Al final la Alemania nazi resolvió los problemas con sus torpedos… demasiado tarde para marcar una diferencia. No les sirvió de mucho que sus enemigos estadounidenses los tenían aún peores: hasta tuvieron que implicar al mismísimo Einstein.
Y llegó la primera gran prueba de fuego para los submarinos nazis, que lucharon con arrojo digno de mucha mejor causa. Sus torpedos, en cambio, estuvieron a la altura de su causa: un desastre. Pero ya empezaban a sospechar por qué.
Los fallos de los torpedos nazis no sólo les impidieron hundir a Churchill y aislar al Reino Unido desde el principio de la II Guerra Mundial. También hería su prestigio, les comía la moral y ridiculizaba eso de la "raza superior".
Durante los primeros meses de la II Guerra Mundial, el arma submarina nazi pudo hundir a Churchill y muchos más buques de los que los aliados podían reponer. Pero sus torpedos los traicionaron hasta caer en el ridículo.