
el concepto de trauma como la respuesta interna del sistema nervioso a experiencias adversas, más que la adversidad en sí misma, describiéndolo como una sombra invisible cuyos efectos solo se detectan a través de los síntomas. Se enfatiza la responsabilidad adulta de reconocer y procesar estas energías congeladas a través de la autoindagación y la conciencia, utilizando las relaciones interpersonales como espejos para observar patrones. Se explica que el sistema nervioso autónomo, crucial para la respuesta al peligro y la relajación, necesita regulación para permitir la participación plena en la vida y la curación, lo cual se logra cultivando un espacio interno de silencio y presencia. La clave para la digestión de las experiencias, entendida como permitir la sensación física pura, reside en la encarnación y la conexión con el cuerpo, y se destaca que la coherencia interna facilita la corregulación con otros.