
El envejecimiento poblacional en México incrementa la incidencia de trastornos que afectan simultáneamente al corazón y al cerebro, lo que ha dado origen a la neurocardiología. Patologías como la fibrilación auricular, la insuficiencia cardíaca y la enfermedad coronaria comparten mecanismos que favorecen el deterioro cognitivo, la demencia y los eventos cerebrovasculares, al tiempo que la hipoperfusión crónica y la aterosclerosis contribuyen al ictus y al daño neurológico.
Con terapias disponibles como anticoagulantes orales directos, estatinas, betabloqueadores e inhibidores de la ECA, junto con avances en inhibidores de SGLT2 y anticuerpos monoclonales, se abre la posibilidad de un manejo más eficaz. En este contexto, integrar la atención cardiovascular y neurológica se perfila como la estrategia clave para preservar la autonomía y la calidad de vida en los adultos mayores.