
En este episodio hablé del trascendentalismo, esas ganas de hacer las cosas correctamente, de salir adelante, de destacarse, que conectan lo político a lo religioso, y que suelen estar impregnadas de una ingenuidad en torno a querer tomar "la menos peor" de las opciones disponibles. Revisé varias de las ideas principales de Kropotkin, entre ellas critiqué la idea de que existe un pueblo bueno. Que la clase trabajadora es buena porque sufre, un esencialismo judeocristiano que nos hace creer que los pobres son bondadosos porque sufren. Esa visión que va desde el anarquismo clásico hasta el progresismo de hoy en día es una visión que se salta las lecciones del fascismo. Al fascismo, al histórico de Hitler, Mussolini e Hirohito, y al contemporáneo, de Trump, Bukele y Milei, lo votaron y sostienen la mayoría de sus países y esas mayorías están conformadas por la clase trabajadora. Por eso es importante romper con el esencialismo del "pueblo bueno". Porque sufrir no siempre hace a la gente buena ni mejor. A veces la hace incluso peor. Pero sólo apuntalando el judeocristianismo y el conservadurismo, los prejuicios que cargaba el primer anticapitalismo, podemos volver a afilarnos.