Si lideras una familia, un grupo, un partido político, una iglesia o una empresa… recuerda esto:
No puedes llevar a otros a verse como Dios los ve, si tú sigues viéndote roto.
Tu liderazgo será tan sano como la imagen que tengas de ti mismo.
Por eso, el primer trabajo de un líder no es motivar a otros… es sanar su propio reflejo.
La Biblia nos enseña en Efesios 5:15-16 a "mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos." 1 Dios nos ha dado un recurso invaluable: el tiempo. Y como buenos mayordomos, estamos llamados a administrarlo sabiamente para la gloria de Dios y para cumplir el propósito que Él tiene para nuestras vidas.
Ser un buen mayordomo del tiempo no se trata solo de llenar nuestra agenda con actividades, sino de alinear nuestras prioridades con nuestros valores y metas, tanto a corto, mediano y largo plazo.
"No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación." (Filipenses 4:11, Reina-Valera 1960).
¡Qué versículo tan impactante! Pablo, escribiendo desde una prisión, ¡imagínense eso!, desde la adversidad, nos dice que ha aprendido a contentarse. No está diciendo esto desde la abundancia o la comodidad, sino desde la dificultad. Él aclara "no lo digo porque tenga escasez". En otras palabras, no está hablando de esto como una teoría bonita, sino como una realidad vivida. Pablo había experimentado tanto la abundancia como la escasez, y en ambas situaciones, había encontrado el secreto del contentamiento.
En el mundo actual, el dinero puede ser una fuente enorme de estrés y ansiedad. Nos preocupamos por las deudas, los gastos, el futuro... Pero, ¿qué dice la Biblia sobre todo esto? ¿Nos deja solos en esta selva financiera? ¡Absolutamente no! La Biblia, aunque no es un manual de finanzas al estilo moderno, está repleta de principios sabios que pueden guiarnos hacia una salud financiera robusta y, lo que es más importante, una vida que honra a Dios con nuestros recursos.
En lugar de compararnos, la Biblia nos llama a la autoaceptación y al descubrimiento de nuestro propósito individual dentro del plan de Dios. Romanos 12:4-5 nos explica: "Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.". ¡Qué imagen tan poderosa! Somos como un cuerpo, con diferentes miembros, cada uno esencial y con una función única. El ojo no puede decir al oído "no te necesito," ni la mano al pie. Cada parte es vital para el funcionamiento del cuerpo entero. Así somos nosotros en el cuerpo de Cristo, la Iglesia. Cada uno con dones, talentos y propósitos distintos, pero igualmente valiosos e importantes.
"Un deseo no cambia nada, una decisión lo cambia todo." ¿Cuántas veces hemos deseado un cambio, soñado con una vida diferente, o anhelado resultados mejores? Sin embargo, nos encontramos en el mismo lugar, preguntándonos por qué nuestros deseos no se materializan. ¿Te sientes identificado con esto? Si es así, quédate con nosotros, porque este mensaje es para ti.
La visita de la Luz del mundo a los hombres debería haber sido motivo de profundo regocijo entre las personas. No obstante, Juan revela una reacción muy diferente a la esperada. Lea los versos 7 al 11 de este capítulo. ¿Cuál fue la reacción de los hombres? ¿Qué indica esto acerca de nuestra condición como pecadores? ¿Qué debe suceder para que seamos capaces de ver la luz que brilla en las tinieblas?
Hoy meditaremos sobre los versículos 4 y 5 de San Juan 1. Imagine, por un instante, cómo sería la vida si no tuviéramos acceso a la luz. ¿Qué consecuencias traería sobre nosotros esa condición?
Juan prosigue con la analogía que traza con el relato de la creación e introduce ahora el tema de la luz. La narrativa de Génesis declara que «dijo Dios: Sea la luz. Y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas» (1:3–4). Del mismo modo el evangelista declara de Cristo: «En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron» (1:4–5).
Debemos tomar en cuenta que en el período en que se escribió este evangelio la oscuridad constituía una verdadera limitación para la humanidad. Cuando caía el atardecer y se ponía el sol, la gran mayoría de las actividades del día cesaban. Los hombres no poseían aún los medios como para prolongar, con iluminación artificial, las horas hábiles del día, de manera que la noche imponía serios obstáculos para las actividades de la población.
Lectura Juan 1:1-14
Juan es el único autor del Nuevo Testamento que se refiere a Jesús como el Verbo. Este detalle también nos anima a creer que el relato de Génesis 1 inspiró la introducción a este evangelio. El mundo, tal como lo conocemos hoy, comienza a existir a partir de la palabra hablada del Creador. Siete veces, en ese primer capítulo, se reitera la frase «dijo Dios», seguida por la afirmación «y fue así». No podemos dejar de percibir el extraordinario poder que contiene la palabra de Dios. Esta misma percepción es la que lleva a Juan a declarar: «todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (3). Es decir, todas las cosas que existen en el universo se originan en el Verbo, y fuera del Verbo nada existe.
Es bueno y apropiado que nuestra aventura con Jesús inicie en este punto: «En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios» Jn.1:1
La declaración del apóstol ofrece una réplica del relato de Génesis, cuyos orígenes también se encuentran más allá de la historia particular del planeta que habitamos nosotros: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Este «principio» al que ambos autores se refieren escapa a los parámetros que nosotros utilizamos para medir el paso del tiempo, pues está escondido en la misma eternidad.
Juan no pretende entrar en el misterio de esta frase. Simplemente afirma que el Verbo existía desde siempre, porque el Verbo es Dios mismo. Su declaración nos ayuda a asumir, desde el mismo principio, la postura correcta en nuestra relación con el Señor. Él es el origen de todas las cosas, incluso de nuestra propia historia personal. Una y otra vez, a medida que caminemos con él en esta serie, vamos a retornar a esta verdad. Cada escena que presenciaremos nos conducirá, indefectiblemente, a la persona de Dios. El hombre es, y por siempre será, el que responde a la iniciativa divina, un actor secundario en una historia que es mucho más grande y profunda que el relato de nuestro fugaz paso por este planeta.
Dios aparece a Salomón y le hace la pregunta ¿que deseas que haga por ti?. La respuesta de Salomón agradó a Dios y con ello trajo prosperidad y bendición a toda la nación. 1Reyes 3:5-15 . ¿ Como responderías si Dios te dijera que quieres que haga por ti?