Diego Ruzzarin no teme contradecir lo que parece incuestionable. Habla con la seguridad de quien ha pensado sus ideas y con la calma de quien no necesita gritar para sostenerlas. Cuestiona la libertad de expresión cuando se convierte en excusa para justificar cualquier cosa. Critica la influencia que Estados Unidos ejerce sobre el resto del mundo y desmonta las ideologías que marcan nuestra forma de entender la realidad.No busca aprobación ni comodidad. Piensa, provoca y argumenta con la intención de entender lo que hay detrás de lo que todos repiten. En una época donde opinar rápido vale más que pensar, insiste en ir más despacio, con más profundidad y menos ruido.Habla desde la convicción, no desde la superioridad. Y aunque su visión no siempre es fácil de digerir, deja claro que pensar sigue siendo un acto de rebeldía. Su idea de legado no está en tener la razón, sino en servir. En ayudar a otros a encontrar sentido, incluso en medio del caos.
Celia Lora entiende lo que significa crecer entre cámaras y aun así mantener una identidad propia. Ha sabido moverse entre el modelaje, la televisión y las redes con una mezcla de carácter y autenticidad que la define más allá de cualquier etiqueta.
Portadas en revistas prestigiosas han consolidado su lugar en el ojo público, pero Celia no depende de la fama de otros.
Convierte cada etapa en una oportunidad para mostrarse tal cual, enfrentando críticas con la misma franqueza con la que se ríe de sí misma, sin temor a lo que otros esperen de ella.Su presencia no se sostiene en escándalos, sino en la naturalidad con la que dice lo que piensa y asume quién es.
En un entorno donde muchos construyen personajes, ella elige mostrarse sin guión, con una seguridad que combina humor, inteligencia y un atractivo que no necesita poses.
Hay voces que por más que intenten ser silenciadas, terminan haciéndose más fuertes. El Temach no busca aprobación, pero lo que dice difícilmente pasa desapercibido.Su manera de ver la vida parte de la razón, sin ignorar las emociones. Habla del amor sin disfraces y de la responsabilidad como una elección que define el carácter. Ve la infidelidad como una muestra de lo fácil que es perder el rumbo cuando no hay control, y la cuestiona sin suavizarla. Para él, pedir ayuda no es debilidad, es conciencia. Y en un tiempo donde el deseo parece estar por encima de todo, insiste en recuperar el equilibrio que muchos ya olvidaron. Vivir en “Modo Guerra”, como él lo llama, no es estar a la defensiva, sino mantener la mente alerta, enfocada y preparada para no caer.Es consciente que para muchos es el malo de la película y lo asume sin conflicto. Aprendió que su propósito no depende de agradar, sino de servir, y que ayudar a otros es la forma más limpia de mantenerse en su camino, incluso si eso implica cargar con la incomodidad de ser malinterpretado.Detrás de sus ideas hay coherencia. En su voz conviven el esposo que se conmueve al hablar de su pareja, el hombre que imagina educar a una hija con valores y el pensador que sigue firme aunque lo recorten en clips. Su mensaje no busca eco, busca criterio.
Alex, Moy y David (Par de Tres) han encontrado su espacio en esa línea donde la honestidad y el humor se cruzan. Con un estilo relajado, una conexión que se nota incluso en silencio y una forma muy suya de decir lo que piensan, han logrado conectar con una generación que valora lo genuino más que la pose.A veces vistos con cierta etiqueta o prejuicio, aprendieron a reírse también de eso y a dejar que su contenido hable por ellos. Su crecimiento ha sido constante y orgánico, impulsado por la libertad con la que abordan cada tema y la confianza que transmiten entre ellos.Entre anécdotas, observaciones filosas y momentos que incomodan lo justo, demostraron que se puede hablar de todo, siempre que sea con verdad. Par de Tres encontró su lugar siendo simplemente ellos.
Hay quienes no necesitan disfraz para ser auténticos. Slobotzky es exactamente el mismo arriba de un escenario, en un podcast o en una plática casual. La comedia le fluye porque es parte de quién es, y lo asume con la misma naturalidad con la que reconoce la perseverancia que lo ha traído hasta aquí. Sabe que la risa es su mayor virtud, pero también que el camino no se sostiene solo de talento: disciplina, constancia y aprovechar sus propias condiciones para ser el conductor de su propia carrera.
Su historia está marcada por una formación religiosa en la infancia, los primeros acercamientos a la comedia y la hermandad con Ricardo Pérez, que dio vida al fenómeno de La Cotorrisa. A ello se suma la experiencia de ser papá primerizo, con la claridad de cómo quiere educar a su hijo en un mundo donde las tentaciones están a la vuelta de la esquina. Entre su primer sketch reciente, "No tenemos vida", y los proyectos que todavía le quedan por realizar, se revela una visión que combina humor, disciplina, ganas y verdad.
El primer invitado en Streccitown es uno de los comediantes más reconocidos del país, con una carrera que representa logro y carácter más allá del stand up. Mau Nieto. Al descubrir que la comedia era lo suyo, llegaron los escenarios, la fama y también los retos propios de esa vida. Reconoce lo que su carrera le ha dado y lo que ha sido difícil, sin disfrazar nada. La disciplina para mantenerse vigente sin caer en tendencias, y la certeza de que la comedia sigue siendo su lugar seguro. Hay risas, obvio, pero también mucha verdad.