Parece que encajar es inofensivo: te muerdes la lengua, suavizas una idea, imitas el tono de la sala. Pero, a la larga, duele.
En las empresas —y también en la vida— confundir “encajar” con uniformidad nos va dejando sin aire: reuniones silenciosas, creatividad dormida, riesgos que nadie nombra y ese cansancio moral de sentir que te fallas a ti. No es debilidad: es biología. Nuestro cerebro de Homo sapiens sapiens aprendió que quedar fuera de la manada era peligro; por eso disentir duele. La buena noticia es que ya no vivimos en la sabana, aunque a veces nuestras ciudades en hora punta lo parezcan: hoy puedes pertenecer sin traicionarte.
En este episodio te propongo un regreso sencillo y valiente a tu centro: PAUSA para respirar, RAIN para poner nombre a lo que pasa, un acuerdo contigo (“no me abandono para no incomodar”) y actos pequeños cada día. Para hablar claro sin herir: No–Sí–Cómo y el filtro V–B–U (Verdadero, Bondadoso y Útil) para “decidir” desde la calma. La calidad de tu mirada cambia la conversación que aparece.
Si lideras, pasa de la lógica de “encajar” a la coherencia cultural, modela vulnerabilidad competente y protocoliza la discrepancia. Tu paz vale más que tu personaje.
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