Al levantarse
Pedir la presencia de Dios recién levantados por la mañana ayuda marcar el tono del día y el sentido de la vida. Levantarse es volver a nacer, vivir con un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Es un momento para elevar la mente y el corazón al Señor y pedirle que baje a nuestra vida, la toque y despierte.
Invocación
¡Cristo, rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
A continuación, rezamos un Padrenuestro, un Avemaría y realizamos lo siguiente
Petición inicial
Señor y Padre mío, inspira mis pensamientos, palabras y acciones, y acompáñalos con tu ayuda, para que todas mis actividades comiencen y terminen según tu voluntad y por amor a ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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Ofrecimiento de obras
Ofrecer nuestras obras es signo de ofrecer nuestra vida. Se trata de llegar a ser nosotros ofrenda. Te proponemos tres oraciones vocales a Dios y una a María Santísima. Se inician haciendo la señal de la cruz para ponernos en presencia del Señor. Tal vez te ayude incorporar alguna oración personal. Puedes sustituir las oraciones del ofrecimiento por las Laudes de la liturgia de las horas. En todo caso, te animamos a mantener siempre la Oración a Jesucristo, común a todos los miembros del Regnum Christi.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Oración al Padre
Creo en ti, Dios mío porque eres la verdad misma. Espero en ti, porque eres la misericordia infinita. Te amo sobre todas las cosas porque eres infinitamente amable y porque a ti solo debo amarte con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas (cf. Dt 6, 5). Te doy gracias, Padre, por haberme concedido un nuevo día para darte gloria y hacer presente tu reino.
Amén.
Oración a Jesucristo
Señor Jesús:
Te entrego mis manos para hacer tu trabajo. Te entrego mis pies para seguir tu camino.
Te entrego mis ojos para ver como tú ves.
Te entrego mi lengua para hablar tus palabras. Te entrego mi mente para que tú pienses en mí. Te entrego mi espíritu para que tú ores en mí.
Sobre todo, te entrego mi corazón para que en mí ames a tu Padre y a todos los hombres.
Te entrego todo mi ser para que crezcas tú en mí, para que seas tú, Cristo, quien viva, trabaje y ore en mí. Amén.
Oración al Espíritu Santo
Espíritu Santo, dulce huésped y consolador de mi alma, guía y artífice de nuestra transformación en Cristo: ilumina mi entendimiento para conocer tu voluntad; inflama mi corazón para amarla con pasión y concédeme la fortaleza necesaria para cumplirla como tú me pides. Dame, Espíritu de amor, la gracia de corresponder fielmente a tus santas inspiraciones.
Oración a la Santísima Virgen
Madre mía, vengo ante ti en este nuevo día a consagrarte todos mis pensamientos, palabras y obras y a pedirte tu bendición para mí, mis seres queridos y todas las personas que has puesto en mi camino. Concédeme un corazón de apóstol del Reino e imitar la vida de oración, de obediencia, de humildad, de fidelidad, de sacrificio y de sencillez que compartiste con tu Hijo, nuestro hermano y Señor. Dile a Jesús, oh, Madre, que quiero servirle en el Regnum Christi para hacer presente su Reino entre los hombres.
Examen de previsión
Tengamos unos minutos de reflexión en la presencia de Dios para revisar la agenda, ofrecerle nuestras actividades y renovar el pro pósito de vivir en Cristo todo el día.
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Meditación
+ En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Invocación al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu creador. Y renueva la faz de la tierra.
Oh, Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Actos introductorios de fe, esperanza y caridad
Estos actos se hacen en diálogo directo con Dios de manera breve y espontánea, sin necesidad de recurrir a fórmulas escritas. Nos introducen en la oración por ser, ellos mismos, contenido esencial de la oración, que consiste en creer, esperar y amar. Indicamos algunas palabras e imágenes evangélicas que pueden ayudar, aunque cada quien encuentra las suyas y las cambia, según avanza su trato cordial con Dios y su Palabra.
Fe: toma conciencia de que estás en presencia de Dios todo- poderoso, hablando con Él. «Padre nuestro». Puedes recordar el momento en que Jesús dice al incrédulo Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». A lo que Tomás responde, en palabras que expresan su renovada fe: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20, 27-28).
Esperanza: confía en Dios como tu supremo bien, tu Salvador, de quien esperas confiadamente gracia y ayuda para tu indigencia. «Venga a nosotros tu reino». Puedes recordar el momento en que el hijo pródigo regresa a la casa del padre, y él le recibe con un anticipo de la vida en el Reino: «Traed el mejor traje y vestidle; ponedle un anillo en el dedo y calzadle unas sandalias. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado» (Lc 15, 22-24).
Caridad: toma conciencia de que Dios es tu Padre y tú, su hijo amado. Dirígete a Él como un hijo a su padre y escúchale.
«Hágase tu voluntad. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden».
Puedes recordar los momentos de convivencia fraterna entre Jesús y sus discípulos; o Betania, en la casa de Lázaro; o el momento supremo de su entrega hasta el extremo, con María y Juan, al pie de la Cruz.
Pide ayuda a Cristo y a María para hacer provechosamente la meditación.
Al terminar la meditación da gracias a Dios. Puedes usar la oración conclusiva.
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Ángelus
El Ángelus se reza todo el año, excepto en el tiempo pascual.
El ángel del Señor anunció a María. Y concibió del Espíritu Santo.
Dios te salve, María, llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, aho-ra y en la hora de nuestra muerte. Amén.
He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra. Dios te salve, María…
Y el Verbo se hizo carne. Y habitó entre nosotros. Dios te salve, María…
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oremos
Te pedimos, Señor, que infundas tu gracia en nuestras mentes, para que los que hemos conocido por el mensaje del ángel el misterio de la encarnación de tu Hijo, seamos conducidos a la gloria de la resurrección, por los méritos de su cruz y pasión. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Tres veces).
Oración al Ángel de la guarda
En el Regnum Christi acostumbramos a encomendarnos al Ángel de la guarda al final del rezo del Ángelus o del Regina Cæli.
Ángel del Señor, que eres mi custodio: puesto que la providencia soberana me encomendó a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname en este día.
Amén.
Regina Cæli
El Regina Cæli se reza en el tiempo pascual: desde el domingo de pascua hasta mediodía del sábado de Pentecostés.
Alégrate Reina del cielo, aleluya.
Porque aquel a quien mereciste llevar en tu seno, aleluya. Ha resucitado como lo predijo, aleluya.
Intercede por nosotros ante Dios, aleluya. Gózate y alégrate, María Virgen, aleluya.
Porque en verdad el Señor ha resucitado, aleluya. Oremos:
Oh, Dios, que has llenado de alegría al mundo con la resurrección de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, concédenos por la intercesión de su madre la Virgen María, el llegar a poseer la dicha de la vida inmortal. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Tres veces).
Oración al Ángel de la guarda
En el Regnum Christi acostumbramos a encomendarnos al Ángel de la guarda al final del rezo del Ángelus o del Regina Cæli.
Ángel del Señor, que eres mi custodio: puesto que la providencia soberana me encomendó a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname en este día.
Amén.
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Rosario
El rezo del rosario es una oración típicamente meditativa. Iniciado en el Occidente cristiano, se corresponde de algún modo con la oración del corazón o la oración de Jesús, típica del Oriente cristiano. El Regnum Christi invita a rezar al menos un misterio del rosario todos los días, ya sea en grupo o en privado.
El rosario es un momento para que María se haga presente en nuestra vida, dándonos consuelo, ejemplo e intercesión. Esta oración trae la paz al alma, infunde fe y renueva la confianza.
Sobre la recitación del Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria se recorren los misterios de la vida, muerte, pasión y resurrección de Cristo, vistos con los ojos de la Virgen. De esta manera dejamos que sea la Madre de Dios quien nos forme en los sentimientos del Corazón de su Hijo. Al rezar el rosario es posible que tengamos distracciones; baste retomar la oración confiados y tratar de recuperar su sentido, recordando los misterios que celebramos y a las personas por quienes pedimos.
Terminado el quinto misterio se reza un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria por las intenciones del papa.
Al finalizar estas oraciones se reza la Salve y las letanías lauretanas a la Santísima Virgen.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma; pero, no pudiendo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a ti: no permitas que me separe de ti. Amén.
Oraciones de la noche
El término del día es ocasión para una mirada compartida con Dios de lo que se ha vivido, reconociendo su acción en nosotros y en las circunstancias y acontecimientos del día. ¿Dónde le hemos respondido con generosidad? ¿Dónde hemos fallado en nuestra colaboración? Así como la jornada es imagen de la vida, la noche es imagen del encuentro definitivo con el Señor de la misericordia.
Puedes seguir las oraciones que se presentan en este manual o bien rezar las Completas, una parte de la liturgia de las horas que se reza al terminar del día.
Balance
+En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Señor y Dios mío, que eres todo bondad y misericordia infinita, te doy gracias con todo mi corazón por los innumerables beneficios que me has concedido, muy especialmente por haberme creado, redimido, llamado a la fe católica y elegido para hacer presente el Reino de Cristo entre mis hermanos, por haberme librado de tantos peligros de alma y cuerpo. Dígnate, Señor, iluminar mi entendimiento para que conozca mis culpas y concédeme la gracia de un verdadero dolor y de una sincera enmienda.
Durante unos momentos, repasar la historia de amor de Dios con nosotros: contemplar el bien realizado, descubrir con fe y gratitud la acción de Dios; separarnos interiormente del mal cometido y adherirnos a la voluntad del Padre; pedirle que nos guarde en su corazón y nos incorpore a su Reino; invocar su auxilio para reemprender el camino, confiados en su gracia.
Antífona
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Nunc dimittis
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Conclusión
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa. Amén.
Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra. Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh, clemente; oh, piadosa; oh, dulce Virgen María!
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Vía crucis
El vía crucis marca el paso de catorce momentos de Jesús camino del Calvario. Se recorre normalmente en grupo, especialmente el Viernes Santo, y también los otros viernes de Cuaresma, aunque puede hacerse durante todo el año. Su meditación nos permite recrear en el espacio y el tiempo, la mente y el corazón, los momentos supremos de la entrega de Cristo por nuestra redención, propiciando actitudes íntimas y cordiales de compunción de corazón, confianza, gratitud, generosidad e identificación con Cristo.
Existen diversas oraciones que pueden ayudar a la meditación de cada uno de los pasos. Aquí te proponemos un Via Crucis bíblico, propuesto por Juan Pablo II el Viernes Santo de 1991, pero puedes buscar otros muy populares de diversos santos y papas.
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Renovación de la asociación al Regnum Christi
Señor, Tú me has llamado a vivir conscientemente mi vocación bautismal a la santidad y al apostolado según el carisma del Regnum Christi, para entregarme a Cristo desde mi estado y condición de vida a fin de que Él reine en mi corazón y en la sociedad. Por eso deseo renovar mi pertenencia al Regnum Christi como miembro de esta familia espiritual. Para ello me comprometo a:
Me toca a mí, de mí también depende, que tus palabras, Señor, no se pierdan.
Me toca a mí que tu mensaje de salvación llegue a los hombres. Me toca a mí vivir de tal manera tu palabra que, cuantos me vean te reconozcan y te den gloria y se sientan impulsados por tu gracia a participar de la fe de la Iglesia y a dar testimonio vivo de ella. Me toca a mí encarnar el carisma del Regnum Christi para cumplir esta misión en la Iglesia y en el mundo. Amén.
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Examen de conciencia
Esta oración nos ayuda a ponernos delante de Dios y pedirle ayuda en la preparación de nuestra confesión:
Señor y Dios mío, que conoces mi corazón, dame la gracia de examinar sinceramente y conocer con verdad el mío, de manera que descubra todos mis pecados, a fin de que, confesándome bien, y arrepintiéndome de ellos, merezca tu perdón y gracia en la tierra y la vida eterna en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Puedes utilizar diversos recursos para preparar tu confesión: los diez mandamientos, las bienaventuranzas, los puntos para el examen contenidos en el ritual de la penitencia u otros ajustados a tus necesidades personales.
Oración al Espíritu Santo
Guía: ¡Ven, Espíritu Santo!
Participantes: Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Guía: Envía tu Espíritu creador.
Participantes: Y renueva la faz de la tierra.
Guía: Oremos:
¡Oh, Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo;
haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien
y gozar de su consuelo.
Guía: Por Jesucristo, nuestro Señor.
Participantes: Amén.
Oración para la renovación del Regnum Christi
Jesucristo, reunidos en tu nombre como familia espiritual, nos ponemos en tu presencia.
Tú te has dignado revelarnos el misterio del amor que arde en tu Corazón por todos los hombres y tu deseo de reinar en nuestras almas y en la sociedad.
Nos sentimos llamados a conocer mejor el don del Regnum Christi para que sea fecundo en nuestras vidas.
Te pedimos que envíes tu Espíritu: que sea luz para comprender y vivir con la mente y el corazón nuestro carisma y que estemos siempre prontos a dar una respuesta a las necesidades de la Iglesia y del mundo como apóstoles de tu Reino.
A ejemplo de María, queremos vivir nuestro camino descubriendo y acogiendo la acción de tu Espíritu aceptando tu designio con fe y alabanza por las grandes obras que has hecho y que sigues haciendo entre nosotros.
Jesucristo, Tú eres el centro de nuestras vidas. Con un amor renovado, hoy te decimos: “Cristo Rey nuestro, ¡Venga tu Reino!”
Oración para la comunión del Regnum Christi
Señor Jesús,
por el don del bautismo somos hijos de Dios reunidos en la Trinidad y en la comunión de la Iglesia. Tú nos has llamado al Regnum Christi,
una familia espiritual que quiere llevar tu amor a todos los hombres.
Ilumina mis ojos para ver el don que cada persona es. Abre mis oídos para escuchar las necesidades del otro.
Pon en mi boca la Palabra para encontrarme con mis hermanos y hermanas.
Vive en mi corazón para unirnos en ideales, propósitos y esfuerzos,
para que trabajemos juntos por hacer presente tu Reino.
Hazme consciente de que la comunión es misionera y de que la misión es para la comunión.
Recuérdame, cada vez que lo olvido:
somos un solo Cuerpo en Cristo y la mayor llamada es amarnos los unos a los otros como tú nos has amado para que el mundo pueda conocer tu amor.
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Oración a san Miguel, arcángel
San Miguel, arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del demonio: reprímalo Dios, te lo pedimos suplicantes. Y tú, príncipe del ejército del cielo, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de los hombres.
Oración del apóstol
Señor, que nos has dado la gracia de pertenecer a tu Iglesia y de participar en ella de tu misión de salvar a los hombres, ayúdanos a conocerte mejor, a seguirte más de cerca y darte a conocer a todos los hombres. Inspíranos valor y entusiasmo, para hacer- nos amigos de todos aquellos con quienes nos encontremos y podamos acercarlos a ti. Nunca permitas que te ofendamos en palabras o acciones.
Mantennos siempre cerca de ti y haz que seamos vigorosos miembros de tu Iglesia. Fortalece y acrecienta tu vida en nosotros, para que cuanto hagamos sea hecho contigo y para ti.
Oración de los laicos
Señor Dios nuestro, Tú que has puesto como fermento en el mundo la fuerza del Evangelio, concédenos a los llamados a vivir en medio de los afanes temporales que, encendidos por el fuego del Espíritu, nos entreguemos apasionadamente a la misión de hacer presente el Reino de Cristo en el mundo, para que Él sea todo, en todos.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Oración de los novios
En mi corazón, Señor, se ha encendido el amor por una criatura que tú conoces y amas. Tú mismo me la has hecho encontrar y me la has presentado. Te doy gracias por este don que me llena de alegría profunda, me hace semejante a ti, que eres amor, y me hace comprender el valor de la vida que me has dado. Haz que no malgaste esta riqueza que tú has puesto en mi corazón: enséñame que el amor es don y que no puede mezclarse con ningún egoísmo; que el amor es puro y que no puede quedar en ninguna bajeza; que el amor es fecundo y desde hoy debe producir un nuevo modo de vivir en los dos. Te pido, Señor, por quien me espera y piensa en mí; por quien ha puesto en mí toda la confianza para su futuro; por quien camina a mi lado; haznos dignos el uno del otro; que seamos ayuda y modelo. Ayúdanos en nuestra preparación al matrimonio, a su grandeza, a su responsabilidad, a fin de que desde ahora nuestras almas dominen nuestros cuerpos y los conduzcan en el amor.
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Oración de los esposos
Señor, Padre Santo, Dios omnipotente y eterno, te damos gracias y bendecimos tu santo Nombre: tú has creado al hombre y a la mujer para que el uno sea para el otro ayuda y apoyo. Acuérdate hoy de nosotros. Protégenos y concédenos que nuestro amor sea entrega y don, a imagen de Cristo y de la Iglesia.
Ilumínanos y fortalécenos en la tarea de la formación de nuestros hijos, para que sean auténticos cristianos y constructores esforzados de la ciudad terrena. Haz que vivamos juntos largo tiempo, en alegría y paz, para que nuestros corazones puedan elevar siempre hacia ti, por medio de tu Hijo en el Espíritu Santo, la alabanza y la acción de gracias. Amén.