre del 2001.
https://elpais.com/diario/2001/09/18/opinion/1000764007_850215.html#?prm=copy_link
La gallina degollada es un cuento de #terror del escritor uruguayo Horacio Quiroga, publicado por primera vez en la revista «Caras y Caretas», en 1909 y posteriormente incluido en el libro Cuentos de amor de locura y de muerte publicado en 1917. Es considerada una obra clásica de la literatura de terror en Latinoamérica y a nivel mundial.
La noche boca arriba es un cuento del escritor argentino Julio Cortázar. Apareció en Final del juego publicado en 1955.
Relato corto escrito por Edgar Allan Poe en el año 1842. Su título originariamente fue La vida en la Muerte. Este texto se destaca por la sutil condensación de los motivos: una reflexión sobre el arte, una reflexión sobre el amor y la visión alucinada de un objeto mágico. Se ha dicho que el retrato del cuento remite a un retrato en miniatura de su madre que Poe conservó siempre consigo.
Relato breve del escritor mexicano Juan José Arreola (1918 - 2001). Este cuento forma parte de la obra titulada cuentos breves latino americanos, publicada en 1952. https://es.wikipedia.org/wiki/La_migala https://aprendeanimal.com/artropodos/migala/
Pocas cosas hay más aterradoras que ser testigo de tu posible extinción.
Este relato de Stephen King se encuentra en una antología de cuentos titulada La Expedición (The Skeleton Crew fue su título original en inglés) publicada en 1985. Narra la historia de un médico cirujano varado en una isla del Pacífico y con circunstancias realmente adversas. Los recursos con los que cuenta para sobrevivir son los mismos que lo llevaron a ese predicamento; sus únicas herramientas son unos cuchillos, dos kilos de heroína y sus manos de cirujano.
"Más tarde o más temprano, la pregunta surge siempre en la carrera de un médico: ¿Hasta qué punto puede un paciente soportar un shock traumático? Según las teorías, hay diferentes respuestas, pero, básicamente, la contestación esencial es otra pregunta: ¿Hasta qué punto el paciente quiere sobrevivir?
Me llamo Richard Pine y éste es mi diario".
Bordas de hielo
Vengo a verte pasar todos los días,
vaporcito encantado siempre lejos...
Tus ojos son dos rubios capitanes;
¡tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea en un adiós de sangre!
Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá.
Las jarcias; vientos que traicionan; ¡vientos
de mujer que pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
y quien habrá partido seré yo...
Medialuz
He soñado una fuga. Y he soñado
tus encajes dispersos en la alcoba.
A lo largo de un muelle, alguna madre;
y sus quince años dando el seno a una hora.
He soñado una fuga. Un "para siempre"
suspirado en la escala de una proa;
he soñado una madre;
unas frescas matitas de verdura,
y el ajuar constelado de una aurora.
A lo largo de un muelle...
y a lo largo de un cuello que se ahoga.
Espergesia
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico... y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
lullidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... y no saben
que la Luz es tísica
y la Sombra gorda...
y no saben que el misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las lindes.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
Una idea.
Una idea incandescente se me vino esta mañana,
una antorcha que flameaba en lo alto de mi mente,
pero sola y sin refuerzos talvez pierda la batalla
ya librada de hace tiempo por tu brillo y un cobarde.
Un cobarde que vacila entre el olvido y tras la nada,
que vacila tras tus pasos y tu melódica mirada,
que se pierde encandilado tras el grito de tus ojos,
que se aturde enceguecido tras el brillo de tu nombre,
que se esconde tras las letras de algún otro nombre
y aún así no se atreve a gritar de quién se esconde,
que hace frente tan valiente a enredadas tempestades
y se escapa como un niño al descubrirse a tu lado,
que amanece al medio día y se duerme al despedirte,
que susurra tan potente y que grita tan despacio,
que camina tan de prisa y con los ojos bien cerrados,
sin valor por la cornisa que conduce a tu palacio.
Una idea de coraje se me vino esta mañana,
de sentarnos frente a frente y quitarme el camuflaje,
de soplar mis emociones y transformarlas en palabras,
en palabras que te expliquen como cae el agua helada.
Una idea tan sublime como tantas que me diste,
tan tardía y predecible como tantas he tenido,
pero sola y sin refuerzos de valor y otros aliados
ha perdido la batalla,
ya es de noche,
ya te fuiste.
Happy new year
Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano en esta noche
de fin de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.
Te amo por ceja
Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y cintas
que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas precisamente
lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones cuando
se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo
lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino es
también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.
Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría. Encendió un nuevo fósforo.
Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico pesebre: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas.
http://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/la%20vendedora%20de%20fosforos.pdf
En ti la tierra
Pequeña
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece
que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.
Poema V
Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.
Mi tierno secreto está sepultado para siempre en mi alma.
Mi corazón palpita todavía frecuentemente
para corresponder a los latidos del tuyo;
pero luego tiembla guardando un profundo silencio.
Mi llama es como la luz eterna de una lámpara sepulcral,
cuya débil claridad se oculta a todos los ojos.
La fría oscuridad de la desesperación no la apagará jamás,
aunque sus rayos sean tan inútiles como si nunca hubieran existido.
Acuérdate de mí; nunca pases cerca de mi sepulcro
sin hacer memoria de aquel cuyas cenizas se hallan allí encerradas.
El único tormento que mi corazón no podría tolerar
sería el que me olvidaras.
Escucha los últimos acentos de una voz moribunda.
La virtud no impide que se compadezca a los muertos.
Concédeme la sola gracia que te he pedido: una lágrima,
la primera y la última recompensa de tu amor.
No decía palabras.
No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.
La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.
Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque sólo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.
Donde habite el olvido.
Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.
La caricia perdida
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿Quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar a la primera que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...
Si en los ojos te besan esta noche, viajera,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajera, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿Me reconocerás?
Alma desnuda
Soy un alma desnuda en estos versos,
alma desnuda que angustiada y sola
va dejando sus pétalos dispersos.
Alma que puede ser una amapola,
que puede ser un lirio, una violeta,
un peñasco, una selva y una ola.
Alma que como el viento vaga inquieta
y ruge cuando está sobre los mares
y duerme dulcemente en una grieta.
Alma que adora sobre sus altares,
dioses que no se bajan a cegarla;
alma que no conoce valladares.
Alma que fuera fácil dominarla
con sólo un corazón que se partiera
para en su sangre cálida regarla.
Alma que cuando está en la primavera
dice al invierno que demora: vuelve,
caiga tu nieve sobre la pradera.
Alma que cuando nieva se disuelve
en tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.
Alma que a ratos suelta mariposas
a campo abierto, sin fijar distancia,
y les dice: libad sobre las cosas.
Alma que ha de morir de una fragancia,
de un suspiro, de un verso en que se ruega,
sin perder, a poderlo, su elegancia.
Alma que nada sabe y todo niega,
y negando lo bueno el bien propicia
porque es negando como más se entrega.
Alma que suele haber como delicia
palpar las almas, despreciar la huella,
y sentir en la mano una caricia.
Alma que siempre disconforme de ella,
como los vientos vaga, corre y gira;
alma que sangra y sin cesar delira
por ser el buque en marcha de la estrella.
Soneto de la dulce queja
Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.
Alba
Mi corazón oprimido
siente junto a la alborada
el dolor de sus amores
y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
semilleros de nostalgias
y la tristeza sin ojos
de la médula del alma.
La gran tumba de la noche
su negro velo levanta
para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada.
¡Qué haré yo sobre estos campos
cogiendo nidos y ramas
rodeado de la aurora
y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
muertos a las luces claras
y no ha de sentir mi carne
el calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
en aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
como una estrella apagada.
La culpa es de uno
Quizá fue una hecatombe de esperanzas,
un derrumbe de algún modo previsto.
Ah, pero mi tristeza solo tuvo un sentido.
Todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir
y por cierto me vieron.
Hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo,
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad,
pero vos encontraste la manera,
una manera tierna
y a la vez implacable,
de desahuciar mi amor.
Con un solo pronostico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible,
lo envolviste en nostalgias,
lo cargaste por cuadras y cuadras
y despacito,
sin que el aire nocturno lo advirtiera,
ahí nomas lo dejaste
a solas con su suerte
que no es mucha.
Creo que tenés razón,
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo.
Hace mucho, muchísimo,
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo
y fue implacable como vos,
mas no fue tierno.
Ahora estoy solo
francamente
solo.
Siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado.
Antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno,
con los ojos bien secos
por si acaso,
miro como te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte.
Enamorarse y no
Cuando uno se enamora las cuadrillas
del tiempo hacen escala en el olvido,
la desdicha se llena de milagros,
el miedo se convierte en osadía
y la muerte no sale de su cueva.
Enamorarse es un presagio gratis,
una ventana abierta al árbol nuevo,
una proeza de los sentimientos,
una bonanza casi insoportable,
y un ejercicio contra el infortunio.
Por el contrario, desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba,
es regresar más pobre al viejo enigma
y dar con la tristeza en el espejo.