
Pablo explica que la caída de Israel no fue definitiva, sino que sirvió para abrir el camino de salvación a los gentiles. Sin embargo, esta inclusión de los gentiles no anula el plan de Dios para Israel. Utilizando la metáfora del olivo, muestra cómo algunos judíos fueron desgajados por incredulidad, mientras que gentiles, como ramas de olivo silvestre, fueron injertados por la fe. No obstante, Pablo advierte a los gentiles contra el orgullo, recordándoles que su posición es por pura gracia soberana, no por mérito propio. Finalmente, asegura que Dios tiene el poder y la intención de re-injertar a Israel si no permanecen en incredulidad, resaltando así la paciencia, el juicio y la restauración en el plan redentor de Dios.