Alberto Mario Rincón, o “Toti”, es de esos personajes que uno no olvida.
Con su autenticidad costeña y una trayectoria impresionante, hoy lidera L'Oréal Colombia y un clúster de 12 países que mueve miles de millones de euros. Pero lo que más me marcó no fueron sus cifras, sino su forma de ver la vida: optimista realista, competitivo desde el colegio y orgullosamente barranquillero, aunque viva en Bogotá desde hace décadas.
Su carrera lo ha llevado por gigantes como Kimberly Clark, Kellogg’s, Grupo Éxito, Bavaria y Corona, siempre combinando estrategia con calle. En cada paso aprendió que el éxito está en entender al consumidor, cuidar a los proveedores y no temerle a la diversidad de opiniones. Hace diez años encontró en L’Oréal un lugar que comparte sus valores: ética sólida, innovación constante y un compromiso social real que va desde la sostenibilidad hasta el apoyo a mujeres vulnerables.
En esta conversación hablamos de negocios, liderazgo y propósito, pero también de identidad y de mantenerse fiel a uno mismo, incluso en la cima. Porque Toti no solo dirige: escucha, pregunta y aprende, y eso —en un mundo tan acelerado— es un lujo.
Este episodio es con una mujer que, para muchos, ha estado siempre ahí.En la pantalla, en las noticias, en los hogares de millones de colombianos. Pero detrás de esa presencia tan familiar, hay una historia que merece ser contada con calma, con respeto y con el corazón abierto.Ana Karina Soto no solo es belleza, inteligencia y glamour —aunque lo es, sin duda—. Es también una mujer de provincia, con raíces profundas en Ocaña, con infancia en Cúcuta, y con un vínculo devoto con su familia, su fe y su tierra. Es la traviesa de la casa, la que jugaba a ser presentadora con las muñecas, la que armaba shows en las fiestas, pero también la que le cumplió la promesa a su papá de terminar Derecho, aun cuando ya era una figura nacional.Esta conversación no es solo sobre televisión, ni sobre farándula, ni sobre el “mundo del entretenimiento”. Es sobre sueños que arrancan en pueblos donde el McDonald’s más cercano quedaba en otro país. Es sobre saber decir que no, cuando toca elegir entre fama e integridad. Es sobre sostener una carrera con disciplina, con gratitud, con ese respeto que se gana, no que se exige.Hablamos de su historia con la Virgen de Torcoroma. De los castings. Del striptease involuntario. De RCN. Del teatro. De la maternidad. De Alejandro, su pareja y socio. Y de lo que significa, en un mundo cada vez más ruidoso y efímero, construir una vida con propósito y con valores que no se negocian.Ana Karina no ha tenido una carrera improvisada. Ha sido paciente, coherente y rigurosa. Por eso emociona escucharla. Porque lo que dice no busca likes, busca conectar. Y lo logra.
Este episodio es con alguien que sabe lo que es tomar decisiones difíciles.María Fernanda Suárez ha estado sentada en sillas donde las cifras pesan, pero también donde las decisiones impactan millones de vidas. Es una ejecutiva brillante, sí, pero también una mujer que ha sabido moverse entre el rigor técnico y la complejidad humana del servicio público. Y eso, créanme, no es común.Su historia empieza en una familia que parecía una metáfora del país: abuelos conservadores, padres comunistas, y ella en medio, aprendiendo a escuchar antes que a juzgar. Desde chiquita tuvo claro que quería ser ejecutiva —contar billetes le parecía lo máximo—, pero también entendió muy joven que las decisiones grandes requieren criterio, conciencia social y mucha, muchísima resiliencia.Con María Fernanda hablé de la crisis del petróleo, de su paso por el Ministerio de Minas, de lo que implica liderar una empresa con las luces apagadas en el país profundo, y de la frustración de ver políticas públicas desarmadas por prejuicio o ideología. Pero también hablamos de sabáticos, de cocinar en Londres a los 12 años, de bullying, de maternidad, y de lo que significa envejecer en un país que no se está preparando para su transición demográfica.Este episodio es con alguien que tiene una hoja de vida admirable, sí, pero sobre todo una mirada sobria, crítica y serena sobre lo que hemos hecho —y lo que nos falta por hacer— como sociedad. A veces uno necesita oír a alguien que no grita, pero deja claro. Que no busca likes, pero deja huella.María Fernanda es una de esas personas. Ojalá esta conversación les deje tanto como me dejó a mí.
Este episodio me sacudió.No por cifras, ni por política, ni por teorías. Me sacudió por lo humano. Porque a veces uno se encuentra con personas que no solo cuentan su historia, sino que te recuerdan cómo vivir.Armando Romero es eso. Un hombre que empezó como futbolista y terminó como empresario, que supo lo que es quebrarse por dentro y por fuera, y que no se dejó hundir por el dolor ni por la pérdida. Un tipo que ha enfrentado una enfermedad degenerativa, múltiples cirugías, y el cierre de una empresa de 30 años… y aun así, se para todos los días con una sonrisa que no parece de este mundo.Hablamos de fútbol como escuela de vida, de lo que significa fallar cuando uno cree que ya la hizo, de nadar sin piernas cuando el cuerpo no da, de competir con alegría incluso cuando no te premian, de cerrar negocios con dignidad, y de vivir con gratitud en medio del dolor.Yo creo que, después de hablar con él, también se aprende oyéndolo. Es coherente, es generoso, y tiene una filosofía de vida tan clara que uno sale de esta conversación con ganas de mejorar como ser humano.Este episodio es para quienes han sentido que ya no pueden más, para quienes cargan un duelo, un dolor, una frustración, y buscan otra manera de mirar la vida. Armando no predica: actúa. Y cuando lo hace, deja una huella.Prepárense, porque lo que van a escuchar no es una entrevista. Es una lección de vida.
Hay conversaciones que uno empieza sin saber muy bien a dónde van, pero que terminan revelando capas profundas de lo que somos como país. Esta fue una de esas.
Invité a Mauricio Cárdenas sin conocerlo personalmente, solo guiado por algo que es raro encontrar hoy en la política: respeto. Lo respeto por su trayectoria, por su forma de pensar, por su compromiso con lo público. Y, sobre todo, porque representa una voz que propone desde la evidencia, no desde el escándalo.
La conversación arranca en su infancia, en el barrio El Chicó de los años 70, cuando jugaba en el Parque de la 90 y escuchaba a su papá y a sus amigos —antioqueños en Bogotá— hablar de política, cafés, y país. Desde los 15 años ya quería dedicarse al servicio público. No porque fuera heredero de ningún poder, sino porque de verdad le fascinaba entender cómo funcionaba Colombia.
Y esa fascinación lo llevó lejos. Estudió en los Andes, se doctoró en Berkeley, volvió por convicción cuando pudo haberse quedado afuera. Fue Ministro a los 31 años, dirigió Fedesarrollo, presidió las asambleas del Banco Mundial, y siempre ha tenido un pie en la academia y el otro en la gestión pública.
Pero lo más interesante de esta charla no son sus cargos. Es su forma de pensar. Mauricio defiende con firmeza al sector privado, sin desconocer la deuda histórica con quienes se han sentido excluidos. Cree en el crecimiento económico, sí, pero también en que hay que multiplicar las oportunidades para que la gente “vuele por sus propios medios”. Le preocupa profundamente el rumbo actual del país, pero no se queda en la crítica. Propone, sugiere, se moja.
Hablamos de educación, salud, energía, paz, clientelismo, juventud, y de su idea de gobernar con una mezcla de realismo y esperanza. Mauricio no tiene poses ni grita consignas; piensa en largo plazo, y eso, en tiempos tan ruidosos, es casi un acto de rebeldía.
Este episodio es para quienes quieren entender de dónde venimos, qué se ha hecho bien (aunque nadie lo diga), y qué se podría hacer mejor sin destruir lo que ya funciona. Mauricio Cárdenas no vende humo. Y en esta conversación, deja claro por qué sigue siendo una de las voces más lúcidas de la vida pública en Colombia.
Este episodio es, en el fondo, una conversación sobre el dolor, la vocación y la coherencia. Pero también sobre lo que significa resistir sin llenarse de odio.
Hablé con Juan Fernando Cristo, alguien que ha vivido en carne propia lo que muchos políticos solo conocen desde los discursos.
Nos encontramos recordando una fiesta en Cúcuta en 1993, y desde ahí fuimos deshilando la vida de alguien que ha sido testigo —y protagonista— de momentos clave en la historia reciente de Colombia. Juan Fernando creció en una Cúcuta muy distinta a la de hoy, en una familia donde la medicina y el servicio público caminaban de la mano. Su padre, un médico que entró tarde a la política, terminó marcando su vida de una manera que nadie hubiera querido: fue asesinado por el ELN en 1997, un hecho que partió su biografía en dos.
A partir de ahí, Juan Fernando, que venía de estudiar Derecho en Los Andes y trabajar en la Procuraduría, entró a la política electoral por una mezcla de convicción y deber. Durante 16 años en el Senado, su lucha por la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras se volvió algo profundamente personal. No quería venganza. Quería justicia, memoria y paz. Y esa decisión —de no permitir que el odio lo consumiera— define, quizás, todo lo demás.
Conversamos también sobre su salida del Partido Liberal, su frustración con la incoherencia de los partidos tradicionales, y su decisión de fundar “En Marcha”, una apuesta por el reformismo liberal y la justicia social. Hablamos del presente: de su ingreso al gobierno de Gustavo Petro como Ministro del Interior, a pesar de venir de orillas ideológicas diferentes. De cómo cree que es posible aportar sin traicionar sus principios. Y de por qué la descentralización, la autonomía regional y el diálogo son, para él, la única vía para que este país tenga futuro.
Juan Fernando es de esas personas que no se quedan en la queja. Que, a pesar de las heridas, siguen creyendo que Colombia se puede enderezar. Este episodio es un homenaje a la memoria, a la coherencia y al compromiso de seguir intentando —una y otra vez— que este país no se nos pierda.
Julieth Rincón no es solo una mujer admirable: es una fuerza.
Una joven ingeniera civil, nacida en Pacho, Cundinamarca, que carga en los hombros una historia familiar dura, pero también una determinación pocas veces vista. Hoy, es la presidenta de FENARES, la Federación Nacional de Representantes Estudiantiles, y su historia es tan poderosa como su voz.
En nuestra charla, Julieth me contó sobre su infancia en una familia atípica —criada por su abuela y sus tíos—, de su camino en la educación pública rural, y de cómo desde muy temprano entendió que el liderazgo no era un lujo, sino una necesidad. Julieth se enfrentó a la pérdida de su padre, a la ausencia de su madre y a las barreras de una sociedad que aún le cuesta aceptar que hay muchas formas válidas de familia.
Fue personera, líder comunal, y más tarde estudiante universitaria gracias a un crédito del Icetex que, aunque fue su tabla de salvación, también le impuso muchas limitaciones. Se graduó como ingeniera civil, aunque entendió a mitad de carrera que esa no era su vocación. Pero siguió adelante, porque rendirse no era opción.
Desde una tusa y una charla con su decana, terminó convertida en líder estudiantil nacional. Hoy representa a miles de jóvenes que luchan por acceder y permanecer en la educación superior, y defiende con argumentos una reforma seria y justa del Icetex. Critica con firmeza —y sin miedo— al gobierno actual por haber cerrado las puertas del crédito educativo a los estudiantes más vulnerables, y ha recibido más de 30 amenazas por no prestarse a ningún juego político.
Julieth se autodefine como de centro. No le tiene miedo a decir lo que piensa, ni a reconocer aciertos y errores venga de donde vengan. Ha estado en espacios tan complejos como las mesas de diálogo con el ELN, y ha demostrado que la voz de los estudiantes no solo debe estar, sino que tiene que ser escuchada.
Este episodio es un homenaje a una mujer que, desde lo rural, desde la marginalidad, desde lo que el sistema a veces intenta invisibilizar, ha logrado hacerse escuchar. Julieth es, sin duda, una de esas personas que nos recuerdan por qué vale la pena seguir creyendo en una educación pública, inclusiva y transformadora.
María Elisa Camargo es muchas cosas. Pero sobre todo, es un ejemplo de cómo la curiosidad, la inconformidad y el deseo de explorar lo desconocido pueden construir una vida llena de giros inesperados.
En este episodio conversamos sobre todo eso: su carrera, su filosofía de vida, su espiritualidad… y, sí, también sobre Call of Duty.
María Elisa acaba de cumplir uno de sus sueños de infancia: convertirse en personaje de videojuego. Y no cualquier personaje, sino Valeria, una sicaria poderosa en la saga Call of Duty. Lo que empezó como un pequeño papel terminó siendo una aparición estelar en el modo multijugador, gracias al cariño que los fans le dieron. Ella me cuenta cómo es actuar en un espacio vacío con sensores por todas partes, usando la imaginación como si tuviera cinco años otra vez. El resultado es tan real que hasta los granos de su piel quedan registrados. Una experiencia intensa que, además, abre una conversación sobre identidad, propiedad intelectual y el futuro del cine y los videojuegos.
Pero Valeria es solo una de sus muchas caras.
María Elisa nació en Guayaquil, Ecuador, pero es de papás 100% colombianos. A los 12 años la mandaron sola a Estados Unidos a aprender inglés. Estudió economía, cantó en coros, fue la “villana” de un reality a los 17, y terminó protagonizando novelas en Colombia, México, y luego entrando al mundo hispano en Estados Unidos.
Pasó por Televisa, por Telemundo, vivió en Miami, se fue sola a México con 21 años, y ahora está en Los Ángeles, después de años de “comer tierra”, como ella misma dice. A punta de trabajo duro y fe en su talento, está logrando consolidarse en Hollywood. Su más reciente papel como protagonista de una película llamada Off the Great es el reflejo de una carrera que no para de reinventarse.
Hablamos también de sus ideas sobre el amor, la familia, el ego, la espiritualidad, y de cómo el rechazo no es fracaso sino moneda de cambio para seguir creciendo. María Elisa es rebelde, libre y profundamente consciente. No busca la fama, busca el sentido. Practica la meditación, se ha adentrado en ceremonias con plantas sagradas como la ayahuasca, y hoy está enamorada, explorando qué significa construir una relación sólida, mientras piensa con calma y sin presión en la maternidad.
Este episodio es una ventana a una mujer que no se conforma con lo que el mundo le ofrece: lo cuestiona, lo transforma y lo reinventa. María Elisa no actúa para encajar; actúa para expandirse. Y escucharla es, de alguna manera, una invitación a hacer lo mismo.
Jorge Enrique Robledo es, quizás, el político más coherente que ha tenido Colombia en las últimas décadas.No por decir lo que uno quiere oír, sino por mantener el mismo discurso —claro, informado y sin dobleces— durante toda su vida pública.En este episodio hablamos de su infancia en Ibagué, que recuerda como una fiesta permanente; de cómo llegó a estudiar arquitectura en Los Andes, aunque primero se metió a ingeniería, y de cómo un joven parrandero terminó, con los años, volcado por completo a la política desde el movimiento estudiantil del 71.Conversamos sobre su forma de ver el país, y su crítica profunda a los modelos económicos impuestos desde afuera que, según él, han mantenido a Colombia en el subdesarrollo a propósito. Robledo es claro: mientras la economía esté dirigida desde Washington, acá no habrá desarrollo.También hablamos, por supuesto de su oposición al gobierno actual de Gustavo Petro. Robledo no se anda con eufemismos: acusa a Petro de haber saboteado la izquierda desde dentro, de promover políticas sin sustento técnico ni económico, y de haber traicionado principios fundamentales para abrazar el poder. Aclara por qué no cree que Petro represente un verdadero progresismo, y por qué su gestión, según él, no está mejorando la vida de la mayoría de colombianos.A pesar de haberse retirado del Senado, está considerando volver. Y lo hace, como siempre, con argumentos, sin cálculo ni marketing, y con un compromiso inquebrantable por lo que cree: que Colombia necesita una economía que produzca, un Estado que funcione y una política que no robe.Una conversación con uno de los pocos políticos que puede mirar atrás sin arrepentirse. Crítica, lúcida, y absolutamente necesaria.
Desde que era niña supo que había nacido para retarse. Su historia comienza en una pista de alquiler en la 170, donde su hermana la llevó a montar un kart, y terminó en los circuitos más exigentes del mundo: Fórmula 2, Le Mans, Super Fórmula japonesa, y más.
En esta conversación con Tatiana hablamos de los prejuicios que enfrentó desde sus primeras victorias —cuando empezaron a sabotear su kart y a revisarlo durante horas porque no podían creer que una niña estuviera ganando—, de cómo ha tenido que abrirse camino en un deporte históricamente masculino, y de la sensibilidad especial que requiere manejar un coche al límite.
También hablamos del otro gran motor de esta historia: el apoyo de su hermana Paula, su cómplice, su mánager y su mejor aliada. De la falta de patrocinio, de las veces que se quedó sin asiento, de cómo Karol G terminó patrocinándola gracias a un mensaje directo por Instagram, y de lo que significa hoy correr con su respaldo.
Tatiana es la primera mujer en correr en Fórmula 2, la primera en sumar puntos para una escudería F1 en el programa de desarrollo, y la primera en muchas otras cosas. Pero más allá de los récords, es una mujer fuera de serie. Persistente, valiente, y con una historia que merece ser escuchada con atención.
Carlos Alonso Lucio ha vivido este país de lado a lado.Hijo de una familia vallecaucana y formado en el Liceo Francés de Bogotá, donde aprendió a pensar con método, crítica y libertad, Carlos Alonso entró al M-19 a los 15 años, empujado por la captura y tortura de su tío. Desde entonces, su vida quedó atravesada por la guerra, la política y la búsqueda de paz.
Hablamos de sus años en la clandestinidad, de su relación con figuras como Carlos Pizarro, de cómo vivió desde adentro el proceso de paz con el M-19 y su papel en la Asamblea Constituyente del 91. También de su visión del actual gobierno, de las diferencias profundas que tiene con Gustavo Petro y del riesgo que, según él, enfrenta hoy la democracia colombiana.
Carlos Alonso fue secuestrado por Carlos Castaño, estuvo al borde de la muerte, y ahí —en medio del miedo— encontró la fe. Desde entonces su mirada ha cambiado, pero no su intensidad. Esta conversación es directa, profunda y llena de matices. Una historia difícil, contada sin adornos.
En este episodio me siento con Santiago Cruz, un artista que se ha reinventado más veces de las que uno se imagina. Hablamos de su infancia en Ibagué, del barrio Cádiz, de las tiendas de esquina donde compraba el periódico en pijama y de cómo la guitarra era símbolo de unión… y también de cierta soledad. Lo marcó la bohemia familiar, pero también el vacío de una figura paterna y el llamado —repetido y fuerte— de la música.
Pasó por el ejército a los 16, vivió el caos de Bogotá estudiando Finanzas (sí, Finanzas), cantó en bares, fue socio de El Sitio, uno de los bares más importantes de la ciudad, y aprendió que la noche, cuando no se tiene el alma en orden, se puede volver un abismo. Hablamos de adicciones, recaídas, centros de rehabilitación, y del trabajo profundo y valiente de sanar. La música, para él, no es búsqueda de fama, sino una forma de limpiar por dentro.
Santiago reflexiona sobre el éxito, la familia, el amor propio y el proceso —no siempre glamuroso— de estar bien con uno mismo. Hoy canta con la certeza de que lo hace desde un lugar sincero, sin miedo a la edad ni al juicio. ¿Qué significa tenerlo todo? Para él, es llegar a casa y sentir que ahí no tiene que fingir nada.
En este capítulo hablo con Juan Carlos Pinzón, un tipo que ha estado en el corazón del poder: fue Ministro de Defensa, Viceministro, Embajador en Washington y ha pasado por todos los niveles del Estado. Pero más allá de los títulos, hablamos de lo que lo formó: la vida de cuartel que vivió con su papá militar, los trabajos que se rebuscó vendiendo desde tapetes hasta camisas, y los golpes que lo marcaron, como el atentado del Club El Nogal, donde perdió a su primo.
Pinzón no se guarda nada: hace una crítica dura al proceso de paz, dice que Colombia está inundada de coca porque se bajaron los brazos, y que las Fuerzas Militares están más debilitadas que nunca. Pero también trae ideas: habla del desarrollo con responsabilidad, del modelo de Noruega, del falso ambientalismo, y del tipo de presidente que cree que necesita Colombia.
Dice que está listo para gobernar mañana si el país lo llama. ¿Tiene lo que se necesita? Yo lo escuché. Con atención. Y con ganas de entender más.
En este capítulo me senté a hablar con María Fernanda Cabal, una mujer que no se guarda nada. Dice que es liberal de ideas conservadoras, que nunca encajó en ningún molde, y que su motor en la vida es pelearle a la injusticia… sin anestesia.
Desde su infancia en Cali, su paso por los Andes, el trabajo comunitario en el Amazonas, su lado empresarial, su fe —sin fanatismos—, y sus ganas de ser la primera mujer presidenta de Colombia. Pero también entramos a fondo en sus ideas más polémicas: desde el medio ambiente hasta Petro, pasando por Santos, las Farc, el narcotráfico, la seguridad y la propiedad privada. No se quedó callada ni medio segundo.
Este episodio no es para estar de acuerdo, es para escuchar lo que muchas veces no se quiere oír. Crudo, frontal, sin filtros. Como es ella. Como es este espacio.
En este capítulo, tuve el honor de sentarme a conversar con uno de los actores más queridos y auténticos de Colombia: Juan Pablo Raba. Un man al que siempre he admirado, y que me sorprendió diciendo sí al podcast en solo dos minutos.
Juan Pablo Raba nos abrió el alma en esta charla. Su crisis de la mediana edad (esa que muchos hombres vivimos en silencio), su carrera inesperada como actor, el viaje desde las fiestas en Cartagena hasta los sets en Hollywood, y cómo un podcast que empezó como una especie de terapia terminó convirtiéndose en un espacio de conversación honesta sobre salud mental masculina.
Abrió el corazón sobre sus momentos más duros, su conexión con el arte, los "no" que marcaron su carrera, y esa lucha diaria contra el ego que todos enfrentamos en algún punto. Todo con esa franqueza y sentido del humor que lo caracteriza.
Un episodio poderoso, íntimo y muy necesario. Si alguna vez se ha sentido perdido, con dudas, o simplemente con ganas de escuchar una buena historia… este capítulo es pa’ usted.
Este episodio es un viaje profundo. Con María Villegas hablamos de lo que significa reinventarse una y otra vez, de cómo incluso el dolor puede ser un regalo si uno sabe mirarlo con otros ojos. María ha sido chef, autora de libros best-seller, editora, terapeuta… pero sobre todo, es una mujer con una conexión brutal con su intuición.
Desde pequeña supo vivir en su propio mundo, uno donde la cocina podía tener filosofía cuántica y donde la espiritualidad no era algo esotérico, sino una forma de habitar la vida. En medio de una crisis de salud que la dejó sin poder comer, eligió sanar desde adentro, sin anestesia ni atajos. Se formó en técnicas que hoy comparte con otros: hipnosis clínica, sound healing, medicina ancestral.
Hoy acompaña a personas que quieren sanar o expandirse, que buscan transformar lo que duele en motor. María tiene la capacidad de ir profundo sin perder la ternura, de hablar del alma sin sonar lejana. Está en un nuevo comienzo, apostándole al mundo digital y la inteligencia artificial como canales para seguir haciendo lo que siempre ha hecho: servir desde lo que sabe y desde lo que es.
Este capítulo es para quienes están en un punto de inflexión. María diría: “todo cambio es una oportunidad de volver a ti”.
Este capítulo es muy especial para mí. No solo porque me reencontré con un amigo de años, sino porque escucharlo es un recordatorio brutal de que nunca es tarde para vivir como uno realmente quiere. Mauricio Vélez ha sido actor, presentador, comediante, herrador, subastador de ganado… pero por encima de todo, es un hombre que nunca ha tenido miedo de reinventarse.Desde muy chiquito quiso ser vaquero. Y lo logró. Se fue a estudiar herraje de caballos a Cornell, aprendió sobre cascos, tendones, anatomía… volvió al Llano a enseñar lo que nadie más sabía. Luego la vida, o el destino (y un vidente curioso), lo pusieron frente a un micrófono en un taller de stand-up y, sin buscarlo, terminó siendo uno de los presentadores más reconocibles de la televisión colombiana.En esta conversación hablamos de los sacrificios que implica ser fiel a uno mismo, de las corazonadas que terminan siendo certezas, del valor de una familia que camina contigo… y del amor por el Llano, ese lugar que te enseña a respirar distinto.Este capítulo es para los que alguna vez se preguntaron si aún estaban a tiempo. Mauricio diría: “sí, siempre se puede”.
Andrés Forero es de esos políticos que uno ve en debates y siente que lo representan. Pero más allá del discurso, yo quería conocer al tipo: al niño que se fue del país por miedo, al joven que creció en Chile soñando con volver, y al hombre que hoy defiende sus ideas sin miedo a las críticas.
Hablamos de su infancia marcada por la violencia, de cómo la seguridad de Uribe permitió que su familia regresara, y de por qué decidió entrar a la política. También, de lo que piensa del gobierno actual, del colapso en salud, de la “paz total” y de cómo se juega el poder en este país.
Pero más allá del Congreso y los discursos, hablamos de su vida personal, de sus hijos, de lo que cuesta estar expuesto, y de si aún es posible hacer política sin traicionarse.
Me senté a hablar con Cristina Campuzano, una actriz que muchos reconocen por sus personajes de mala, pero que en esta charla se muestra tal como es: sensible, disciplinada y llena de historias que no se ven en pantalla.
Hablamos de todo: su infancia creativa, sus días como abogada, cómo terminó estudiando actuación en Nueva York mientras trabajaba de mesera, y qué pasó cuando la vida —y el trabajo— se frenaron en seco.
¿Vale la pena volver a empezar cuando ya lo habías logrado todo? ¿Qué se siente pasar del centro del escenario a estar detrás de cámaras? ¿Y cómo se sostiene una carrera en un oficio donde la belleza, la edad y el ego juegan tan duro?
Cristina está en un nuevo comienzo. Y fue un lujo sentarme a oírla contarlo. ¿Se puede volver a empezar a los 40? Escuchen este capítulo y me cuentan.
A Juandacho lo conozco hace años, ha sido un referente muy importante para mi familia. No les miento cuando les digo que es un superhéroe para mis hijos.
En esta conversación, nos lleva por su historia personal y profesional, revelando cómo el fútbol ha sido una constante que marcó no solo su infancia sino también la vida de sus hijos. Desde sus primeros pasos en la formación deportiva, pasando por las dificultades que impone un sistema plagado de corrupción, hasta el dolor más profundo tras la pérdida de un hijo, Juandacho comparte una historia de resiliencia, lucha y esperanza.
En este episodio descubrimos el lado humano detrás del entrenador y formador: la complejidad de abrir una escuela de fútbol, el choque cultural de trabajar en Bogotá, y cómo, a pesar de las adversidades, sigue apostando por transformar vidas a través del deporte.
De verdad que esta conversación la llevo en el corazón y espero les guste tanto como a mi.