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Reflexiones
Ministerio UMCD
77 episodes
8 months ago
Este Podcast contiene deviersas meditaciones de la Palabra de Dios que son útiles en nuestra vida diaria. En ellos encontraras palabras de aliento, desafío, corrección, instrucción, crecimiento, etc. Esperamos que sean de mucha ayuda en tu crecimiento espiritual.
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Episodes (20/77)
Reflexiones
77 Reflexiones - Dios está regalando esperanza (Juan 15.13)
Hablar del sentido espiritual que debe tener la navidad para nosotros suena raro en medio de la corriente de este mundo, porque en ella se sobrevalora lo material, lo corruptible, lo que no permanece y lo que se ve; y se suele menospreciar lo verdadero y el regalo más grande que ha existido en el mundo.
¿Pero cuál es ese regalo y qué implica para nosotros?
Pues Jesús lo dijo cuando afirmó que:
Juan 15.13
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.”
Así, la muerte y resurrección de Jesús son el mejor regalo que se nos ha dado porque con Él recibimos la esperanza que necesitamos para vivir.
La esperanza de perdón, de reconciliación con el Padre, de vida eterna, de un futuro glorioso, de una herencia incorruptible, así como la esperanza de nunca estar solos, de dominar nuestra carne y de vencer al mundo y a su príncipe.
Porque Jesús dijo:
“Yo, la Luz, he venido al mundo, para que todo el que cree en Mí no permanezca en tinieblas” (Jn.12.46) “No se pierda, sino que tenga vida eterna" (Jn. 3.16) “y reciba el derecho de ser hijo de Dios.” (Jn. 1.12) (NBLA).
Así que hermanos, Jesús es el mejor regalo que como seres humanos podemos recibir, porque gracias a Él las tinieblas de nuestro corazón y conciencia fueron removidas, el velo que había en nosotros y que no nos permitía comprender las verdades del Reino divino fue quitado, fuimos liberados de la ceguera espiritual y nos dio la capacidad de ver la gloria, la majestad, hermosura y belleza de nuestro Dios; de comprender su amor, su misericordia, su gracia, y su deseo de bien y no de mal para nosotros.
Pero claro, como todo regalo, él puede ser aceptado o despreciado…
Y bienaventurados los que aceptamos a Jesús, pero malditos los que lo desprecien, porque no entienden su condición, su inmundicia, que Dios está en contra de ellos por su pecado, y porque no se les permite ver la perla más hermosa del universo y de la historia.
De ahí, que, así como esa luz aplica para nosotros como fuente de esperanza y certeza, para los que no creen será la base de su condena eterna, porque en el día final escucharán contra ellos este juicio:
Jn. 3.19-20 NBLA
“La Luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, pues sus acciones eran malas. Porque todo el que hace lo malo odia la Luz, y no viene a la Luz para que sus acciones no sean expuestas.”
Así en el día del juicio, cuando ya no haya más navidades, ni noches buenas para los incrédulos,…
Escucharán que están condenados…
Porque se amaron más a ellos mismos que a Dios y prefirieron sus obras malas que seguir la voluntad de su Creador.
Por eso si haces parte de ese grupo, necesitas arrepentimiento de pecados, reconocer la santidad de Dios y aceptar el regalo de Jesús para que por medio de su sacrificio seas reconciliado con el Creador.
Pero si hacemos parte de los que ya han recibido el mejor regalo del mundo, entonces podemos gozar y disfrutar de la esperanza y bendiciones que Jesús compró para nosotros.
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Reflexiones
76 Reflexiones - ¿Puedes ver la luz de navidad? (Lucas 2.29-32)
Muchas aprovechan la navidad para celebrar la unión familiar, para recordar tradiciones o disfrutar del ambiente festivo que se siente en esta época, por eso, cada vez resulta más común que nos alejemos del sentido espiritual que tiene este tiempo, y que llevemos la festividad al extremo, perdiendo de vista la persona a la que celebramos: Jesús.
Por eso es bueno preguntarnos…
¿Qué celebramos en la navidad?
Y que recordemos la obra y naturaleza de Jesús; y para eso, en esta oportunidad vamos a hacerlo, considerando las palabras de Simeón, un hombre entrado en años, justo y piadoso, en quien moraba el Espíritu Santo, y que había esperado por muchos años el nacimiento de Jesús, porque se le había prometido que vería al Salvador antes de morir.
Y cuando llegó el día en el que lo conoció, se refirió a Él diciendo:
Lucas 2.29-32
“Ahora, Señor, permite que Tu siervo se vaya En paz, conforme a Tu palabra; Porque mis ojos han visto Tu salvación. La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz de revelación a los gentiles, Y gloria de Tu pueblo Israel.”
Estas palabras de Simeón expresaron el gozo, descanso, adoración y agradecimiento que sentía por haber sido testigo de Aquel que cumpliría la obra de reconciliación entre el hombre y Dios, Aquel Sacerdote que por fin tendríamos para interceder por nosotros y que se entregó como un Cordero manso, motivado por su amor al Padre y a su creación.
Porque el día que Jesús nació…
La luz llegó al mundo, la luz eterna y verdadera iluminó las tinieblas.
Por eso en este tiempo celebramos que…
Se cumplió la promesa de traer luz a las tinieblas
Porque Isaías había profetizado que el pueblo que andaba en tinieblas vería la luz, y los que habitaban en tierra de sombra de muerte, la luz les resplandecería (Is. 9.2); y porque, aunque las tinieblas cubrían toda la tierra, amanecería sobre ella, llegaría la luz y por fin resplandecería (Is. 60.1-2).
Pero ¿por qué celebrar en navidad la luz, si ella es algo que tenemos todos los días?
Bueno, porque la verdad es que, aunque tenemos luz y vemos la realidad física y material que nos rodea, nuestra naturaleza pecaminosa nos ciegos a la realidad espiritual. Para darnos cuenta de esto, basta como dice Pipper, que veamos una de las maravillas de la creación, y no podamos ver en ella a su Creador.
Porque somos ciegos espirituales (Pr. 4.19) como consecuencia del pecado (Sof. 1.17), y también por la influencia de Satanás en el mundo, quien ha cegado el entendimiento de los incrédulos para que no vean el resplandor de la gloria de Dios (2 Co. 4.4); y por culpa de nuestra incredulidad y necedad, que hacen que se endurezca nuestro corazón y no creamos la Palabra de Dios (Ef. 1.17-18).
Por esto, es que, para poder ver el reino de Dios, considerarlo, vivir conforme a Él y esperarlo, necesitamos nacer de nuevo, nacer en el Espíritu, que Dios nos haga resplandecer su luz y que ilumine nuestro entendimiento para que seamos sensibles al pecado y reconozcamos la necesidad de un Salvador que nos reconcilie con el Padre (Jn. 3.3).
Y esa luz que nos debe resplandecer es la luz de Jesús…
De tal forma que con Él ya no andemos más en tinieblas, sino que tengamos la luz de la vida.
Así, las preguntas que debemos hacernos son: ¿Ya fuimos iluminados por Jesús? ¿Hemos visto nuestro estado de pecado a la luz de su santidad? Y ¿reconocemos que necesitamos un Salvador?
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Reflexiones
75 Reflexiones - Soy Cristiano… y ¿Ahora qué? (Hechos 1.8)
¿Te gustaría saber lo que te deparará el futuro?, o ¿te gustaría saber con certeza qué
es aquello que Jesús espera que hagas como cristiano?, pues, hay un momento en la vida de Jesús que nos permite tener respuesta a estas dos preguntas, y nos provee de la paz y el propósito que todos buscamos, considerémoslo en…
Hechos 1.6-8
“Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”
Así como suele pasarnos a nosotros, los Apóstoles también estaban preocupados por el futuro, y lamentablemente, justo antes de la ascensión de Jesús, seguían confundidos por no entender el plan de Dios; por eso le preguntaron cuando establecería su reino en la tierra.
A lo que Jesús respondió diciéndoles, que eso era algo que solamente el Padre conocía.
De ahí que entendamos que Dios no nos ha concedido saberlo todo…
Y que la incertidumbre que los Apóstoles sintieron se parece a la incertidumbre que nosotros vivimos en algunas áreas de la vida, porque como ellos, no conocemos el futuro y tampoco podemos controlarlo.
De este modo, no debemos preocuparnos por lo que está bajo el dominio de Dios, más bien, debemos creer y hacer lo que Dios ya nos ha revelado, teniendo como base su Palabra, de tal forma, que el futuro no nos preocupe, sino que nos lleve a confiar en Él y en su soberanía.
Y una de las cosas que Él ya nos permitió conocer, es el llamado que tenemos todos los hijos de Dios, todos los que hemos creído en Jesús como nuestro salvador. Ello es…
Ser testigos suyos hasta los confines de la tierra
Porque Dios quiere reconciliar a todos los hombres consigo mismo a través de Jesús, y por ello, nuestro testimonio acerca de Él representa la llave que abre la puerta para que muchos sean reconciliados y pasen de muerte a vida.
Pero claro, este milagro de vida no es un suceso común, por el contrario, es totalmente extraordinario, y por eso necesitamos…
El poder del Espíritu de Dios para hacerlo.
Porque el hombre natural, aunque viva físicamente, está muerto espiritualmente, por eso no ve la realidad espiritual y no conoce a Dios, porque ama las tinieblas, el pecado y la maldad, y siente un profundo placer en ello, y por eso no quiere acercarse a la luz, a Dios.
Así que ese poder que recibimos del Espíritu Santo debemos usarlo para ser sus testigos, pero no como unos que lo hacen de acuerdo con su conveniencia, sino como uno que está dispuesto a morir a favor de quien testifica.
Así es que, siguiendo este llamado, debemos plantar iglesias en todos los lugares posibles, iglesias conformadas por testigos de Jesús que le hablen de Él a quienes no lo conocen para que se convierten en discípulos suyos, y con eso el conocimiento de Jesús crezca y crezca hasta el día de su regreso.
La pregunta es:
¿Estamos atendiendo el llamado que Jesús nos hizo a ser sus testigos, y estaríamos dispuestos a morir a nosotros mismos con tal de serlo?
Pues la verdad es que debemos estarlo, porque es lo que nuestro Señor nos ha llamado a hacer, pero no debemos hacerlo por obligación, sino más bien por amor, y con esperanza, con la seguridad de su regreso y de que un día su reino será establecido, y seremos recompensados con sus palabras de agrado y reconocimiento como resultado de nuestro sacrificio por Él.
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Reflexiones
74 Reflexiones - ¿Qué nos hace vencedores? (Hechos 1.9-11)
¿Qué nos hace vencedores?
Es común que digamos que no sabemos lo que nos depara el futuro y que en un sentido pesimista se diga que “un pueblo que no conoce su historia está destinado a repetirla”, pero nuestra realidad como cristianos no es así de desesperanzadora y negativa, porque en la historia de Jesús y en su Palabra hallamos el gozo y esperanza que su ascensión y su regreso nos infunden, de tal forma que vivamos como vencedores y no como derrotados.
De ahí que, para entender mejor estas verdades, consideremos el siguiente pasaje:
Hechos 1.9-11
“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.”
Luego de que Jesús cumplió acá en la tierra con todo el plan divino, debió ascender al cielo para presentarse ante el Padre, hecho que comprobó que su obra de justicia y pago por nuestros pecados había sido aceptada por Dios; y que, gracias a ello, todos los que confiamos en Él como nuestro Salvador, podemos acercarnos a Dios como nuestro Dios y como nuestro Padre.
Tal como Jesús se lo expresó a María Magdalena antes de ascender al cielo: “… «Suéltame porque todavía no he subido al Padre; pero ve a Mis hermanos, y diles: “Subo a Mi Padre y Padre de ustedes, a Mi Dios y Dios de ustedes”». (Juan 20.17)
Y es que su ascensión…
Ya había sido predicha por Él mismo (Jn. 14.28-29), y se cumplió con total precisión, tal como se cumplieron todas las demás profecías que se habían declarado de Él.
Y aunque la ascensión fue narrada con una gran sencillez, una vez más debemos agradecer a Dios por aquellos hombres que fueron testigos de ese momento, porque gracias a su testimonio, podemos aceptar la veracidad de ese suceso y así creer en Jesús y su obra de salvación.
Pero nuestra confianza en Jesús no solo se basa en el testimonio de su ascensión, sino también en…
La promesa de su regreso
Promesa que comunicaron los ángeles que estuvieron entre los discípulos, cuando les dijeron que, así como habían visto ir a Jesús, Él también regresaría.
Porque Él volverá un día, pero ya no lo hará como el cordero manso que se sometió a su muerte sin decir una sola palabra, sino que lo hará para gobernar, para reinar, para hacer justicia y darle el pago que merecen aquellos que se revelan y no creen en Él.
Así, el plan divino no acabó con la ascensión de Jesús…
Por el contrario, siguió su curso y lo seguirá hasta su regreso; y nosotros no estamos acá como huérfanos, abandonados por nuestro Señor, dejados a la deriva en este mundo, sino que tenemos la promesa de su regreso, de su recompensa en el Reino, y a su Espíritu, con el que podemos llevar a cabo la obra que nos encargó, de arrebatar de los poderes demoniacos las almas de aquellos hombres llamados para salvación.
Entonces, hermanos, todos nosotros somos más que vencedores, porque su ascensión testifica de su victoria sobre el pecado y la muerte, y porque el futuro nos aguarda su reino, un tiempo de justicia y paz del que gozaremos cuando Él regrese y domine sobre todo y todos.
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Reflexiones
73 Reflexiones - El bautismo con el Espíritu (Hechos 1.5)
¿Qué sabes sobre el bautismo con el Espíritu Santo? ¿Crees que fuiste bautizado con Él cuando confesaste a Jesús como tu Señor? O ¿Para qué piensas que es necesario aquel bautismo?
Pues la porción de la Biblia que consideraremos a continuación se refiere a la instrucción que Jesús le dio a sus Apóstoles para que recibieran la promesa del Padre y fueran bautizados con el Espíritu; y ella nos ayudará a dar respuesta a las preguntas que acabamos de hacernos.
Hechos 1.4-5
“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”
Se aproximaba la ascensión de Jesús y estas fueron algunas de las últimas palabras que Jesús declaró mientras estuvo en la tierra; y con ellas le ordenó a los Apóstoles permanecer en Jerusalén, esperando la promesa del Padre (El Espíritu Santo).
Pero ¿Por qué Jerusalén?
Porque ella sería el epicentro de la fiesta de Pentecostés, en la cual varones Israelitas, residentes y extranjeros, se presentarían en el templo para celebrar delante de Dios la cosecha (Ventura. 1985).
Una fiesta que le daría vuelo al ministerio cristiano y le permitirían revelar su gloria y poder delante de todas las naciones.
Y que al final permitió que multitudes fueran testigos de la morada del Espíritu de Dios en los cristianos, por medio de…
El bautismo con el Espíritu Santo
Que produjo una llenura del Espíritu de Dios en todos los que estaban reunidos y expectantes por recibir la promesa de su Espíritu.
Recibiendo así la promesa del otro consolador, quien era y es en su naturaleza igual a Jesús y a Dios Padre; y que estaría entre ellos y en ellos para darles el poder que necesitaban para vivir la nueva vida a la que habían sido llamados.
De tal forma que…
La Iglesia de Jesús comenzara su ministerio
Su llamado a proclamar la palabra de Dios y abrir los candados espirituales de los corazones de hombres llamados a salvación.
Por medio de estos creyentes, que fueron bautizados con el Espíritu Santo, gracias a su confesión de fe; resultado de haber comprendido la palabra de Dios, su estado de pecado, su necesidad de arrepentimiento y de reconciliación con el Dios santo, santo, santo.
De ahí que como ellos, nosotros los creyentes también seamos bautizados con el Espíritu en el mismo instante de nuestra conversión; bautismo que aunque no vemos, es un hecho espiritual que nos añade a la iglesia de Jesús y nos hace nacer de nuevo para su gloria.
Gloria para la cual vivimos como hijos suyos, pero que nos resulta imposible reflejar sin su Espíritu Santo, por eso, gracias a Él somos capacitados para entender las verdades del reino de Dios y proclamarlas, porque ellas son las únicas que pueden traer buenas nuevas a los afligidos, libertad a los cautivos y salvar a los hombres del tiempo de castigo y juicio que se avecina (Is. 61.1-2).
Así que…
Si hemos creído en Jesús como nuestro salvador…
Hemos sido bautizados con el Espíritu de Dios, Él mora en nosotros y somos parte de la Iglesia de Jesús, con lo cual tenemos todo lo necesario para vencer el pecado y unirnos a nuestros hermanos en Cristo para proclamarlo y ser testigos suyos; pero solo a través del poder del Espíritu, porque de otra forma, no podremos cumplir nuestro llamado como Hijos y miembros de su Iglesia.
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4 years ago
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Reflexiones
72 Reflexiones - ¿Cómo nos afecta hoy la resurrección de Jesús? (Hechos 1.3)
Resulta muy interesante que Lucas, el escritor del libro de los Hechos de los Apóstoles, comience aquel escrito que narra la primera parte de la historia de la Iglesia, refiriéndose al mensaje, obra, vida, muerte y resurrección de Jesús; porque con eso podemos comprender lo importante que son estas doctrinas para nuestra fe y para la Iglesia.
Por tanto, queremos considerar un aspecto del milagro de la resurrección, porque ella hace parte de las buenas nuevas del Evangelio y es una noticia que además de implicar una profunda realidad teológica, también tiene una poderosa verdad para nuestra vida diaria.
Considerémoslo en:
Hechos 1.3
“A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios”
En este pasaje notamos la reproducción que Lucas hizo del testimonio de muchos, entre ellos los Apóstoles, que vieron a Jesús resucitado y fueron testigos de su victoria sobre la muerte; siendo esto una prueba más de la veracidad, confianza y credibilidad de este hecho.
Porque como lo dijo Lucas, “se presentó vivo” a estos hombres luego de su crucifixión, lo cual es un hecho que nos debe reconfortar y dar esperanza, porque gracias a la vida de nuestro Salvador, vivimos aunque estemos entre muertos.
Pero ¿cómo supieron estos hombres que Jesús estaba vivo y no era un espíritu?
Porque Jesús demostró estar vivo y lo hizo con muchas pruebas convincentes e indudables que fueron determinantes. Como cuando:
Los discípulos le escucharon recordando sucesos del pasado (Lc.24.44), le vieron emocionándose (Lc. 24.25), ejerciendo su voluntad (Jn. 20.17), comiendo (Lc. 24.42-43), cocinando (Jn. 21.12-13), enseñando sobre el Reino de Dios (Lc. 24.44-49) y sobre el cumplimiento de la profecía de su vida, muerte y resurrección (Lc. 24.13-35).
Resurrección que probó que Él era y es el Cristo, el salvador esperado, el llamado de Dios para libertarnos de la esclavitud y dominio del pecado; el Santo que no vería corrupción y vencería las tinieblas (Sal. 16.10, Hch. 2.27) y el mismo que transformaría nuestra muerte en vida.
Porque si Él venció la muerte entonces…
Nosotros también la venceremos en Él; porque si Él fue declarado justo por Dios, nosotros también somos declarados justos en Él, Y porque así como fue capaz de transformar la vida de tantos por medio del mismo poder que le permitió resucitar, también será capaz de transformar la nuestra.
Tal como transformó la de Maria Magdalena, una mujer poseída por siete demonios, sumergida en la tristeza y desesperanza, a quien convirtió en una mujer adoradora de Dios y seguidora suya, gracias al amor con el que Él la trató.
O como transformó la de Pedro, quien vivió con una gran culpa y decepción luego de haberle negado, pero que al encontrarse con Él, fue consolado a través de su perdón.
O como lo hizo con Tomás, uno de los más incrédulos, porque escuchando del Cristo resucitado, necesitó ver y tocar las llagas de Jesús para que su mente y corazón fueran transformados y se convirtieran en tierra fértil; y luego de ello diera fruto para la gloria de Dios.
Así, el hecho de la resurrección de Jesús, no solo es un evento histórico y teológico clave, base para nuestra fe y para la Iglesia, sino también definitivo, transformador y penetrante para nosotros, los que creemos en Él.
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Reflexiones
71 Reflexiones - ¿Qué tan segura es nuestra fe? (Juan 8.17-18)
¿Alguna vez han cuestionado tu fe en Jesús o tu mismo has dudado de ella?, ¿has considerado filosofías y teorías humanas como más ciertas, porque la mayoría las afirman y dicen que se basan en la “evidencia”?
Pues la verdad es que no está mal cuestionar nuestra fe y preguntarnos si estamos creyendo lo correcto o no, por eso queremos hacer un ejercicio imaginario, uno que nos lleve al estrado de nuestra conciencia, para que consideremos algunas pruebas, y veamos cómo ellas defienden por sí mismas nuestra fe en Jesús.
Para esto queremos usar como base el ejemplo de Jesús cuando fue rechazado por lo Fariseos; quienes afirmaron que su testimonio era falso y no era digno de ser creído, este suceso se nos narra en:
Juan 8.13-14,17-18
“Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero. Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy” Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí”
En ese momento, los Fariseos negaron el testimonio de Jesús con dos argumentos; afirmando que su testimonio no era verdadero, y que como solo era dicho por Él y no había nadie más que lo apoyara, entonces no debía ser aceptado.
Pero Jesús usó el mismo argumento de los dos testimonios que usaron ellos para responderles; diciendo que así como Él daba testimonio de sí mismo, Dios el Padre también testificaba a su favor.
Y si bien esta respuesta de Jesús es suficiente para que la fe sea apuntalada en nuestro corazón; por la gracia de Dios, hoy tenemos el testimonio de muchos hombres, como los Apóstoles y otros discípulos de Jesús, que testificaron a su favor y que se suman para proveernos confianza en cuanto a nuestra fe cristiana.
Y como si esto no fuera poco, también tenemos el testimonio de los milagros de Jesús, que fueron permitidos por Dios para que con ellos se avalara a su mensajero y su mensaje, tal como lo reconoció Nicodemo, un Fariseo ilustre que una noche se acercó a Jesús y le dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las  señales que Tú haces si Dios no está con él» (Jn. 3.2).
Así las cosas, tenemos para llevar delante del “juez” de nuestra fe, no solo el testimonio de hombres como Lucas, sino también el de los Apóstoles, el de Jesús mismo, el de Dios, y el testimonio de muchos milagros que Jesús hizo en el nombre de Dios.
¿Será que con esto ganaríamos la disputa?
Si, porque no solo dos dan testimonio verdadero de Jesús, sino cientos más, entre ellos Dios mismo.
Por tanto, aunque no vimos a Jesús, ni le oímos personalmente, podemos confiar en el testimonio de muchos que si le vieron y oyeron, y que se dieron a la tarea de registrar todo lo relacionado con su vida y enseñanza.
Lo que nos permite estar tranquilos, porque el fundamento de nuestra fe y de la Iglesia es confiable, seguro y muy resistente. Por eso en vez de avergonzarnos, podemos decir lo que el Apóstol Pablo dijo: “no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación” (Ro. 1.16)
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Reflexiones
70 Reflexiones - ¿Cuál es la base de la fe Cristiana? (Hechos 1.1-2)
Alguna vez te has preguntado ¿Por qué Jesús, luego de su resurrección, debió estar cuarenta días entre los Apóstoles y discípulos?, y ¿de qué forma esto nos impacta a nosotros y a su Iglesia?
Pues demos respuesta a estas preguntas a partir de lo que nos dice:
Hechos 1.1-2
“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido”
Es muy interesante que Lucas, quién escribió, inspirado por el Espíritu de Dios, el libro de los Hechos de los Apóstoles y el evangelio que lleva su nombre, nos recuerde que en ese primer tratado escribió acerca de lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar.
Porque con ello nos ayuda a entender que la obra y enseñanza de Jesús son la base de nuestra fe cristiana y de su Iglesia, y que el testimonio de Lucas, así como el de los Apóstoles y profetas, es el canal que Dios usa para permitirnos conocer su obra y carácter.
Y me gusta que refiriéndose a Jesús, haya usado el verbo “comenzó”, porque deja ver que esos años que Él vivió entre nosotros, solo fueron el comienzo de su obra como el Dios encarnado, una obra que no se ha acabado, que no se ha frenado, y en la que Jesús sigue comprometido por completo a través de su cuerpo, la Iglesia.
Además, que Lucas haya dado testimonio de Jesús…
Aporta argumentos a favor de la veracidad y seguridad de nuestra fe, porque aunque Lucas no hizo parte de los doce Apóstoles, y al parecer tampoco de los discípulos de Jesús durante su vida, su testimonio sobre Él, es una prueba que se une a muchas más para que nos sintamos seguros de nuestra creencia en el Hijo de Dios.
Y también nos ayuda a entender que Jesús no paró de enseñar mientras estuvo con vida entre nosotros, porque sabía que era necesario que sus Apóstoles recibieran la instrucción necesaria sobre el reino de Dios, para que sus corazones se mantuvieran enfocados, motivados y creyendo en la certeza y el cumplimiento del plan divino.
De igual forma, era necesario que estos hombres recibieran de Él, mandatos muy importantes que definirían el curso de su Iglesia; tan importante era esto, según el texto griego, entregárselos era un requisito que Jesús debía cumplir antes de ser recibido por el Padre en el cielo.
Pero ¿Por qué fue importante que Jesús les diera esos mandatos?
Porque como sabemos, Jesús no fue un escritor de libros o un productor de videos y contenido para redes sociales, Jesús fue y es el Salvador, el Maestro y el Señor; por lo que encargó en otros la misión de reproducir su obra y enseñanzas, y llamó a estos doce hombres para que estuvieran con él, predicaran su mensaje de salvación (Mc. 3.13-14), y fueran el fundamento de su Iglesia (Ef. 2.20).
Pero ¿qué tiene que ver esto con nosotros?
En que la base de nuestra fe se halla en el evangelio de Jesús; y que así como sucede en un edificio, donde sus fundamentos tal vez son imperceptibles, pero definen su seguridad y estabilidad, así mismo, el testimonio Apostólico que nos comunica las buenas nuevas de Jesús, nos provee la seguridad que nuestra alma requiere.
Seguridad que le aportará a nuestra vida la firmeza necesaria para resistir los embates del mundo, los ataques malignos y nuestra propia debilidad, porque como lo dijo Jesús, separados de Él no podemos hacer nada, así, dependemos en todo de aquel que es la vid y de sus raíces para mantenernos firmes y con fruto aun en medio de la sequedad.
«La base de nuestra fe se halla en el evangelio de Jesús» - Ministerio UMCD -
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Reflexiones
69 Reflexiones - ¿Pertenezco a la Iglesia de Jesús? (Mateo 16.18-19)
¿Qué piensas cuando escuchas la palabra Iglesia?, ¿sientes que es algo anticuado, o crees que ella hace parte del plan de Dios para nuestra era?
Pues lamentablemente muchos piensan que ella es una institución corrupta y mal intencionada, de la que no podemos confiar y a la que no debemos pertenecer, gracias a muchos que por sus obras han deshonrado el nombre de Dios y a la Iglesia, pero, como veremos, ella fue instituida por el mismo Jesús.
Por tanto, ¿cuál era el plan que Jesús tenía con ella? ¿Cómo debía llevarse a cabo ese plan? Y ¿en manos de quienes quedaría encargado? Pues eso es lo que queremos considerar, tomando como base…
Mateo 16.18-19
“Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”
Una de las labores de Jesús luego de su ascensión ha sido edificar su Iglesia.
Pero: ¿Qué es la Iglesia?
Ella es la comunidad de todos los creyentes en Jesús, que están unidos por el lazo de la fe y de la obra del Espíritu Santo (Ventura. 1985). Así, todos los que declaramos a Jesús como nuestro salvador, somos miembros de su Iglesia.
Y aunque la frase “sobre esta roca edificaré mi iglesia” ha sido malinterpretada históricamente, podemos creer que la roca sobre la cual la Iglesia está siendo edificada es Jesús mismo (Dt. 32.3-4; Sal. 94.22).
Ahora, ¿cómo se produce nuestra unión a la Iglesia de Jesús?
A través de la obra de Dios Espíritu Santo, quien nos une al cuerpo de Cristo (la Iglesia), en el momento en el que ilumina nuestra mente con la verdad del evangelio de Jesús, nos convence de pecado, nos lleva al arrepentimiento y a confesar que Jesús es nuestro Señor.
Por eso, cuando creemos en Jesús como nuestro salvador, somos añadidos a la iglesia universal e invisible de Jesús, y con esto, se espera que tomemos la decisión de unirnos a su iglesia visible, a una iglesia local en nuestra ciudad que lo adore y lo proclame.
Y ¿cuál es el propósito de la Iglesia?
Arrebatar las almas de aquellos que han sido llamados por Dios a salvación, pero que se hallan bajo el poder de Satanás; de ahí que R.C. Sproul, mencione que las puertas del Hades son una referencia a las puertas del infierno; y nos ayude a entenderlo, explicando que en la antigüedad, las puertas eran un mecanismo de defensa contra los enemigos, por tanto, que las puertas del Hades no prevalezcan contra la iglesia de Jesús, significa que la Iglesia está llamada a ser un ejército ofensivo que ataque los bastiones de Satanás, el cual no podrá soportar el poder que Jesús le ha otorgado a su Iglesia. (Ministerios Ligonier. 2021, 1 octubre).
Y ¿cómo debe atacar la iglesia el poder demoniaco?
Usando “las llaves del reino de los cielos”, la predicación de la Palabra de Dios (del evangelio); de ahí que Pablo dijo en Romanos 10.14: “¿Y cómo creerán en Aquel de quién no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique?”, porque a Dios le agradó salvar a sus escogidos por medio de la locura de la predicación de su Palabra (1 Co. 1:21).
Así, la autoridad que Jesús le dio a su Iglesia para predicarla significa el método que ella debe seguir para cumplir con su propósito en la tierra. Y aunque en estos tiempos creamos que las llaves del reino son los espectáculos de luces, la música, el entretenimiento y un “mensaje relevante”; lo cierto es que lo único que abre el “candado” espiritual es la Palabra de Dios.


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Reflexiones
68 Reflexiones - ¿Cuál es mi identidad? (Mateo 16.18a)
¿Cómo respondes cuando te preguntan, quién eres?
¿Sueles responder a esta pregunta con lo que haces, o con la profesión que tienes, o con tu responsabilidad como padre o madre de familia?
Pues la respuesta a esta pregunta es muy importante, porque nuestra identidad define la forma como vivimos y el propósito de nuestra vida. Pero hay algo aún más importante, y es lo que creemos acerca de Jesús, porque ello define nuestra identidad.
Por eso Jesús indagó de sus discípulos lo que ellos creían acerca de Él, y luego de escuchar de su parte la respuesta correcta, afirmó a Pedro en su identidad y le hizo entender quién era Él; consideremos ese momento en…
Mateo 16.15-18a
"Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro…”
¿Cómo así? ¿Qué hubo de nuevo en que Jesús dijera que Pedro era Pedro?
Pues recordemos que ese no era su nombre original, que Pedro se llamaba Simón, y que fue cuando él conoció a Jesús, que le cambió el nombre y le puso Pedro (Jn. 1.40-42).
Ahora, esto implicó dos cosas:

Que Jesús tenía autoridad sobre Pedro, porque en la antigüedad se creía que quien nombrara a alguien o algo, tenía autoridad sobre aquello que nombraba. Y…
Que Simón había cambiado para ser Pedro, y había cambiado porque su naturaleza lo había hecho, gracias a que había conocido al Salvador, al Cristo, a Jesús.

Porque cuando conocemos al Salvador, nuestra identidad cambia; lo que somos, lo que nos identifica, a dónde pertenecemos y lo que hacemos, cambia. Ese fue el caso de Pedro, el pasó de ser un pescador común y corriente a un pescador de hombres, pasó de ser un hijo de Abraham a un hijo de Dios, de ser israelita a tener una nacionalidad eterna, y pasó del reino de Satanás al reino de Dios.
Y eso es exactamente lo que nos pasa a ti y a mí cuando creemos en Jesús como nuestro Salvador y Señor; que nuestra identidad cambia, y somos transformados de manera milagrosa por Jesús.
Así que, aunque nuestro nombre no haya cambiado el día que confesamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador, nuestra identidad si cambió en ese momento; pasamos de ser muertos, ciudadanos del mundo, desesperanzados, despreciados y rechazados; a ser Hijos de Dios, amados, escogidos, llamados, salvados, santos, y un día también seremos resucitados.
Ahora, esta realidad de nuestra identidad es un factor que explica la forma como vivimos, nuestro éxito o fracaso espiritual y personal, porque como lo dice Jeremy Pierre: es común que nos veamos a través de una identidad que el mundo y nosotros hemos construido, pero que obviamente es pecaminosa, y no, por medio de la identidad que Dios nos da (2019). Y que Paul Tripp también diga que gran parte de la consejería que necesitamos para hacer frente a los problemas que vivimos, no necesariamente debe enfocarse en resolver esos problemas, sino, más bien, en definir nuestra identidad a la luz de la obra de Jesús (2019).
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Reflexiones
67 Reflexiones - ¿Qué obstaculiza la fe? (Mateo 14.28-30)
Pedro había visto obrar el poder de Jesús en muchos y en una ocasión él quiso experimentarlo, caminando sobre el mar, pero mientras lo hacía su confianza se debilitó a causa del principal enemigo de la fe, consideremos cuál es…
Mateo 14.28-30
“Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!”
En este pasaje nos encontramos con la petición del Apóstol Pedro luego de que Jesús le hablara a él y a los demás Apóstoles diciendo que recobraran el ánimo y que no temieran la tormenta que atravesaban porque Él estaba con ellos.
Sin duda su petición fue un acto de audacia, que nos deja ver quién era él y nos muestra su ímpetu, fuerza, valentía, e impulsividad; que Pedro era un hombre sensible al mensaje de Jesús, creyente y enseñable.
De ahí que Pedro se arriesgara con esa petición, porque él deseaba gozar, disfrutar y obtener todo lo mejor que pudiera de Jesús; y con ella mostró la fe que tenía en Él, porque sabía que bastaba una orden de Jesús para que lo imposible pudiera darse, para que su cuerpo mortal dominara la fuerza del mar y que lo que solo Dios podía hacer le fuera concedido a un hombre común como él.
Pero, ahora que hablamos de la fe de Pedro, es posible que nos preguntemos
¿Qué es la fe?
Pues la fe es lo que vemos en acción en esta experiencia, la fe es salirnos de nuestra barca, de nuestra zona de confort y caminar por la vida apoyados en la Palabra de Dios y no en lo que vemos y controlamos. De ahí que Pablo dijera que los cristianos “andamos por fe y no por vista” (2 Co. 5.7).
Pero ¿Cómo respondió Jesús ante su petición?
Con agrado, con gusto, porque “sin fe es imposible agradar a Dios” (He. 11.6). Así cuando obramos por fe y nuestras peticiones a Dios exigen que la tengamos, podemos confiar que Él va a responder, porque a Dios le encanta que propiciemos momentos en los que Él pueda ser exaltado, reconocido y glorificado a través de nosotros, como lo fue por medio de Pedro, cuando pudo caminar sobre el mar en obediencia al llamado de Jesús.
Pero, no todo fue color de rosa, y ese suceso grandioso, fue empañado por…
El enemigo material de la fe: El miedo…
Sí, el miedo que se interpone en nuestra fe en Dios es nuestro peor enemigo. Y aunque el miedo es una emoción natural después de la caída del hombre, producto de la inseguridad y desconfianza que tenemos porque ya no gozamos de la aceptación total de Dios. El miedo que nos aleja de Él debe ser combatido con todas nuestras fuerzas.
Pero ¿cómo opera en nosotros ese miedo enemigo?
Haciendo que nos enfoquemos más en las circunstancias que nos rodean que en Dios y su Palabra, eso fue lo que le pasó a Pedro, que enfocó su atención en la dureza del viento antes que en Jesús, y por eso el miedo se apoderó de él y se hundió.
De ahí que cuando el miedo nos controla, entonces nos hundimos en la fe y nos perdemos de la gloriosa bendición de conocer más íntimamente a nuestro Salvador.
Pero, la misericordia de nuestro Salvador es maravillosa…
Porque ¿cómo es que Jesús siendo despreciado por Pedro, decide extenderle la mano y rescatarlo del mar? Eso solo lo explica su misericordia, porque Él no nos paga conforme a lo que nos merecemos y en cambio nos da lo que no merecemos.
Así que hermanos, podemos enfrentar el mundo que vivimos, confiando en el poder de Jesús y mostrando nuestra fe en Él, y seguros de que hallaremos su misericordia en todo momento.
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Reflexiones
66 Reflexiones - ¿Qué impide que la fe en Dios crezca? (Mateo 14.31-33)
¿Te consideras una persona segura o de aquellas que dudan bastante ante las opciones de la vida? Pues todos en cierto sentido luchamos con la duda, y aún las personas que parecen más seguras de sí mismas lo hacen, porque lo cierto es que la seguridad no se halla en nosotros.
El Apóstol Pedro entendió esta verdad mientras se ahogaba luego de haber caminado sobre el mar, pero a pesar de esa experiencia, aprendió algo muy importante, que como para él, también lo es para nosotros, considerémoslo en…
Mateo 14.31-33
“Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios”
Este es el momento en el que Jesús rescató a Pedro del mar luego de que caminara sobre él y terminara hundido por su temor. Momento en el que Jesús le preguntó a Pedro: “¿Por qué dudaste?”. Mostrándonos que la duda es lo que antecede al miedo, lo que impide el crecimiento de nuestra fe en Dios y nos lleva al estancamiento espiritual y al sufrimiento.
Esa duda resulta cuando no creemos que Dios es Dios, o cuando dudamos de su amor por nosotros y de su Palabra. De ahí que Satanás haya hecho caer a Eva sembrando duda en su corazón. Duda que hizo que Pedro no confiara en la palabra de Jesús, creyendo que ella no era suficiente para liberar el poder que él necesitaba para mantenerse en pie sobre el mar.
Y así como a Pedro, la duda también nos invade a nosotros en muchos momentos, por eso debemos preguntarnos ¿Qué estamos dudando de Dios hoy? ¿Qué problema tenemos, cual es nuestra tormenta? ¿Qué es aquello que sabemos que Dios espera que hagamos pero que no sentimos la fuerza para hacer? ¿Cuál es esa barca en la que estamos que nos produce tanta confianza, pero no nos deja experimentar el gozo de la fe y de conocer a nuestro Salvador de una manera más profunda?
Debemos preguntárnoslo para luchar contra ello, para pedirle a Dios que cambie nuestra duda por su seguridad y así hallemos la fuerza que nos hace falta para creer en Él. Fuerza que experimentan aquellos que viven por fe, que hace que hombres vivan como en un nivel superior porque conocen tanto a su Salvador que viven adorándolo y gozándose en Él. Como en el caso de los Apóstoles, en quienes en ese momento se produjo…
El resultado de la fe…
¡Haber visto obrar a Jesús!
Lo que les permitió conocerlo más y experimentar el deseo profundo de adorarlo solo a Él.
Porque hermanos, el fruto glorioso de la fe, no es hacer cosas maravillosas, grandiosas, impresionantes, y muy significativas; No, … el fruto glorioso de la fe es conocer profundamente a Jesús. Y cuando le conocemos, nos hallamos disfrutando del gozo más grande que hay en la vida… adorarlo.
Sentir esa necesidad de exaltarlo y alabarlo, de postrarse ante Él, sabiendo que se está delante del que nos ama y del que lo fundó todo, del que nos quita la maldición de la duda y nos hace sentir la paz que solo se halla en su presencia.
Pedro se arriesgó, tuvo fe. Y aunque salió regañado, solo se ha hablado de un hombre en la historia de toda la humanidad, aparte de Jesús, que caminó sobre el mar, ¿sabes quién es?… Pedro.
Pidámosle a Dios la fuerza que necesitamos para convencernos que vale la pena tener fe en Jesús, no dudar más y salirnos de nuestra barca para seguirlo a Él.
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Reflexiones
65 Reflexiones - Palabras salvavidas (Mateo 14.25-27)
¿Sientes que estás atravesando una “tormenta” en tu vida? O ¿Te hallas luchando contra la corriente del mundo?
Los Apóstoles de Jesús también tuvieron un momento en el que se hallaron luchando contra la corriente en medio de una tormenta y se sintieron morir. Pero ese evento estaba planeado para que conocieran de Jesús una faceta que confirmaría su fe en Él y les daría la fuerza que necesitarían para seguir yendo “contra la corriente” a lo largo de su ministerio y vida cristiana.
Consideremos ese momento:
Mateo 14.25-27
“Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”
Jesús había hecho que sus Apóstoles se adelantaran en su viaje por el mar de Galilea mientras Él pasaba un tiempo de oración, pero esa noche se levantó una gran tormenta que impidió el avance de la barca y puso en riesgo sus vidas, causando en ellos un desespero, que los llevó al límite de sus capacidades.
Pero mientras eso sucedía en medio del mar, Jesús estaba observando desde la distancia lo que pasaba con la barca y oraba a Dios por sus discípulos. Y cuando fue el tiempo, se acercó a ellos.
Es posible que halla tormentas en nuestra vida…
En las que parece que Jesús no interviene a nuestro favor, pero, a pesar de ello podemos confiar en su ayuda, porque así como lo hizo con los Apóstoles, Él conoce a la perfección lo que vivimos, está atento a responder a nuestro favor y en su tiempo lo veremos obrar.
Pero, era necesario que ese tiempo de sufrimiento sucediera en la vida de esos hombres, porque gracias a ello, serían testigos de una señal muy reveladora de la persona de Jesús:
Verlo caminar sobre el agua.
Y es que eso no era cualquier cosa. Era una señal que solo podía ser hecha por Dios, y que al verla en Jesús, le revelaba a sus Apóstoles, su naturaleza divina, su identificación con Dios, con sus atributos y su autoridad, tal como lo dijo Job:
“Dios es el que […] anda sobre las olas del mar” (Job 9.5,8)
Pero cuando Jesús notó el terror que estos hombres expresaron cuando le vieron andar sobre el agua, Él les dijo:
“¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”
Una frase tan corta pero tan poderosa, que fue suficiente para apaciguar sus corazones.
Y así como tranquilizó el de ellos, también puede tranquilizar el nuestro, porque la certeza de la presencia de Jesús con nosotros, nos da la paz que necesitamos para hacer frente a las circunstancias que vivimos.
Y nos insta a…

Tener ánimo

Mantenernos firmes, constantes, ser fuertes, seguir el camino de Jesús, y a…

No temer

No creer que lo que nos pasa está por encima de nuestro Señor, no creer que estamos solos, indefensos y sin fuerza para superar lo que nos amenaza, porque…
El “Yo soy” está con nosotros
El que creó los cielos y la tierra, el que le habló a Moises en el desierto y lo comisionó para liberar a su pueblo de Egipto, el eterno, el Dios de Abraham, el que entregó su vida por amor y luego volvió a tomarla para darnos la vida eterna.
El mesías, que además de ser hombre es Dios mismo: Jesús. Para el que no hay nada imposible, al que ha sido sometido todo y delante del que se doblará toda rodilla.
Ese es el gran Yo soy que nos acompaña, que está con nosotros y que afirma nuestros pasos aun cuando ellos deban ser dados en medio del mar.
Así como esas palabras fueron para ellos, también lo son para nosotros hoy, y si estamos pasando por pruebas, Él nos dice: ten ánimo, Yo estoy contigo, no temas.


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64 Reflexiones - ¿Puedo sufrir mientras obedezco a Dios? (Mateo 14.22-24)
¿Será que los hijos de Dios pueden hallarse en medio de “tormentas” por obedecer su voluntad? Esta es una pregunta común que nos hacemos, y más cuando pasamos por situaciones difíciles y estamos intentando discernir la razón por la cual nos hallamos en ellas.
Pensando en esto, la experiencia de los Apóstoles nos ayuda a entender si eso es posible o no, por eso consideremos el siguiente pasaje:
Mateo 14.22-24
En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario.
Acá vemos a Jesús obrando de manera muy decidida para que estos hombres se adelantaran en su viaje. El texto nos deja ver que Jesús fue muy activo en eso de subirlos a la barca, no fue que les pidió que lo hicieran, o les recomendó, o se los planteó como una posibilidad, sino que se los ordenó.
Porque aquello era necesario para que los Apóstoles enfrentaran la prueba que se les vendría y Jesús pudiera tener un tiempo a solas de oración.
Pensando en el tiempo de oración de Jesús…
Era común verlo buscar momentos propicios para ello. Algo muy interesante del texto bíblico es que el verbo “orar” que aparece en este pasaje, tiene la implicación no solo de ser una acción que Jesús llevó a cabo, sino también una que le produjo a él mismo un gran beneficio.
Y lo menciono porque muchas veces consideramos la oración solo como un acto que busca mover la voluntad de Dios a favor nuestro, pero pocas veces la vemos como un tiempo que también tiene un beneficio inmediato en nosotros los que oramos; por eso, el sentido del texto nos ayuda a entender esa doble implicación.
Beneficio del que soy testigo, porque a pesar de mi incipiente tiempo de oración, he sido bendecido a través de ella con la paz, claridad y fuerza que Dios concede, cuando nos acercamos a Él.
Pero esta no fue la experiencia de los Apóstoles, porque mientras Jesús se hallaba en un tiempo de calma y sosiego, ellos estaban en la mitad del mar de Galilea, luchando con una tormenta que superaba por mucho sus fuerzas.
Ahora
Respondiendo la pregunta que nos planteamos…
La experiencia de estos hombres nos deja ver que si es posible hallar “tormentas” en nuestra vida como resultado de la obediencia a Jesús.
Porque como hijos de Dios es posible esperar que seamos azotados por las olas de la vida, debido a que el viento nos es contrario, porque como sabemos, luchamos contra la corriente de este mundo y como es natural, ello nos hará el camino difícil.
Pero no luchamos solos, porque Jesús nos ha dado a su Espíritu para hacer frente al mundo, y Él nos llena de poder, amor y dominio propio para que hagamos frente a las tormentas que experimentamos.
Y así como en el caso de los Apóstoles, que cuando vieron a Jesús, su experiencia en la tormenta cambió, en nosotros sucede igual, porque cuando enfocamos en nuestro Señor, en su poder, su amor, su bondad, su propósito y especialmente su presencia en cada situación que vivimos, podemos sentir cómo nuestra experiencia en medio de la tormenta cambia, y entonces hallamos el descanso que buscamos, aun cuando la tormenta permanezca embravecida.
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Reflexiones
63 Reflexiones - Preguntas para después de la tempestad (Marcos 4.40-41)
¿Sabías que el peor momento para tomar decisiones o sacar conclusiones sobre algún tema es cuando se está en medio de una crisis? Jesús sabía eso y los apóstoles lo aprendieron con la tempestad que enfrentaron, de ahí que Marcos nos hable de las preguntas que surgieron luego de esa experiencia vital de los Apóstoles en…
Marcos 4.40-41
“Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?”
Estas fueron las conclusiones que surgieron luego de esa experiencia de vida o muerte que los Apóstoles tuvieron en medio de la tempestad que el Señor calmó. Conclusiones que significaron un reproche de Jesús a los Apóstoles, como en el caso de la primera pregunta:
¿Cómo era posible que luego de todo lo que habían presenciado de Jesús, aún no confiaran en Él?
Lo que explica su desconfianza es que tristemente el hombre puede afirmar tener fe sin vivir conforme a ella, porque hacerlo implica de nosotros una fe mucho más sólida que la que profesamos. Por lo que alguien ilustró la fe con el hecho de sentarse en una silla. Porque cuando vemos una, es posible que afirmemos que ella es lo suficientemente fuerte como para sostenernos, pero, la mejor prueba de nuestra fe en la silla es sentarnos en ella.
Es por eso que existen las pruebas en nuestra vida, porque Dios desea confirmar si lo que decimos creer de Él, realmente lo creemos.
De ahí que sea una gran desdicha pasar nuestros momentos de prueba sin ver a Dios, sin estirar nuestra fe y sin verle obrar a nuestro favor. Por tanto, necesitamos orar para que la próxima vez que estemos pasando por una situación difícil, pongamos nuestra visión en Él y no en la prueba.
Porque enfocarnos en la prueba garantiza que sintamos temor, una emoción que se relaciona de manera opuesta con la fe. Así: a menor fe en Dios, mayor temor; y a mayor fe en Dios, menos temor. Por eso, cuando nuestra fe en Dios es fuerte, podemos gozar de la paz y la confianza que hallamos en Él aun en medio de las peores tempestades.
Una paz que hallamos en la presencia de Jesús y en su Palabra, que tiene grandes promesas para sostenernos en los momentos de tempestad, como estas:

Jesús es nuestro Señor y tiene toda la autoridad en el cielo y en la tierra. (Fil. 2.9-10)
Jesús está con nosotros en todo tiempo. (Mt . 28.20)
Jesús intercede por nosotros ante el Padre. (Ro. 8.34)

Luego de esta primera pregunta…
La segunda que surgió fue la que se hicieron los Apóstoles, cuando dijeron:
¿Quién es este?
Y se lo preguntaron porque su corazón estaba tan endurecido que a pesar de todo lo que habían presenciado, aún no entendían quién era Jesús.
Porque Él no se amoldaba a sus expectativas. Ellos esperaban un Salvador ciento por ciento humano, pero se hallaron con que Él también era ciento por ciento Dios; y claro, estar frente a Dios produce un temor que paraliza, pero también una paz que sobrepasa todo entendimiento.
De ahí que Paul Tripp diga que: «Nuestra paz siempre se basa en la presencia, el poder, y el carácter del Señor. Que no necesitamos vivir en la ansiedad y el miedo porque Él gobierna el cielo y la tierra de acuerdo a su plan. Y que la soberanía absoluta de Dios garantiza el cumplimiento de cada una de sus promesas a cada uno de sus hijos» (Instrumentos en las manos del Redentor, 2019)
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Reflexiones
62 Reflexiones - Lecciones que dejan las tempestades (Marcos 4.38-39)
¿Ha sido testigo del poder de las fuerzas de la naturaleza, como en un terremoto o avalancha? Pues no hay nada como eso para que reconozcamos el poder tan limitado que tenemos.
Algo como eso fue lo que vivieron los Apóstoles, quienes, en medio de una gran tempestad, se amedrentaron porque sintieron que su vida se esfumaba. Leamos sobre esto en…
Marcos 4.35-39
“Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.”
Era común que en el mar de Galilea se desataran ese tipo de tempestades como resultado de los vientos recios que se daban en la zona.
Me imagino ese momento de tempestad con el cielo nublado, un viento muy frío rozando la piel de los Apóstoles, el mar moviéndose violentamente, echando cada vez más agua dentro de la barca, y estos hombres mirándose uno al otro, con el presentimiento de lo peor, sorprendidos por ese ataque feroz de la naturaleza, que sabían que no estaban preparados para contener.
Lo interesante, es que, así como en el mar de Galilea…
En nuestra vida las tempestades también son comunes
Hacen parte del día a día porque el riesgo es inherente a la vida.
Por eso la peor forma de vivir es dedicándonos a eliminar todos los riesgos, porque nos volvemos esclavos de esa falsa sensación de seguridad y no hallamos la libertad que se encuentra en la confianza de la presencia de Jesús y en su protección.
Pero mientras los Apóstoles estaban cada vez más asustados.
Jesús ni se inmutaba porque estaba durmiendo.
Así que tuvieron que despertarlo y pedirle que hiciera algo por ellos. Pero su clamor tenía un tono de reproche. Típico en nosotros los humanos, que clamamos a Dios como afirmando que no se interesa o que no nos ama tanto como esperamos, lo cual es una gran mentira.
Lo que pasa, como lo dijo alguien, es que, en medio de la presión, de la prueba y del sufrimiento, nuestra mente se nubla y nuestro entendimiento pierde agudeza. Porque si las pruebas tienen la capacidad de sacar a flote lo que en verdad gobierna nuestra vida, saca ese amor por nosotros mismos mas que por Dios, ese compromiso que tenemos con nuestro bienestar y comodidad.
Pero cuando Jesús escuchó su clamor, lo atendió, reprendiendo al viento y al mar, causando así una gran calma que terminó confundiendo más a los Apóstoles que lo que lo había hecho la tempestad.
¿Por qué sucedió eso?
Porque Jesús tiene la autoridad de Dios.
Autoridad que le permitió solo decir: calla, enmudece, y así fue. Las fuerzas naturales, los poderes que el hombre no ha podido contener y mucho menos dominar, quedaron sumisas en el instante en el que escucharon la misma voz que las creó.
Con base en esto…
¿Qué aprendemos de las tempestades que vivimos?
Tres verdades:

Que serán continuas.
Que es posible que nuestra respuesta inicial frente a ellas sea de temor, porque mientras estemos en el cuerpo esa es una emoción natural, pero, en vez de temer a la tempestad, necesitamos temer a Dios, pero no porque él quiera hacernos daño o represente un peligro para nosotros, sino porque ignorar sus propósitos es el verdadero peligro.
Que debemos aprovechar las tempestades para conocer más a Jesús, para confiar en su cuidado y verlo obrar a nuestro favor, porque Él siempre quiere lo mejor para nosotros.

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Reflexiones
61 Reflexiones - Eres llamado a algo mejor (Marcos 1.17-18)
¿Te imaginas ser llamado por Dios para hacer una obra que impacte el mundo, y al mismo tiempo poder conocerlo y deleitarte en Él?, pues un llamado así fue el que vivieron los discípulos de Jesús; y como ellos, nosotros también somos llamados a seguirle y a glorificarlo mientras nos gozamos en Él.
Consideremos ese momento en el que Jesús llamó a algunos de sus discípulos…
Marcos 1.16-18
“Mientras caminaba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón, echando una red en el mar, porque eran pescadores. Y Jesús les dijo: «Vengan conmigo, y Yo haré que ustedes sean pescadores de hombres». Dejando al instante las redes, ellos lo siguieron” (NBLA)
Como vemos en este pasaje, Jesús llamó a varios hombres para que lo siguieran, y ese llamamiento implicó varias cosas, era una invitación a ser sus discípulos, sus seguidores y a tener una relación personal con Él.
En la época de Jesús, la relación entre los maestros y los discípulos solía ser muy cercana, por eso, al llamarlos, lo que estaba haciendo, era invitarlos a compartir sus vidas para que en el día a día pudieran conocer de manera única al salvador del mundo.
Y a diferencia de un Rabino (maestro de la ley judía), a quien sus discípulos prominentes le buscaban para recibir su enseñanza. Jesús fue quien tomó la iniciativa y llamó hombres comunes y corrientes para que le siguieran; hombres rechazados, despreciados y hasta humillados por la elite religiosa.
Porque Dios desde el principio es el que nos busca; y va tras hombres que le adoren en espíritu y en verdad y que le amen con pureza.
Ahora, ¿será que el llamamiento que Jesús le hizo a sus discípulos, tiene alguna aplicación para nosotros hoy?
Claro que si, porque como ellos, nosotros también somos llamados a creer en su obra y evangelio, a tener una conciencia limpia, a lavar nuestro pecado en su sangre, y a ser parte de su familia, para que al conocerlo, hallemos el gozo que buscamos y seamos la luz que haga que otros también acepten su llamado.
Pero ¿Cómo respondieron estos hombres?
Lo siguieron.
Fueron a donde Jesús fue, escucharon sus enseñanzas, vivieron como Él vivió, hicieron lo que Él hizo, enseñaron lo que aprendieron de Él, vivieron luchando contra el pecado como agradecimiento por el sacrificio que hizo por ellos, lo declararon el Hijo de Dios y su Señor, le dieron el control de sus vidas y se sometieron a su plan.
Así fue como lo hicieron ellos, pero…
¿Cómo lo estamos haciendo nosotros?
¿Lo estamos siguiendo?, ¿le hemos declarado al mundo que Él es nuestro Señor, o seguimos siendo nuestros propios señores?
Pues nuestra respuesta debería ser como la de ellos, que dejaron su vieja y pecaminosa manera de vivir, y se dispusieron a ser guiados por Jesús para que su plan se cumpliera en sus vidas.
Así, este llamado que Jesús nos hace a través de esta palabra, no solo nos garantiza vida después de la muerte, sino que también nos llama a entregarnos a Él de tal forma que el Padre sea glorificado por medio de nosotros.
La pregunta es:
¿Hemos aceptado ese llamado, nos hemos arrepentido y confesado nuestro pecado delante de Él?
Sí ya lo hicimos, ¿estamos viviendo conforme a su enseñanza y ejemplo? Y ¿estamos buscando su palabra con una avidez diaria para encontrar en ella el camino que Jesús ha dispuesto para nosotros?.
El camino que Jesús le ofreció a esos hombres, les aseguró una vida muy superior a la que habrían tenido sí no hubiesen atendido sus palabras. Así que, nosotros también podemos confiar que siguiendo a Jesús, nuestra vida superará por mucho las más altas expectativas.
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Reflexiones
60 Reflexiones - ¿Qué dijo Jesús para impactar a tantos? (Marcos 1.15)
¿Qué dijo Jesús para impactar a tantos?
¿Cuáles fueron sus palabras para que la historia del mundo se dividiera en dos, para que hombres menospreciados y humillados se convirtieran en valientes luchadores por el amor y la reconciliación que Jesús testificó durante su ministerio?
Considerémoslas en:
Marcos 1.14-15
“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”
Estas palabras que Jesús decía con respecto al cumplimiento del tiempo, indicaban que el Reino de Dios se había acercado, y que por tanto, quienes le escuchaban debían arrepentirse de sus pecados y creer su evangelio.
Esto del acercamiento del reino de Dios era algo muy importante, porque desde la caída de Adán y Eva, Dios prometió un Mesías que libertaría a la humanidad del poder y la condenación del pecado, y a lo largo de la historia, todos los profetas de Dios afirmaron esa promesa, por eso, que Jesús confirmara que el tiempo se había cumplido, representaba que esa promesa se había hecho realidad en Él.
Una realidad que hizo eco en la mente y los corazones de los Israelitas que vieron y fueron testigos de la vida de Jesús. Pero…
¿Será que ellas tienen algo que ver con nosotros hoy?
Sí, tienen todo que ver, porque así como los que escucharon a Jesús fueron instados a responder con fe ante su mensaje, nosotros también lo somos; por eso, necesitamos atender su llamado al arrepentimiento y creer sus enseñanzas.
Pero ¿Qué es el arrepentimiento?
Es un proceso del corazón que implica cambiar el centro de nuestra adoración, llevándonos a un cambio de comportamiento, a un giro de 180 grados en la forma como vivimos.
Es el proceso interno que resulta del Espíritu, mediante el cual, sí robábamos, ya no robamos más; sí mentíamos, o sosteníamos relaciones extramatrimoniales, o nos emborrachábamos, o hablábamos mal de otras personas; ya no lo hacemos, y en cambio vivimos de una manera diferente, motivados por un deseo profundo de agradar a Dios.
Así, la pregunta para nosotros es:
¿Qué tan sensibles somos a nuestro pecado? O ¿Qué tan conscientes somos de lo ofensivo que este le resulta a Dios?.
Pues sí lo somos, hallaremos necesario arrepentirnos de él, confesarlo, llamarlo como Dios lo llama, y en el poder del Espíritu, ejercer un cambio en nuestra vida que vaya en dirección a la santidad que Dios espera de nosotros.
Ahora, resulta interesante y hasta irónico que este sea el mensaje que ha impactado el mundo entero, porque: ¿será alentador decirle a las personas que están sufriendo, que lo primero que deben hacer es reconocer su pecado y arrepentirse delante de Dios?
Pues no lo parece. De hecho, cuando vemos sufrir a alguien, nuestro primer impulso es ofrecerle palabras de esperanza, y sinceramente, estas no parecen ser las más apropiadas.
Pero desde el punto de vista divino, si lo son, porque lo primero que todos necesitamos para tener vida abundante, es tener vida espiritual. De ahí que, necesitamos ese llamado al arrepentimiento, para que a partir del perdón de Dios, podamos gozar de la vida eterna y abundante que Él quiere darnos (Jn.10.10).
«Lo primero que todos necesitamos para tener vida abundante, es tener vida espiritual» - Ministerio UMCD -
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Reflexiones
59 Reflexiones - La señal de un creyente (Marcos 4.20)
La señal de un creyente
¿Qué será lo que distingue a un verdadero creyente del resto de personas?
Podemos responder esta pregunta por medio del último grupo de oyentes que se menciona en la parábola del sembrador; este nos ayuda a entender lo que diferencia al verdadero creyente del resto de oyentes de su Palabra.
Consideremos lo que dice:
Marcos 4.20
“Y otros son aquellos en que se sembró la semilla en tierra buena; los cuales oyen la palabra, la aceptan y dan fruto, unos a treinta, otros a sesenta y otros a ciento por uno”.
Estos oyentes de la palabra de Dios son característicos porque tenían una tierra buena (un corazón receptor de la gracia de Dios para salvación); lo que les permitió oír la palabra y aceptarla. No fueron solo oidores de ella sino también hacedores. Oyentes que por fe respondieron con obediencia.
En la parábola se resalta el hecho de que en todos los grupos de oyentes hubo un Sembrador, una semilla y en algunos de ellos raíces, pero solo este último grupo dio fruto como resultado de la transformación que la palabra ejerció en sus vidas.
Pensando en esto es claro que podemos conocer el interior de una persona con base en lo que hace. De ahí que Jesús dijera que el árbol se conoce por su fruto (Mt.7.16a).
Y que por eso afirmara en…
Juan 15.8 “En esto es glorificado Mi Padre, en que den mucho fruto, y así prueben que son Mis discípulos”
Por eso el fruto de la palabra de Dios en nuestra vida es una prueba de la fe en Él; porque separados de Jesús no podemos hacer nada.
Pero ¿por qué es que los verdaderos creyentes pueden producir fruto?
Porque ellos permanecen en el amor de Jesús, obedeciendo sus mandamientos, y así, en Cristo tienen el poder de producir fruto que lo glorifique.
Pero ¿qué significa permanecer en el amor de Jesús?
Significa que nuestra vida sea transformada por la renovación de nuestro entendimiento, haciendo que Su Palabra more en abundancia en nosotros, de tal forma que ella sea el filtro que defina nuestra forma de pensar, las decisiones que tomamos y haga que nuestros afectos sean reenfocados en Dios, pasemos del amor egocéntrico e idolátrico, a amarlo y adorarlo solo a Él.
Cuando esto se hace realidad, entonces florecemos y damos el fruto que nos identifica como hijos del Dios altísimo.
Un fruto que se evidencia cuando lidiamos con las persecuciones, aflicciones, pruebas, rechazo, burlas y deseos del viejo hombre; y que revela el poder del Espíritu Santo en nuestra vida.
«El creyente es probado por su fruto» - Ministerio UMCD -
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Reflexiones
58 Reflexiones - ¿Todos somos hijos de Dios? (Lucas 8.5-7)
¿Será que todos los que oyen la palabra de Dios y responden positivamente son verdaderos creyentes e hijos suyos?
La parábola del Sembrador nos da la base para responder esta pregunta, y aunque no resulta fácil comprender su mensaje a primera vista, gracias a Dios que los discípulos de Jesús le pidieron que se las explicara, porque sí no hubiese sido así, tal vez seguiríamos pensando qué quiso decir con ella.
Consideremos lo que dice:
Lucas 8.5-7
El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.
En esta parábola Jesús caracteriza a cuatro tipos de oyentes de Su Palabra. Nos ayuda a entender que el sembrador es todo aquel que la predica y enseña, y que la semilla es Ella misma, la diferencia determinante en la Parábola es la tierra, que simboliza el corazón humano, por eso Jesús distinguió cuatro tipos, porque aunque la semilla cae en todos, el resultado es diferente en cada tipo de oyente.
Consideremos los tres primeros para dar respuesta a la pregunta que nos planteamos.

Los oyentes desinteresados

Estos son la tierra que está junto al camino. Oyentes que no le hayan valor a la Palabra de Dios, no se identifican con ella y son descuidados porque no se dan el tiempo para meditar en ella. Son como el tipo de oidor que define Santiago, que mira en la Palabra como sí viese su rostro en un espejo, pero al dejarlo, se olvida qué clase de persona es (Stg. 1.23-24).
Algo importante en ellos es la influencia de Satanás, que no pierde oportunidad para llevarse la palabra que se ha sembrado en sus corazones. Así que haríamos mal en ignorar la actividad de Satanás en el conocimiento de la Palabra, porque según el texto bíblico, él de manera recurrente encuentra maneras de mantener enceguecidos a quienes escuchan el mensaje de salvación.

Los oyentes egocéntricos

Son aquellos en los que la semilla cayó sobre la piedra y nacida se secó. Son el tipo de oyente de la Palabra que da una respuesta inicial entusiasta, pero como resultado de sus intereses y emociones. Que se acercan a Dios pensando que Él les puede traer las bendiciones que buscan, como si fuera un amuleto que les garantiza su prosperidad, salud, amor, trabajo, éxito, fama y paz.
Pero cuando llegan las tribulaciones o la persecución por su gusto y posible identificación con la Palabra de Dios, tropiezan. Huyen y no vuelven, mostrando que su dios no era Dios, sino ellos mismos, su comodidad, bienestar y placer. Les parece costoso perder relaciones, oportunidades y estatus por el nombre de Dios.
Son el tipo de personas a las que Eugene Peterson se refiere cuando dice que: ven la religión como una manera para alcanzar una vida exitosamente feliz; por eso nada que interfiera con el éxito o interrumpa su felicidad será tolerado (Peterson. & Alvarez-Scarpitta., 2006).
El siguiente grupo son:
III. Los oyentes amantes del mundo
La parte que creció entre espinos y que terminó ahogada por ellos. Ellos parecen responder a la Palabra en cierta medida, creen que Ella es importante, pero también creen lo mismo del mundo, le equiparan a la sabiduría humana y por eso buscan agradar ambos bandos sin comprometerse mucho en alguno.
Pero no saben que es imposible servir a dos señores (Mt. 6.24) y que al tener amistad con el mundo, son enemigos de Dios (Stg. 4.4-5)
Por eso el amor que sienten por el mundo, los termina consumiendo y apartando de Él.
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Reflexiones
Este Podcast contiene deviersas meditaciones de la Palabra de Dios que son útiles en nuestra vida diaria. En ellos encontraras palabras de aliento, desafío, corrección, instrucción, crecimiento, etc. Esperamos que sean de mucha ayuda en tu crecimiento espiritual.