Un error frecuente a la hora de interpretar el fenómeno artístico contemporáneo es asignar a la categoría la cualidad de "presente", comprenderla como "el arte que se hace en nuestros días". Sin embargo, desde el punto de vistas de la crítica artística, las ciencias sociales o la historiografía, "arte contemporáneo" hace referencia a un modelo productivo, a un paradigma entendido como un sistema solidario de ideas que presenta categorías de producción, interpretación y valoración diferentes a los planteados a lo largo de la historia del arte.
El desplazamiento desde lo plástico hacia lo conceptual -o desde lo material hacia lo discursivo- no es un movimiento exclusivo de las artes visuales, otros espacios de producción de sentido, como las ciencias sociales, han incorporado la dimensión del discurso como un elemento central en sus especulaciones. Las artes visuales contemporáneas al trabajar sobre el plano de los conceptos y las ideas se encuentran en una situación favorable para reflexionar sobre los discursos de poder circulantes en el plano social, pero también al interior de las artes visuales, desnaturalizando la estabilidad de esos discursos.
Las vanguardias artísticas del siglo XX destronaron la belleza del centro del arte y de la especulación artística desde diferentes campos disciplinares. Si el arte contemporáneo desplaza su interés desde la sensación hacia el concepto ¿qué espacio queda para los elementos plásticos o estéticos -entre ellos la belleza- en la producción artística contemporánea?