
La noticia cuenta que un hombre, desconforme, defraudado o como sea que se haya sentido ante la realidad de nuestro país decidió emigrar pero antes ¡quemó su plantación!
La conversación con un amigo que seguramente puede repetirse en decenas de casos se centraba en “la suerte” de que sus dos hijos se habían podido ir a vivir a otros países.
¡Qué loco!, ¿no? Nacer aquí, formar una familia y generar los recursos para que luego se desarme y se puedan ir lejos de ti.
Cuando Jerusalén estaba sitiada a punto de caer en manos del rey de Babilonia, y el profeta Jeremías estaba preso, todo el mundo intentaba escapar o salvarse como pudiera. Es entonces que en una muy rara conversación entre él y Dios, Dios le ordena hacer lo impensado, lo contrario a lo que parece más razonable, comprar la heredad de su primo que estaba escapando porque “era su derecho y su obligación”.
Imagina un lugar del mundo donde la guerra sea la rutina de cada día y Dios diciéndote compra un campo allí. ¿Es posible que Dios se equivoque al pedirlo?
En el mismo sentido podemos preguntarnos ¿se equivocó Dios al hacernos nacer en esta tierra?
¿Cuál es el verdadero lugar para nosotros? De esto se trata esta charla. Acompáñanos.