Pablo responde a la pregunta: ¿Ha desechado Dios a su pueblo (Israel)? y afirma enfáticamente: ¡De ninguna manera!Él mismo es prueba viva de que Dios no ha rechazado a todos los israelitas, pues es israelita y ha sido salvado. Luego, Pablo explica que, al igual que en tiempos de Elías, Dios ha preservado un remanente fiel. Esta elección no es por obras, sino por gracia, mostrando que la fidelidad de Dios a su pacto permanece intacta.
Pablo revela un “misterio” divino: el endurecimiento parcial de Israel durará hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles. Luego, “todo Israel será salvo”, cumpliéndose así la promesa profética de Dios de quitar la impiedad y perdonar los pecados de su pueblo. Este plan manifiesta tanto la soberanía de Dios como su fidelidad al pacto.
Pablo explica que la caída de Israel no fue definitiva, sino que sirvió para abrir el camino de salvación a los gentiles. Sin embargo, esta inclusión de los gentiles no anula el plan de Dios para Israel. Utilizando la metáfora del olivo, muestra cómo algunos judíos fueron desgajados por incredulidad, mientras que gentiles, como ramas de olivo silvestre, fueron injertados por la fe. No obstante, Pablo advierte a los gentiles contra el orgullo, recordándoles que su posición es por pura gracia soberana, no por mérito propio. Finalmente, asegura que Dios tiene el poder y la intención de re-injertar a Israel si no permanecen en incredulidad, resaltando así la paciencia, el juicio y la restauración en el plan redentor de Dios.
El Día de Reposo es instituido por Dios como un día santo de descanso y adoración, desde la creación del mundo hasta la resurrección de Cristo. Mientras antes era el séptimo día (sábado), ahora es el primer día de la semana (domingo), llamado el Día del Señor. Los creyentes deben guardarlo dedicándose a Dios, descansando de sus labores y ocupaciones seculares, y enfocándose en el culto, la Palabra y actos de misericordia.
El mensaje sobre juramentos y votos ilícitos, basado en la Confesión de Londres de 1689, enseña que jurar puede ser un acto legítimo si se hace con verdad y reverencia ante Dios. Se advierte contra el uso trivial del nombre divino y los votos a criaturas. La integridad del cristiano debe ser tal que su palabra baste, reservando el juramento para casos serios. Se condenan votos humanos como los monásticos. Se exhorta a vivir con verdad y discernimiento, reflejando a Cristo.
Pablo explica que el endurecimiento de Israel no fue un accidente, sino un acto judicial de Dios, predicho en las Escrituras, como consecuencia del rechazo voluntario del pueblo.
Israel no alcanzó lo que buscaba, pero los escogidos sí lo obtuvieron. El resto fue endurecido. Romanos 11:7 revela la tensión entre la elección divina y el endurecimiento de los que rechazan el evangelio.
Dios se dejó encontrar por los que no lo buscaban, mientras su propio pueblo lo rechazó con terquedad. Romanos 10:20-21 nos muestra el contraste entre la gracia soberana hacia los gentiles y la rebelión persistente de Israel.
Pablo afirma que Dios no ha desechado a su pueblo Israel, usando su propio caso y el de Elías como ejemplos. Aunque la mayoría ha rechazado a Dios, existe un remanente fiel escogido por gracia, no por obras. Esta elección asegura que el plan de Dios sigue vigente.
En Romanos 10:18-19, Pablo aborda la responsabilidad de Israel ante el evangelio. En el versículo 18, cita el Salmo 19:4para afirmar que el mensaje de la salvación ha sido proclamado ampliamente, lo que implica que los israelitas no pueden alegar ignorancia. Luego, en el versículo 19, cita Deuteronomio 32:21 para mostrar que Dios, en su soberanía, provocaría a Israel a celos al llamar a los gentiles. Esto enfatiza que la incredulidad de Israel no es por falta de conocimiento, sino por su rechazo voluntario del evangelio, mientras que los gentiles responden con fe.
Esto es un pequeño devocional en base al capitulo 22 de la confesión bautista de Londres, donde se no enseña que nuestra adoración cristiana es estricta a los parámetros exclusivos De Dios.
Debemos invocar el nombre de Jesús en lugar de solo decir “en el nombre de Dios” porque Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5), y Dios ha dado toda autoridad a su nombre (Filipenses 2:9-11). La salvación, la oración y el poder espiritual se nos conceden por medio de Cristo (Hechos 4:12, Juan 14:13-14). Invocar su nombre afirma nuestra fe en su obra redentora y reconoce que solo a través de Él tenemos acceso al Padre (Juan 14:6).
No todos creen, pero todos necesitan oír (Romanos 10:16-17)
No hay salvación al margen del evangelio (Romanos 10:14-15)
Judíos y Gentiles: Un Mismo Evangelio (Romanos 10:12-13)
CB: La ley (Capitulo 19; Párrafo 6-7) (Parte 4)
CB: La ley moral, ceremonial y cívica: Propósito eterno y temporal (Capitulo 19; Párrafo 4) (Parte 2)
CB: La ley moral y ceremonial: Propósito eterno y temporal (Capitulo 19; Párrafo 1-3) (Parte 1)
Romanos 10:8-11 enfatiza la cercanía del mensaje del evangelio y la sencilla pero profunda respuesta de fe que Dios requiere para la salvación. Pablo explica que la palabra de fe está accesible, “cerca de ti, en tu boca y en tu corazón”, resaltando que no es un conocimiento inalcanzable. La salvación viene por la confesión con la boca de que Jesús es el Señor y la creencia en el corazón de que Dios lo resucitó de los muertos. Esta fe genuina resulta en justificación y la confesión en salvación. Finalmente, el apóstol afirma que “todo aquel que en él creyere, no será avergonzado”, mostrando la seguridad y confiabilidad de la promesa de Dios para quienes confían en Cristo.
Romanos 10:4-7 enseña que Cristo es el fin de la ley para justicia a los que creen, mostrando que la salvación no depende de obras, sino de la fe. Pablo contrasta la justicia de la ley, que exige obediencia perfecta, con la justicia por la fe, que confía en la obra ya consumada de Cristo.
En Romanos 10:1-3, Pablo expresa su profundo deseo de que los israelitas sean salvos. Reconoce que ellos tienen celo por Dios, pero es un celo mal dirigido, ya que desconocen la justicia de Dios y, en su lugar, buscan establecer su propia justicia. Al hacerlo, no se someten a la justicia que proviene de Dios, la cual es alcanzada por la fe en Cristo. Este pasaje subraya la diferencia entre la justicia basada en obras y la justicia que es por fe.
