
Estas tierras, al igual que las españolas, se hallan en una encrucijada estratégica por la que forzosamente tenían que transitar multitud de pueblos, los cuales, obviamente, tenían tendencia a establecerse. Como sucede siempre, debemos contar con una población autóctona que tuvo que adaptarse a las diversas vicisitudes políticas y religiosas que implicaron tales invasiones. En efecto, con el fin de evitar discriminaciones, pago de impuestos, etc., los pueblos adoptan otros sistemas, otras jurisdicciones, otras lenguas, culturas y religiones. En este caso, la población autóctona era de raíz semita. El más antiguo de estos pueblos era el cananeo. La tradición bíblica nos presenta a Abraham como el antepasado común de judíos y árabes. Ambos, por consiguiente, pertenecientes a la rama semita.