
Romanos 2:12-16 RV60
[12] Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; [13] porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.
[14] Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, [15] mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, [16] en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
Hace mucho tiempo, en el seminario, un profesor utilizó este pasaje para enseñarme que, en ciertos casos en los que el individuo no había tenido la oportunidad de oír el evangelio y aceptar a Cristo en su corazón, el mismo podría ser salvo por medio de las obras de consciencia, si había vivido una vida decente.
Aparentemente, este pasaje parecería indicarle a algunos que los que vivieron sin ley (lo que, según un sector de la iglesia poco versado en la Biblia, significaría los que no han tenido la oportunidad de escuchar el evangelio) serían justificados por la ley de conciencia. Es decir, que los que no tuvieron conocimiento suficiente de Dios como para buscarle, los que jamás escucharon acerca de Jesucristo, para poner su fe en Él, podrían ser juzgados según la ley interior de todo ser humano.
Pues, todo sabemos que una de las cosas que nos diferencia de los animales, es que tenemos una ley de conciencia. Si observamos a través de las culturas, a lo largo de la historia podemos descubrir que existe una ley moral (la ley natural del ser humano, esa norma de conducta que nos dice lo que está bien y lo que está mal, y que nos impulsa a reprimir las malas acciones y los malos deseos de nuestro corazón, y escoger lo bueno).
De modo que, sería lógico, humanamente hablando, pensar que Dios tenga dos modos de juicio. Los que escucharon el evangelio y no creyeron, que sean juzgados según el nivel de responsabilidad que tuvieron, según su rechazo. Pero los que no escucharon el evangelio, y por lo tanto nunca tuvieron la oportunidad de creer, si durante su vida se comportaron de una manera digna, que sean justificados ese modo.
Esta forma de enseñanza, por atractiva que parezca a la mente humana (por causa de la pluralidad de métodos de juicio que Dios podría llegar a emplear según lo que cada uno haya experimentado en vida) simplemente no es doctrina bíblica. Aquellos que han tratado de argumentar a favor de un juicio divino basado en la ley de conciencia utilizando este pasaje, han tenido que ignorar el punto principal de este pasaje: a saber, que tanto los unos como nosotros perecen.
Piense por un momento en lo que acabamos de leer: el apóstol Pablo aquí no está diciendo que los que vivieron sin ley podrán ser justificados sin ley, sino que: sin ley perecerán. Es decir, aquellos que no tuvieron la revelación Mosaica del antiguo testamento (es decir, todos los no israelitas a lo largo de la historia) perecerán sin ley. Es decir, la condenación no está limitada a la desobediencia a la ley Mosaica.
La razón por la que estos perecen no es que desobedecieron la ley de Moisés (es decir, la revelación escrita de Dios entregada a su pueblo escogido), sino que son condenados por haber nacido en pecado como todos los demás. Pues vivieron en pecado durante toda su vida, y durante toda su existencia evidenciaron la realidad de su pecado con cada acción, palabra, pensamiento y deseo.
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