
En este episodio platiqué del anarquismo en México. Al inició hablé del clásico (Rodhakanaty, Chalco, el Gran Círculo de Obreros; Magón, Regeneración, la Revolución Mexicana) y al final, los últimos diez minutos, sobre el anarquismo mexicano del siglo XXI. Platiqué de que para mí los herederos directos del anarquismo clásico de México no suelen llamarse a sí mismos anarquistas. Son la CNTE, la OPFVII, el EZLN... una especie de leninismo, formaciones de cuadro y movimientos de masa que no les interesa construir vanguardias, partidos políticos ni tomar la presidencia.
El momento cúspide del anarquismo clásico fue antes de los gobiernos revolucionarios, hace un siglo. En 1917, como luego pasó en 2018, se dice que se cristalizaron las exigencias de los movimientos sociales. La historia se repite. Una vez como tragedia y otra como comedia. En la primera vuelta, la Constitución del 17 parecía haber cumplido las demandas del movimiento proletario que derrocó al porfirismo. En 2018 mucha gente creyó que lo que se venía exigiendo desde Yosoy132, Ayotzinapa y hasta el 2006 en Oaxaca se logró con Morena. Pero el cuento duró poco, en la tragedia revolucionaria de hace un siglo quizá unas décadas, en la comedia de 2018, a lo mucho un año. La mayoría que votó por Morena se desencantó rápidamente. Hoy nos encontramos en un contraste, una dicotomía no entre izquierda y derecha sino socialdemocracia contra fascismo, progresismo contra ultraderecha. Ese, me parece, es el panorama donde urge elaborar un pensamiento antifascista de acuerdo a la política de la tercera década de este siglo.