
Desde niña, Ale veía a Dios como alguien lejano, rodeado de figuras que la asustaban y oraciones repetitivas. Un embarazo a sus 16 años la llevó a un matrimonio marcado por cinco años de toxicidad. Todo cambió cuando su hermana la invitó a una iglesia cristiana y le entregó un regalo de parte de Dios. Con Su guía y confirmación, Ale tomó la decisión de salir adelante, divorciarse y comenzar de nuevo, con nada más que la compañía de Dios y el amor por sus dos hijas. Desde entonces ha visto milagros como ser sanada de convulsiones y recibir la promesa de un matrimonio verdadero.