Hay voces que no nacen del infierno… sino de una infancia rota. Edmund Emil Kemper, el “asesino de colegialas”, fue el producto de una combinación letal: una mente brillante y una niñez moldeada por el desprecio.
Tras la muerte de su madre, Augusta, Ed Gein sobrellevó la pérdida buscando un reemplazo para ocupar su espacio. Para ello, exhumó las tumbas de mujeres en el cementerio de Plainfield y se llevó su cuerpo en un intento simbólico de resucitar a su madre.
En el corazón del Medio Oeste americano, entre las calles tranquilas de Milwaukee, se escondía uno de los asesinos más perturbadores del siglo XX.Su nombre: Jeffrey Lionel Dahmer.