El enojo sirve para protegernos, para poner límites que nos resguarden cuando nos sentimos amenazados. Los motivos del enojo nos pertenecen: dolor, decepción, frustración, impotencia, inseguridad...
Pero la manera en que lo expresamos la hemos aprendido al ver por primera vez el enojo en quienes nos criaron ... La manera en que manifestaron su enojo nos fue mostrando cómo expresar el nuestro.
Pero si somos sinceros y lo pensamos, veremos que nos concentramos en ese enojo pero no en la emoción que lo causó y muy probablemente sólo podamos dejarlo ir, deshacernos de ese dolor que oprime y nos retiene en un momento preciso, si nos pusiéramos a buscar por qué nos enojamos. Entonces, podríamos hacer el duelo de lo que no fue, de lo que nos dolió, nos decepcionó, podríamos pensar por qué le dimos al otro ese rol como para herirnos ... intentar ver las cosas desde otra perspectiva, transformar esa emoción negativa en algo positivo para poder dejarla ir.
El enojo nos retiene en el pasado, nos deja un filtro opaco que distorsiona el mundo de hoy. Nos carcome, nos corroe por dentro, nos lastima.
Y si habláramos de los enojos de nuestra vida? Y si volviéramos a pensar en ellos para ver si podemos transformarlos? No olvidarlos, pero hacerlos evolucionar. Se animan?
Otra de las cosas que no sabía de los trastornos de ansiedad era de las noches tan largas como los días, que de por sí ya se llevan gran parte de nuestra energía. A veces ocurre que bajo tratamiento con antidepresivos la actividad onírica es no solo más importante sino que más intensa, los sueños parecen vividos, se entreveran con la realidad, parecen alucinaciones de a ratos. Dicen mucho pero ocupan mucho espacio.
Atravieso un período particular con mi madre y no hay noche en que no aparezcan mis padres en sueños. Creo que la fragilidad que siento en estos tiempos me llevan a la niña que fui. Son tan reales que he tenido que recordar que mi padre falleció hace ya mucho tiempo. Los sueños son una gran fuente de información, de mensajes y de símbolos para interpretar y ayudarnos en nuestro camino de auto conocimiento.
“Las tristezas más duraderas son a menudo las que no nos pertenecen”. En nuestra infancia observamos y nos empapamos de todo lo que nuestra familia puede darnos. Aprendemos con ellos y de ellos. Y a veces terminamos cargando tristezas y heridas que no son nuestras. A veces hay que encontrar el valor para romper patrones, devolver a cada uno lo que le pertenece y transformar lo doloroso para liberarse y abrir una nueva era. Solo nosotros tenemos la llave para activar el proceso de sanación.
Culpa y Vergüenza, la dupla infernal de momentos tristes e incómodos de nuestras vidas.
Nos pasamos la vida sintiendo culpa por no ser como quisiéramos, por ser demasiado así, no bastante asá. Nos da vergüenza confesar lo que sentimos como debilidades personales, como si fuera posible ser siempre "adecuados". Aceptemos de una vez que nuestras debilidades nos hacen humanos, nos permiten superarnos, nos hacen ser compasivos, tolerantes, empáticos, resilientes.
La vida pasa demasiado rápido para auto castigarnos y auto juzgarnos.
Te acordás de esa bufanda que tejiste y que adorás aunque no esté super bien terminada y te hayas saltado más de un punto? O ese vestido que alargaste, acortaste, achicaste, agrandaste, pero que amás como si fuera un Valentino y aunque se note que ya tiene unos cuantos kilometros encima? Por qué no podríamos querernos así, justamente con esas imperfecciones a cuestas pero con las que somos felices?
Y un día, no sé bien cómo aún, tuve un ataque de pánico. Ocho meses más tarde descubrí que vivía con TAG, trastorno de angustia generalizada. Comparto con ustedes mi travesía antes del diagnóstico, porque me hubiera gustado saber más del tema cuando me vi sumergida en este tsunami que cambió mi vida y quedará como una etapa bisagra en mi camino.