
El enojo sirve para protegernos, para poner límites que nos resguarden cuando nos sentimos amenazados. Los motivos del enojo nos pertenecen: dolor, decepción, frustración, impotencia, inseguridad...
Pero la manera en que lo expresamos la hemos aprendido al ver por primera vez el enojo en quienes nos criaron ... La manera en que manifestaron su enojo nos fue mostrando cómo expresar el nuestro.
Pero si somos sinceros y lo pensamos, veremos que nos concentramos en ese enojo pero no en la emoción que lo causó y muy probablemente sólo podamos dejarlo ir, deshacernos de ese dolor que oprime y nos retiene en un momento preciso, si nos pusiéramos a buscar por qué nos enojamos. Entonces, podríamos hacer el duelo de lo que no fue, de lo que nos dolió, nos decepcionó, podríamos pensar por qué le dimos al otro ese rol como para herirnos ... intentar ver las cosas desde otra perspectiva, transformar esa emoción negativa en algo positivo para poder dejarla ir.
El enojo nos retiene en el pasado, nos deja un filtro opaco que distorsiona el mundo de hoy. Nos carcome, nos corroe por dentro, nos lastima.
Y si habláramos de los enojos de nuestra vida? Y si volviéramos a pensar en ellos para ver si podemos transformarlos? No olvidarlos, pero hacerlos evolucionar. Se animan?