
El anarquismo fue el primer movimiento obrero de masas. Antes de las primera guerra mundial predominaba en la mayoría de las ciudades del mundo. Su historia suele contarse como algo que es importado de Europa, de norte a sur, cuando en realidad América Latina, si nos vamos a los números, a la cantidad de militantes, fue más anárquica que el mundo occidental. Lo mismo pasará en tiempos de revoluciones socialistas e independentistas un siglo después, en el sur global solíamos triunfar, en Occidente fueron brutalmente derrotados, además de siempre ser menos. En el sur, y abajo, suele estar la práctica, en el norte, y arriba, la teoría, los conceptos.
El anarquismo en América Latina anidó en todas las urbes, pero sus redes y periódicos clásicos se tejieron sobre todo en La Habana, Buenos Aires, Ciudad de México y Los Ángeles. No se trataba de un anarquismo puro. Estaba mezclado con muchas otras ideas: feminismo, marxismo, independentismo, anti imperialismo, lucha contra lo adultocéntrico e incluso higiniesmo, eugenesia y fascismo. Para entenderlo hay que aprender a ver a través de los huecos de las redes, no sólo a través de los sindicatos, organizaciones y panfletos que nos articulan hasta el día de hoy.