Dios: no estés silencio Salmo 83
“Oh Dios, no guardes silencio; no calles, oh Dios, ni te estés quieto.
Porque he aquí que rugen tus enemigos,
y los que te aborrecen alzan cabeza.”
Salmos 83:1-2
¿Te has puesto a pensar cuántos enemigos tiene Dios?
Lo maravilloso de esto es que muchos de nosotros lo fuimos en su momento,
pero su amor nos acercó a Él gracias a Jesús.
¡Hoy cualquier persona puede venir al Padre a través de su Hijo!
Si aún no lo has hecho hoy es un día hermoso para hacerlo. Entrégale tu vida a Él; es lo mejor que puede pasarte. Deja de verlo como tu enemigo, como un familiar distante, como alguien muy ocupado a quien no le interesas y ábrele la puerta de tu corazón a través de estas sencillas pero poderosas palabras que cambiarán tu vida para siempre dile en voz alta:
“Jesús, quiero conocerte. Perdona mis pecados y muéstrame la verdad.
Hoy te recibo en mi corazón.”
Acércate hoy a tu Padre con la confianza de que todo lo que le pidas con fe, lo recibirás.
No hay nada imposible para Él. Habrán cosas que no te dará porque no están en su voluntad que es buena, agradable y perfecta para ti ríndete a Sus planes, que son mejores que los tuyos, son planes de bien y no de mal para darte futuro y esperanza.
Caminar con Jesús es lo mejor que te puede pasar. Aunque el camino se ponga difícil, siempre habrá esperanza, paz y gozo disponibles para ti.
No te canses de creer, porque en su momento recibirás todo lo que Él tiene preparado para ti.
Puede que sientas que tienes muchos enemigos:
en tu mente, en tus emociones, en tus finanzas, en tu salud,
o incluso en tu realidad cotidiana.
Muchas personas pueden levantarse como enemigos, pero el mejor ejemplo y la mejor arma que tenemos para vencerlos, es el amor de Jesús en nosotros. Ese amor que nos mostró en la cruz donde lo entregó todo y aceptó un injusto intercambio: nuestro pecado por nuestra libertad!
Ese amor es lo único que puede hacernos libres.
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Oremos:
Padre celestial, hoy creo de corazón que, gracias a Jesús, tengo acceso a tu trono y a tu presencia.
Hoy me rindo completamente a tu voluntad.
Te pido, como en este Salmo: no guardes silencio, no calles.
Necesito escuchar tu voz.
Anhelo conocerte más y ser cada día más como Tú.
Lléname de tu amor que echa fuera el temor y me libera!
Lléname de tu amor que venció la muerte, que derrotó todos tus enemigos,
y hará lo mismo con los mios
En el nombre de Jesús,
amén.
El amor en acción
Hace unos años leí el libro La Revolución del Amor de Joyce Meyer. Este libro me hizo llorar tanto desde el principio hasta el final y dejó muchas enseñanzas en mi vida. Una de ellas, que intento practicar en mi diario vivir, es mostrar amor a través de pequeños actos como: dar mi tiempo y mi dinero a otros con necesidad, ser paciente, ayudar, escuchar, servir, tomar en cuenta a alguien o decir algo agradable que alegre su día, orar e interceder por ellos.
Amar es más importante que ser amado, y cuando decides amar a otros, el amor de Jesús crece en ti y puedes experimentarlo llenándote de su plenitud.
El egoísmo es una gran epidemia en los tiempos que vivimos, pero cuando nos alejamos de esa fuerza que nos lleva a centrarnos en nosotros mismos, podemos ver la necesidad de otros, y las nuestras serán suplidas a medida que descansamos en Dios. Como Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). Tenemos que vencer el egoísmo que nos hace orgullosos y arrogantes, que nos desconecta de otros y del plan de Dios. ¡Hay muchos que están esperando por algo que tú tienes! Tienes mucho que dar, no te limites.
Quiero compartirte el lema de este libro:
Me dedico a la compasión y rindo mis excusas. Me opongo a la injusticia y me comprometo a practicar sencillos actos del amor de Dios. Me niego a no hacer nada. Esa es mi resolución. Yo soy la Revolución del Amor.
Te invito a ser parte de la revolución del amor de Dios y que podamos ser transformados mientras Él nos cambia, mientras amamos a otros, mientras somos parte de la justicia de Dios en la tierra.
Oremos con el Salmo 82:
Hoy el Señor te dice:
“«Te he quitado la carga de los hombros; tus manos se han librado del pesado cesto.»
Salmo 81:6 NVI
https://bible.com/bible/128/psa.81.6.NVI
Créelo de corazón, a las promesas del Señor accedemos por fe. Hoy Él está removiendo peso de tus hombros, cargas que el enemigo puso para detener tu destino, para hacer difícil tu camino y que te rindieras, pero el Señor hoy renueva tus fuerzas como las águilas y correrás y no te cansarás, caminarás y no te fatigarás. Respira profundo, llénate de la palabra de Dios; ahí está tu sustento, su voluntad, su consejo, tu alivio, tu sanidad. En 1 Tesalonicenses 5:16-18 dice: “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.” Este salmo nos afirma esta palabra pues empieza animándonos a alabar a Dios, a cantarle canciones, a gozarnos en su presencia. Luego viene la promesa: nos quitará el peso que nos aflige, nos liberará. Y por último hace una advertencia: “Escuchen mi voz y vuelvan a mi camino.” Dios es un Padre bueno, Él está esperando que tengamos convicción de pecado y nos arrepintamos de corazón, silenciemos las voces de nuestros enemigos y lo escuchemos solo a Él. Hay una parte de este salmo que dice: “Abre bien tu boca y yo la llenaré.” Imagínate que el Todopoderoso, el Creador de los cielos y la tierra, de donde viene nuestro socorro y nuestro auxilio, hoy nos diga: “Abre tu boca y yo la llenaré.” Empieza a hablar, a creer, a profetizar, a declarar, a proclamar, y Dios llenará tu boca con sus palabras que son vida, que cambian cualquier circunstancia, que transforman a cualquier persona. Cualquier cosa que necesites que cambie en tu vida, es el momento de creerle a Dios, de cambiar tu mentalidad, de entregar tu corazón completamente, ejerciendo esa autoridad que Jesús nos dio en la Cruz, orando lo que su palabra dice. Podemos ejecutar los planes de Dios para nuestra vida, para nuestra familia, para nuestra nación. Despiértate tú que duermes; es hora de resplandecer. Levántate que tu tiempo es ahora, escucha lo que tu Padre tiene para decirte.