
Lili creció sintiéndose sin identidad ni respaldo, marcada por el divorcio de sus padres y los años de rechazo que sufrió en la escuela. Vivía con enojo hacia Dios y todo lo que representaba la fe, pero cuando decidió hablar con Él en medio de la enfermedad de su abuelita, algo cambió. Por primera vez sintió su presencia, su ternura y su cuidado. En medio del dolor, encontró la voz de un Padre que le dio consuelo, esperanza y una nueva vida.