1) Toda clase: Me encanta recordar lo que el papa Francisco nos propuso: “todos, todos, todos”. Porque hay veces que queremos generar exclusividades o círculos cerrados. Hay veces que me da miedo que la Iglesia se entienda como una franquicia, o que seamos una sucursal. Somos personas que encontramos a otras personas, en donde cada uno tiene su historia y su vida, su ritmo en el vivir, en donde cada uno tiene sus aciertos y desaciertos. Pero, ¿para que te pones en postura de juez o de supervisor?, si todos tenemos un rasgo pecador. Aprende que en esta vida todos necesitamos de todos y que, de quien menos te lo imaginas, puede que te termine dando una mano.
2) Canastas: Hay que hacerse un tiempo y seleccionar cosas y personas en tu vida y para tu vida. Es necesario que mires con quién compartes ciertas cosas y con quién no. Claro que no sos billete de 100 dólares para que todos te quieran, pero aprende a saber fijarte bien a quién le cuentas tus cosas. Todos pueden compartir tu vida, pero solo algunos pueden conocer la intimidad de lo que vivas. Date cuenta que no todos tienen la capacidad de estar y no todos deben estar en tu vida.
3) Lo nuevo: Constantemente estamos invitados al cambio y los cambios son necesarios para recordarnos que la vida es dinámica y hay cosas que sacamos y otras que dejamos. Los cambios para tu vida son importantes, porque si no tu vida puede estar sostenida en una estructura que tarde o temprano caduca. No todo es estático y las cosas tienen fecha de vencimiento, los cambios hacen que las cosas de tu vida no se pudran, sino que permanezcan. Para permanecer hay que cambiar y para cambiar hay que permanecer. Algo bueno está por venir.