
🇵🇰 Pakistán siempre ha buscado mantener a Afganistán bajo su influencia, especialmente por razones estratégicas. Con India como enemigo histórico al este, Islamabad necesitaba tener su frontera occidental controlada, evitando gobiernos afganos hostiles o aliados de Nueva Delhi 🇮🇳. Por eso apoyó a los talibanes desde los años noventa y nunca confió en figuras como Ashraf Ghani, demasiado cercano a Estados Unidos y a India. Su objetivo era asegurar la “profundidad estratégica”: que Afganistán fuese un colchón y no una amenaza.
🇺🇸🏃♂️➡️ Sin embargo, tras la retirada estadounidense y el retorno de los talibanes al poder, ese plan se ha vuelto en su contra. Los talibanes afganos ya no obedecen a Islamabad, dan cobijo al Tehrik-i-Taliban Pakistan —que ha desatado una ola de atentados— y coquetean con India, que ve en Afganistán una oportunidad para cercar a Pakistán desde el oeste. Lo que antes fue una relación de subordinación se ha convertido en un pulso entre dos gobiernos islamistas rivales, donde Kabul busca afirmarse como poder soberano y Pakistán sufre las consecuencias de haber alimentado durante décadas a su propio enemigo.