
Éxodo 32 nos enseña que, aunque somos propensos a la idolatría, servimos a un Dios fiel y misericordioso. La historia del becerro de oro señala nuestra necesidad de un Salvador, y Moisés, como mediador, nos dirige hacia Jesucristo, quien intercede por nosotros y nos reconcilia con el Padre. Si te sientes lejos de Dios, recuerda que en Cristo hay gracia y perdón. Ven a Él con confianza, porque Su amor nunca falla.
Esaú Guerrero