
En tiempos modernos es todo un desafío consumir alimentos que realmente sean lo que dicen ser. Por eso, con muy buen criterio, y cada vez con más frecuencia, los estados han ido incorporando leyes que permiten a los consumidores saber si esta comprando leche o un "producto a base de leche", que no es lo mismo. Las marcas, por su parte, usan todos los trucos que pueden para enmascarar lo que no es como si fuese. Esto no significa necesariamente que los productos sean dañinos, pero en algunos casos sí podrían serlo. Un alimento adulterado, es, por definición, aquél al que se le ha añadido o quitado, de manera premeditada e intencionada, alguna sustancia con fines fraudulentos, modificándolo para que varíe su composición, peso o volumen.
Ahora bien, lo que consumimos no sólo es lo que comemos o bebemos, no sólo llega del supermercado. Consumimos muchas otras cosas, que ingresan, por ejemplo, por la audición. Los mensajes que escuchamos forman lo que somos a un nivel que ni siquiera imaginamos. Éstos mensajes, con el tiempo, se convierten en las verdades que definen lo que pensamos. Es por eso que, la búsqueda de la verdad y la unidad del conocimiento de nuestro Dios debe ser algo que busquemos con mucho cuidado, celo y pasión.